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DIVERSIDAD

Por Juan Antonio Nemi Dib


La semana pasada me referí a la reflexión del genial científico Stephen Hawking respecto de la posibilidad de que exista en el universo vida inteligente más allá de la Tierra, así como su dura calificación para los humanos: “Sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para ver cómo la vida inteligente (fuera de nuestro planeta) podría desarrollarse hacia algo que no querríamos ver". La cita estaba en relación con la provocativa pregunta de Rosa De la Rosa sobre nuestra especie: “¿hemos evolucionado?”. Resulta especialmente significativa la diversidad de respuestas de los amables lectores, que por obvias razones de espacio es imposible reproducir en su totalidad. Aquí algunas de ellas:

* En mi punto de vista, la pregunta de fondo sería ¿ha conocido modificaciones positivas la naturaleza humana?

* ...No somos ni mejores ni peores que otras generaciones, sólo que somos más y estamos instalados en esa condición humana que nos ata a todo lo terreno. No podemos ser mejores seres mientras no alimentemos la parte espiritual y dejemos los instintos a un lado. Con todo respeto, ¿por qué nos preocupamos tanto por los extraterrestres si no nos podemos llevar bien con nuestros padres, nuestros hijos o nuestra pareja, si no estamos agradecidos con lo que tenemos?

* De plano hay que ser optimista para pensar que después de treinta kilómetros de altura toda la vida posible es de un grado evolutivo superior y que serán “buenos”... ojalá que no sean como nosotros.

* Lo que necesitamos es vivir en equilibrio de cuerpo y mente para poder evolucionar de manera correcta, porque es la ausencia de Dios la que nos lleva a vivir como estamos.

* Me detuve a pensar y recordé cuando manejo el coche cotidianamente, recibiendo los insultos y la agresividad de taxistas, jóvenes, camioneros y hasta jovencitas, pero... ¿es correcto y cuantitativamente válido mi análisis?

* ¿Somos más inteligentes que los antiguos griegos, egipcios, chinos? Francamente no lo creo. Nosotros tenemos la ventaja de usar el conocimiento acumulado y lo reproducimos proporcionalmente al incremento de instrumentos, equipos, tecnología, etcétera. Evolucionamos en partes y por sistemas inteligentes, no por inteligencia biológica. No, no somos mejores como individuos, somos mejores como sistemas, como civilización.

* Indudablemente que existe evolución. Calificarla como positiva o negativa, es subjetiva. Como decía el filósofo griego Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Creo que los seres humanos sufrimos cambios día a día... hay cambios (pueden o no ser avances) en diversos aspectos de la vida del ser humano. Sin embargo, si el objetivo del planteamiento es calificar la consecuencia de esos cambios, estaríamos en un dilema, ya que la perspectiva de las cosas cambia con el tiempo y lo que en una época fue malo, en otra es bueno. Por ejemplo la música: “Los Beatles” no eran bien vistos por su música estridente, sin embargo ahora los escuchas y suenan totalmente inofensivos. El propio Galileo fue parado en seco por la Iglesia al considerarlo un blasfemo y ahora el mismo Vaticano reconoce su contribución al conocimiento del Universo. ¿El ser humano ha evolucionado? Definitivamente (según el estricto significado de la palabra).

* Estoy convencido de que hace 50 años se vivía mejor que ahora, a pesar del desarrollo tecnológico, la internet y lo que me digan... antes, por ejemplo, no teníamos redes electrónicas de comunicación, pero la educación que recibieron nuestros padres y abuelos era muy superior a la actual.

* Tengo edad para opinar porque sé muy bien si era mejor la especie humana hace 50 años o bien hoy... en general es cierto que hay mejor alimentación, pero la mayoría está mal nutrido. Los valores no cambian, son eternos e inmutables. Si revisas cuáles son las pasiones que muestra el teatro griego, verás que en la contraparte aparecen las virtudes lastimadas, vulneradas, son los valores. Lo que cambia es la manera de apreciar los valores, de calificarlos, de admirarlos... cambian las modas, los hábitos, la forma de enjuiciar socialmente a quienes los transgreden. La bondad será siempre bondad, como es la justicia, la gratitud, la dignidad, la honradez. Los valores son siempre objetivos, nunca subjetivos, son por sí mismos, nos agraden o no.

