La Censura

Juan Antonio Nemi Dib

Hace un par de semanas participé en la presentación del libro “Caligrafía de la Violencia” escrito por Luis Enrique Rodríguez Villalvazo, estupendo trabajo del que también tuve el honor de escribir el prólogo. Durante la presentación respondí a una pregunta del público respecto del “Acuerdo por la Discreción” construido y firmado por un número importante de medios de comunicación colombianos en noviembre de 1999.

Dije que algunas personas que han vivido de cerca lo ocurrido en Colombia e inclusive funcionarios de la seguridad con los que tuve oportunidad de charlar en distintos momentos, coincidieron en que dicho Acuerdo fue uno de los factores sustantivos –desde luego no el único— para reducir los índices de violencia criminal y moderar el protagonismo de los cárteles de la droga en la vida cotidiana de los colombianos.

La delincuencia común y la delincuencia organizada son hechos presentes en la actualidad colombiana, pero no puede desconocerse que la virulencia –bien puede decirse brutalidad— que la caracterizó en la década de 1990 se redujo en forma sustantiva. El Acuerdo de los medios ha sido objeto de críticas desde la academia y también de algunos actores que lo consideraron limitado, vago y por ende con dudosa efectividad.

Sin embargo, la iniciativa fue reconocida por sus indiscutibles aportaciones:

a)    Fue una acción pionera e innovadora, surgida desde la reflexión ciudadana y sin un propósito de legitimación política para nadie.

b)   “Fue un proyecto promovido por el entonces decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Sabana, César Mauricio Velásquez. Logró que 19 directores de los principales medios de comunicación de Colombia se comprometieran a regular la cobertura y difusión de hechos violentos. Posteriormente, se creó un observatorio para su cumplimiento que logró reunir en el centro académico a 200 personalidades que dieron seguimiento a la manera en que se cumplía con el compromiso de directores y codirectores de medios de prensa, radio y televisión, para divulgar con exactitud, veracidad y equilibrio las noticias relacionadas con los actores al margen de la ley.”

c)    Según cita Regina Santiago Núñez del Observatorio Ciudadano de Medios a  Ignacio Gómez, subdirector del Noticiario de Televisión Noticias Uno y a la vez presidente de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip): “Fue una lección que nos sirvió para tomar un respiro y reflexionar sobre la muerte. Y aun cuando los violentos intentan imponer su agenda en los medios de comunicación y justificarse ante la sociedad, en Colombia desde hace años ya no es sexi entrevistar narcos o guerrilleros de postín… la opinión pública colombiana ya tiene claro quién es el delincuente, que ya no es bienvenido ni tiene cabida. A ningún medio de comunicación se le ha ocurrido hacer un perfil o mostrar a un capo como Comba haciendo obras de beneficencia”.
Por otro lado, algunos interpretaron mi comentario respecto del Acuerdo colombiano como una invitación a la censura: Considero que ninguna batalla contra la ilegalidad y la injusticia se logra con silencio y desinformación”; “la declaración que hiciste sobre medios que publican y magnifican la violencia no fue muy afortunada”; “cuidado con este tipo de declaraciones, no ayuda y te genera críticas. Probablemente tienes razón; en Italia así se hizo con la mafia, pero en Veracruz en este momento no es oportuno, existe una irritación social y en los medios muchos intereses.”

Y dada mi actividad en el servicio público, es más que comprensible que se entendiera un propósito de disimular e incluso ocultar los hechos de violencia. Pero nada más alejado de mi posición que eso. Además sería ridículamente ingenuo pretender que las cosas se pudieran ocultar que en plena era de la visibilidad, con las redes sociales a tope, con audiencias que hace tiempo dejaron de ser pasivas, que se tornaron protagónicas, que sólo necesitan un teléfono móvil para “viralizar” imágenes y mensajes y hacerlo sin fronteras, sin límites, sin necesidad de certidumbres, con decenas de medios de comunicación que compiten por la inmediatez y que no se privarán de una primicia.