* Yo creo que en plano espiritual y moral hemos retrocedido mucho.

* Probablemente Hawking está cegado por la inteligencia... yo digo, ¿no?

* Tecnológicamente hemos avanzado una barbaridad pero si regresaran al mundo Platón y Sócrates nos verían como unos verdaderos malvados que nos hemos olvidado de bien, de la justicia y de la moral.

* No puedo evitar sentirme desilusionado de la humanidad. Hay cosas que parecen absurdas y sin embargo suceden. Cuando parece que todo está mal, siempre hay algo que puede empeorarlo. Se escucha tremendamente pesimista, pero la realidad no ayuda mucho. Claro que siempre está uno en la búsqueda de mejorar, de ver las cosas desde otro ángulo...
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EVOLUCIONADOS


Por Juan Antonio Nemi Dib



A media comida, frente a la espectacular vista de su jardín que es en realidad un bosque, la anfitriona preguntó si a juicio de los que estábamos allí la especie humana ha evolucionado. Hubo una respuesta especialmente interesante, la de alguien que dijo que en las cuestiones estrictamente materiales -lo que tiene que ver con el aprovechamiento de los recursos naturales, la comodidad y el acceso a mejores condiciones físicas de vida- no se puede negar que hay progreso, pero que en cambio, en lo relativo a la conciencia, es decir, la percepción íntima y profunda de la vida espiritual, los avances han sido muy pocos.

Fueron apenas unos minutos de charla, pero a mí la pregunta me quedó sembrada. No deja de rondarme en la cabeza. ¿Somos mejores los humanos de hoy que los de hace 50 años?, ¿y que los de hace cien o quinientos o un milenio?

Es cierto que vivimos mucho más tiempo y que, en general, tenemos acceso a muchos más satisfactores que antaño. Se han visto varias revoluciones tecnológicas y algunas explosiones del conocimiento -el Renacimiento, por ejemplo- que han cambiado el rumbo de la historia; especialmente en el último siglo, la tecnología ha producido cambios dramáticos en prácticamente todos los aspectos de la vida humana, seguramente que muchos de ellos, para bien.

Somos individuos -y sociedades- mejor alimentados, mejor informados y hemos agregado a nuestra cultura conceptos como recreación (una idea relativamente nueva), derechos laborales (particularmente jubilaciones y pensiones) y la idea, también reciente, de que el hombre “tiene derecho” a una existencia razonablemente cómoda, pacífica y protegida por leyes e instituciones.

Todavía no se alcanza a medir el enorme sentido democratizador de la internet y lo que significa el hecho de que numerosas personas en el mundo tengan acceso a casi toda la información y los haberes científicos generados durante miles de años, patrimonio que mucho tiempo estuvo disponible sólo para unos cuantos. La inmediatez de la información -“tiempo real”, es el concepto que usan los expertos- implica también un cambio profundo en los modelos culturales, que sin duda se asocia al acortamiento de las distancias, los viajes rapidísimos y de menor costo y la posibilidad de hablar casi con cualquiera en cualquier momento.

La medicina, la física de materiales, las técnicas de manufactura y la producción en masa, la compresión de información, la inteligencia artificial, la navegación aérea y espacial, las nuevas modalidades energéticas y la electrónica aplicada son algunos de los campos en los que el hombre ha creado auténticas nuevas dimensiones de vida.