Hoy reitero mi punto de vista respecto de las ventajas de una medida como la colombiana, respecto de un manejo inteligente, sensible y responsable de la información sobre los hechos delictivos, con los siguientes objetivos:

1)   Garantizar a la sociedad y a los ciudadanos el derecho irrestricto a ser informados sin que ello se constituya en un mecanismo de apología de la violencia, de todo aquello que se torne en un elogio e incluso una justificación o disculpa de la crueldad.

2)   Anteponer la protección de la vida de todos los individuos a cualquier hecho noticioso.

3)   Enfatizar siempre la conveniencia para todos de proteger el orden jurídico y significar los efectos de las transgresiones a la ley. Esto es: evitar la “normalización” de la violencia y contribuir tanto como se pueda a la cultura de la legalidad.

4)   Impedir el uso de los medios de comunicación como instrumentos de terror y sometimiento de los individuos y las instituciones mediante la difusión de los actos de violencia que persiguen suplantar la autoridad del Estado e imponer un poder fáctico basado en la fuerza, la capacidad destructiva y, por ende, en el miedo. En pocas palabras: que los medios no actúen involuntariamente como voceros de la delincuencia organizada.

5)   Enfocarse en el dolor de las víctimas, los huérfanos, los mutilados, los secuestrados, las familias destruidas y en las consecuencias de vivir en la zozobra y la ilegalidad.

Nada de eso es censura ni ocultamiento. Es corresponsabilidad. Mi profunda gratitud a mis amigos Mauricio Arredondo, Marco Aurelio González Gama y Ernesto Aguilar Yarmuch.















 
Cosas Pequeñas
La Lotería… al revés

Juan Antonio Nemi Dib


Dicho de la manera más simple, los cromosomas son grupos ordenados de ADN que se encuentran en el núcleo de las células. Dicen los expertos que allí reside toda la información genética que determina nuestras características físicas (color de pelo, estatura, mala o buena digestión, etc.) así como nuestra suceptibilidad o resistencia a ciertas enfermedades y también algunas habilidades fuera de lo común o la ausencia de éstas. En el caso de los humanos cada célula debe tener 23 parejas de cromosomas; cuando una célula se reproduce o divide, esos cromosomas se copian. En un individuo normal esto pasa millones de veces cada día.

Pero cuando un bebé tiene la mala suerte de que en su gestación ocurra un error genético (pasa en una de cada 800 veces), el niño nacerá con un cierto nivel de retraso mental (el 10% de ellos tendrá retraso mental profundo), leve achicamiento de la cabeza y cuello corto, boca, nariz, pies y orejas pequeños y piel pigmentada; un porcentaje de ellos estarán enfermos del corazón y del sistema endócrino, la mitad tendrán problemas auditivos y oculares y también hipertensión pulmonar; dormirán y respirarán mal toda su vida; algunos nacerán con malformaciones intestinales; varios presentarán rasgos de hiperactividad y autismo, y en ciertos casos depresión y compulsión; en esos niños son frecuentes las neumonías y bronquitis y en general los problemas respiratorios; hay estudios que vinculan a estos pacientes con problemas óseos (específicamente en columna) y una especie de leucemia. Es cierto que su expectativa de vida ha crecido mucho y hoy supera los 50 años, pero sigue siendo bastante menor que la de la población sana. Es el síndrome de down, algo que nadie quiere ni pide para sus hijos. Y es apenas uno de los cientos de trastornos genéticos que pueden producirse por una falla biológica.

Se estima que hasta un 45% de las bebidas alcohólicas que se comercializan en México podrían estar adulteradas; la mayor parte de ellas mediante diluciones (como agua y otras substancias reltivamente inócuas) pero también mediante el uso de alcohol industrial, específicamente metanol. Bastan cien miligramos de esta substancia por kilo de peso para convertirla en dosis letal (causar la muerte) o dejar secuelas graves permanentes, como ceguera irreversible y lesiones neurológicas severas. Estudios recientes prueban que cantidades de metanol inferiores a la dosis letal, incluso no detectables en los primeros análisis diagnósticos, pueden causar consecuencias irreparables. Esta práctica de adulteración es más frecuente de lo que se piensa y cada año mata y deja con secuelas a muchas personas.