Pero... ¿somos más inteligentes?, es decir, ¿tenemos mayor capacidad de comprender los fenómenos y, por ende, de actuar menos conforme a las emociones, los impulsos y los apetitos?. ¿Somos más justos?, es decir, ¿vivimos más cerca del principio de equidad, respetando lo que nos es diferente y lo que no nos pertenece?. ¿Somos menos egoístas y ambiciosos?, ¿tenemos menos propensión para acumular lo innecesario?, ¿nos pesa menos el éxito ajeno?. ¿Asumimos con tolerancia la diversidad?. ¿Aumentamos nuestra capacidad de compartir y actuar solidariamente respecto del sufrimiento y las carencias de otros?

Rafael -quien respondió a la pregunta de nuestra anfitriona- dijo que en el ámbito de la “evolución moral”, cualquier respuesta que se dé resulta relativa (y por ende insuficiente), dado que los asuntos de conciencia, de bondad o maldad, son valores culturales, que cambian en el tiempo y en cada sociedad, de modo -agrego yo- que lo inteligente, bueno, justo y adecuado para unos, puede no serlo para otros.

Y... ¿de dónde salió todo este rollo? Resulta que DISCOVERY acaba de producir un programa de Stephen Hawking, en el que el genial científico asegura que es lógico aceptar la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra y que los humanos deberían evitar el contacto con ella. Según EL PAÍS, Hawking dijo: “Para mi cerebro matemático, los meros números hacen que pensar sobre extraterrestres sea perfectamente racional. El verdadero desafío es averiguar cómo pueden ser de verdad”. Y luego agrega: “Sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para ver cómo la vida inteligente (fuera de nuestro planeta) podría desarrollarse hacia algo que no querríamos ver".

Es obvio que a Hawking le viene guanga la temporalidad de los valores morales y que él no está precisamente feliz con lo que los humanos hemos hecho de los humanos. No es el único.

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ADVERSARIOS


Juan Antonio Nemi Dib




La parábola hace referencia a un pleito entre hermanos, algo común en todas las sociedades y en todos los tiempos. Sin embargo, se trata de un referente cultural con mucha raigambre en la cultura de Occidente, a tal punto que en la tradición judeocristiana se considera el primer homicidio de la historia -fratricidio en realidad- y el referente de lo que son capaces de producir los celos, la envidia y la competencia.


Adán se unió a Eva, su mujer, la cual quedó embarazada y dio a luz a Caín... después dio a luz a Abel, el hermano de Caín. Abel fue pastor de ovejas, mientras que Caín labraba la tierra. Pasado algún tiempo, Caín presentó a Yavé una ofrenda de los frutos de la tierra. También Abel le hizo una ofrenda, sacrificando los primeros nacidos de sus rebaños y quemando su grasa. A Yavé le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y la suya. Ante esto Caín se enojó mucho y su rostro se descompuso. Yavé le dijo: “¿Por qué andas enojado y con la cabeza baja? Si obras bien, podrás levantar tu vista. Pero tu no obras bien y el pecado está agazapado a las puertas de tu casa. Él te acecha como fiera, pero tú debes dominarlo”.


Caín dijo después a su hermano Abel: “Vamos al campo”. Luego se lanzo sobre él y lo mató. Yavé le preguntó: “Dónde está tu hermano” y Caín contestó: “No lo sé, ¿soy acaso su guardián?”. Entonces Yavé sentenció: “¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra. En adelante serás maldito y vivirás lejos de este suelo fértil que se ha abierto para recibir la sangre de tu hermano, que tu mano ha derramado. Cuando cultives la tierra, no te dará frutos; andarás errante y fugitivo sobre la tierra.”


Mahoma supone que Abel se dejó matar por Caín. En la Sura 5.28 del Corán, cita: “Y si tú pones la mano en mí para matarme, yo no voy a ponerla en ti para matarte, porque temo a Alá, Señor del Universo”. Esto es llevar al extremo la previa sentencia evangélica: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos.” (Mt. 5-38)


Si es esta la conducta éticamente deseable (no responder a los agravios, perdonar las ofensas, soportar los excesos), ¿dónde queda el derecho a la defensa?, ¿es inmoral e inapropiado amparar lo ‘propio’? Por ejemplo y a contrario sensu, nuestra legislación penal exculpa, es decir, perdona a los individuos que hacen algo prohibido por la misma ley cuando es evidente que actúan así para protegerse, para evitar una agresión actual, inminente o inmediata que ellos no propiciaron.


Entonces, ¿cómo resolver este dilema cuando se trata de la disputa por el poder público?, ¿en el ejercicio de los derechos políticos -entre ellos, la búsqueda del poder a través de medios e instituciones legales- caben los principios éticos?

Es famosa la tesis de Carl von Clausewitz en el sentido de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, aunque Michael Foucault revierte la tesis y dice que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Frente a estas sentencias surge una importante gama de preguntas: si el adversario es perverso, cruento y violador de la ley, ¿se ha de serlo también para estar en condiciones de combatirlo con equidad y posibilidades de triunfo?; ¿es lícito que el competidor débil utilice malas artes?; ¿justifica la falta de equidad en la contienda el actuar fuera de la ley?; ¿es candoroso el político que mantiene su lucha en los límites de la legalidad?; ¿premiará la sociedad -en este caso los electores- a quien cumple con lo debido o le castigará por su inocencia?



Sabidos los hombres de que la lucha es inevitable y consustancial a la especie humana (Hobbes en El Leviatán: ‘la guerra de todos contra todos’) hace buen tiempo que decidieron ponerle reglas, sujetarla a condiciones y límites con la intención de reducir su crueldad, de mitigar sus efectos nocivos. Las democracias como las conocemos no son otra cosa -siguiendo al mismo Hobbes, a Clausewitz y a Foucault- que guerras “legalizadas” en las que se acotan (o se supone que se acotan) las capacidades para dañar al adversario y se privilegian los métodos racionales de disputa. Sin embargo, por lo general, estos principios se mantienen en el nivel de la teoría y la retórica: las campañas, las elecciones, se tornan en férreas batallas para las que los principios y los límites son estorbos, hay que ganar al precio que sea.


Francamente no sé si quien se dice en desventaja deba mentir y acudir a las conocidas guerras sucias. A fin de cuentas, acaba siendo igual o peor que aquello que pretende combatir, a no ser que lo importante sea el poder y no las necesidades de la gente a la que se dice servir. Quizá Abel se pasó de... ingenuo y por eso le dieron con la quijada.


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OPINIÓN DIVIDIDA

Juan Antonio Nemi Dib



Envío mi artículo a un grupo de amigos y lectores que lo reciben con tolerancia. Algunos me hacen amables comentarios que me retroalimentan: acusan recibo, observan errores de juicio, corrigen algún dato, amplían la información, suscriben alguna idea, responden con un mensaje de cortesía o, de plano, cuando las diferencias de criterio no pueden conciliarse, muy democráticamente me envían a freír espárragos. Más de una vez me han hecho darme cuenta de mis yerros y también me han respondido con comentarios que son, por sí mismos, verdaderas tesis dignas de publicación y análisis.

Podría yo estar abusando de la amistad y la paciencia de quienes se sienten comprometidos a responder mis rollos –no sólo a leerlos— pero se trata de un ejercicio estupendo de intercambio posible gracias a la internet, que me da la enorme ventaja de precisar y mejorar mis opiniones, además de saber que alguien hay que habrá leído mis ocurrencias que, aún escritas con el mejor propósito, de otro modo podrían quedar en el limbo y sin destinatario posible. Definitivamente, aunque sea impertinente vale la pena seguir esta práctica.