En el año 2050 el mundo tendrá 2 mil millones de habitantes mayores de 60 años; eso equivaldrá al 22% de la población, un poco más de la quinta parte. Hoy, viven en La Tierra unos 900 millones de ancianos, algo así como el 12% del total de la gente. Aunque el envejecimiento es distinto en cada individuo y está condicionado por muchos factores, se trata de un proceso biológico inevitable, que sólo cesa con el fallecimiento y que implica cambios funcionales y estructurales en las personas; esros cambios se pueden ralentizar y acaso compensar pero nunca evitar y vuelven a las personas más vulnerables a las agresiones del medio y a las enfermedades, también les limitan progresivamente la capacidad productiva, la independencia económica y funcional e incluso se convierten en factores de discriminación y hasta abandono.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “las proyecciones indican que para el 2020, los traumatismos resultantes del tránsito podrían ser la tercera causa de muerte y discapacidad en el mundo, acercándose a la gravedad que representan otros problemas de salud como la malaria, la tuberculosis y la infección por el VIH”. La OMS también dice que de acuerdo con el Informe sobre el estado de la seguridad vial en la Región de las Américas de 2009, “los traumatismos causados por el tránsito fueron responsables de cerca de 150 mil muertes al año y más de 5 millones de lesionados (lo que equivale anualmente a cerca de 35 lesionados y personas con invalidez por cada persona fallecida)”.

La parte más trágica de las secuelas de los accidentes viales tiene que ver con el hecho de que al menos el 33% de las víctimas de los siniestros (muertos y heridos con lesiones permanentes) son personas inocentes que tuvieron la desdicha de encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado, literalmente, víctimas inocentes de percances evitables. Cambian las vidas de viudas y huérfanos, cambian las vidas de personas que tendrán que adaptarse a una nueva realidad de limitaciones y privación.

Todas estas situaciones son discapacidad: “las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales”. Congénitas –que aparecen con el nacimiento— o adquiridas, las discapacidades son una limitante severa y costosa para muchas personas que a lo largo de la historia e incluso actualmente, son víctimas de exclusión e injusticia. Al margen de su intensidad y de los efectos y limitaciones que causan en quienes las sufren, las discapacidades físicas y mentales son verdaderos muros de impotencia que no pueden entenderse en una sociedad que se precia de democrática y que aspira a ser justa.

Según los organismos internacionales, “más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna forma de discapacidad; de ellas, casi 200 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento. En los años futuros, la discapacidad será un motivo de preocupación aún mayor, pues su prevalencia está aumentando. Ello se debe a que la población está envejeciendo y el riesgo de discapacidad es superior entre los adultos mayores, y también al aumento mundial de enfermedades crónicas tales como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los trastornos de la salud mental”.


México no es la excepción y en Veracruz el asunto es de tal magnitud que no puede ignorarse. A pesar del claro sub registro y la carencia de información cierta sobre el tema, hay entre 650 mil y un millón cien mil veracruzanos con discapacidad. El tema reclama soluciones de fondo y prontas. Las personas con discapacidad no son culpables de haberse sacado la lotería… al revés.

juanantonionemidib@icloud.com














Cosas Pequeñas
CRISIS

Por Juan Antonio Nemi Dib

Con toda lógica y mucho sentido común me dice un amigo que me despreocupe, que los intereses en juego son tantos y tan grandes, que no van a permitir que la economía mundial reviente, que el escenario de ruptura de la Unión Europea es más discurso que realidad y que si es necesario van a sacar dinero de donde sea -incluso imprimiéndolo- para asegurar que las cosas sigan funcionando como a ellos conviene.

Y a este argumento lo abonan los hechos más recientes: después del escenario ominoso que se dibujó en las semanas anteriores, las bolsas de valores (insisto: los casinos financieros del planeta) empezaron a recuperarse, con las de Estados Unidos en primer lugar y presuntamente gracias a que las cifras de consumo del mercado norteamericano crecieron. Finalmente Italia acepta realizar recortes draconianos en su gasto público y la proximidad de las elecciones generales en España, que parecen predecir un cambio inevitable del Partido Socialista -hoy en el Gobierno- al Partido de la derecha (el Popular), generan en los capitales peninsulares la expectativa de recuperación que habían perdido. Las economías de Portugal y Grecia aún no la libran y sus problemas siguen presentes pero la realidad es que, en términos prácticos, sus volúmenes son relativamente pequeños si se comparan con el monto total de la economía de la “Eurozona”.

No se puede asegurar que el “fantasma de la recesión” se haya ido definitivamente pero es un hecho que los sectores conservadores de nuestro vecino del norte ya torcieron lo suficiente el brazo de Barack Obama y si bien están aplicados para que el demócrata pierda las próximas elecciones presidenciales, tampoco quieren arrancarle la extremidad, saben que sería demasiado peligroso. Por lo menos, ahora su Gobierno puede ya, legalmente, continuar endeudándose para pagar sus compromisos, seguir subsidiando con cantidades inconmensurables a la industria militar, a la fabricación de armamento y a los proyectos secretos de investigación de las grandes corporaciones bélicas que, con sus tecnologías, garantizan la supremacía estadounidense y -también- los grandes negocios, incluyendo además a las grandes productoras de energía que también reciben su tajadota, pero eso sí: sin aumentar impuestos a los ricachones y, por el contrario, recortando de manera drástica los programas de ayuda social.

Pero no es para cantar de gusto. Las perspectivas para México, aún con esta ligera mejoría en el clima general, se asocian a la disminución del trabajo para nuestros migrantes -y por ende, una sensible caída en el monto de las remesas que constituyen un fuente crítica de financiamiento para nuestro País-, una baja en nuestras exportaciones, la contracción en la demanda de servicios turísticos (de por sí afectados por las noticias internacionales acerca de la inseguridad en el territorio nacional) y, como casi siempre suele ocurrir, en aumentos de precios de los servicios e insumos importados de los que somos salvajemente dependientes y que se pagan en dólares.

Aunque el Gobierno Federal y el Banco de México se empeñen en decir que estamos “blindados” para resistir los efecto de esta difícil coyuntura económica, lo cierto es que ni todas las reservas que custodia el doctor Agustín Carstens (en divisas, en metales preciosos) ni los pagos puntuales a los acreedores públicos y privados ni los llamados a la confianza serán suficientes para compensar los efectos negativos en la disminución de los ingresos nacionales, la reducción de mercado para nuestros productos y el aumento en los costos de operación de las empresas mexicanas.

Y como siempre ocurre, estas cosas le pegan más a quienes son más vulnerables. Es probable que el costo de la vida sufra incrementos -empezando por los combustibles-, que aumente la presión sobre el empleo (lo primero que suelen hacer las empresas en estos casos es despedir personal) y que el Gobierno mexicano tampoco disponga de fondos suficientes para nuevos proyectos de inversión que contribuyan al desarrollo, al combate a la pobreza y, sobre todo, a la creación de riqueza social.

Un ciudadano lúcido llamó a un programa de radio y dijo que lo mejor que podemos hacer los mexicanos en este momento es comprar productos mexicanos. Después recibí varios mensajes a través de internet con esta misma propuesta: al adquirir productos mexicanos finamente lo que se hace es proteger nuestros empleos y mantener operando la planta productiva de nuestro País.

Es cierto que lo hecho en México no siempre es tan bueno y a veces no se corresponde la calidad con su precio, es verdad, también, que la poca capacidad adquisitiva de la gente le obliga a comprar lo que puede, no lo que desea ni lo que necesita. Eso nos lleva a otro problema igualmente serio: la debilidad de nuestro mercado interno, provocada por los bajos ingresos de las familias, la penuria que representan -en general- los salarios y la pobreza que le pega duro a casi la mitad de los mexicanos.

112 millones de personas consumiendo todo lo necesario para vivir con decoro harían de nuestra economía nacional una Jauja, un emporio que no dependiera del exterior, ni para bien ni para mal... si tuvieran con qué hacerlo. Quede el consuelo de que, al comprar productos mexicanos -incluso un botellín de agua- algo estamos haciendo, con responsabilidad, para paliar la crisis, aunque algunos sigan acumulando y muchos sigan sufriendo, posiblemente sea “lo menos peor”.