La semana anterior no fue distinta. Escribí sobre la idea del Gobierno Federal, primero para constituir una única policía nacional y ahora, con matices, eliminando a las policías municipales (a las que se considera incapaces de enfrentar los actuales retos de la seguridad pública) para conservar sólo policías estatales y federales a la altura de la problemática nacional. Esta vez el tema produjo muchos comentarios. Aunque son igualmente interesantes y valiosos, me es imposible citarlos todos, pero aquí hay algunas muestras:

- “Entre los policías existe mucha corrupción, simplemente porque como les pagan poco se corrompen al mejor postor, esencialmente es un asunto de salarios”.

- “¿Y las academias de policía para capacitar desde la tropa hasta los mandos, ya no funcionarán como tales?, ¡qué tiempos aquéllos en los que por la reforma constitucional de 1983 (promovida por el presidente De la Madrid) se consideraba a la policía preventiva como un servicio municipal!”.

- “Considero muy peligroso que la policía quede en un mando único”.

- “Yo creo que sí, es una simple ocurrencia para salir del paso”.

- “Comparto tus sospechas. El problema de fondo es el Estado mexicano, la pérdida de legitimidad… la centralización del poder policial es contraria al pacto federal pero también lo es a toda perspectiva democrática.”

- “Es necesario que se den los recursos que necesitan a las policías municipales, porque la concentración en una sola corporación no va a garantizarnos nada.”

- “El Secretario de Seguridad Pública [Federal] tendría más control sobre todo aquello que quiere controlar”.

- “Las policías municipales carecen de preparación para hacer frente a la delincuencia organizada. Pero podrían hacer frente a otras tareas. Pero sea que se trate de la policía nacional, estatal o municipal son dos los problemas a enfrentar: la corrupción de los cuerpos policíacos, los jueces y los funcionarios y la vieja creencia de que se puede enfrentar cualquier tipo de delincuencia con el ‘modelo 777’ que con el tiempo ha demostrado ser más que una genial parodia: es una realidad cultural que se manifiesta tan pronto se busca hacer un proyecto público en cualquiera de sus manifestaciones.”

- “Realmente no es la solución, sólo quieren distraer al pueblo, pero ya no ven la cara tan fácilmente”.

Y también las fundadas réplicas:

- “Hay que intermunicipalizar varias zonas, porque los polis municipales son cargadores, mensajeros, office boy’s del ayuntamiento, notificadores, inspectores de comercio y protección civil, choferes de la familia del alcalde y algunos otros oficios, además de ver al final del día que las cantinitas cierren a sus horas, levantar borrachitos y dirimir algún pleito familiar, porque si hay malandros, gatillos o mafios, no les van a hacer nada y posiblemente les den el tip de lo que se mueva a su alrededor.”

- “No me cabe duda que la desaparición de los cuerpos municipales de policía es el único camino sensato, para tratar de enmendar las cosas, aunque desde luego no es el único paso. No hay un solo municipio capaz de estructurar una fuerza policial como la que hoy se requiere, para otorgar una eficaz protección ciudadana, corrompidos muchos e intimidados los más; la dispersión de los escasos recursos no hace sino imposibilitar el cumplimiento de la tarea. Quizá 4 o 5 municipios podrían, si hubiera la voluntad política, organizar cuerpos policiales de cierta calidad, pero visto el armamento y la capacidad de agresión de que ha dado muestras el crimen organizado, cualquier otra medida parece insuficiente, pues además de los recursos materiales se requiere coordinación, que realmente no es posible en la práctica. En un estado de cosas ‘normal’ en el que hubiera un cuerpo de policía nacional seguro y confiable, al estilo de los carabineros chilenos o la guardia civil española, con funciones diferenciadas, en la que los municipales atendieran la delincuencia ‘menor’, no sería necesario esto, pero como están las cosas, todas, todas las corporaciones municipales sirven de ‘tapadera’, bien sea por colusión o por miedo. Traer a la discusión un concepto de la autonomía municipal, que se me antoja decimonónico, hace que se sigan retrasando los pasos esenciales para una lucha a la que lo que le ha faltado es inteligencia.”

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GENDARMES

Por Juan Antonio Nemi Dib



El Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, convocó a una conferencia de prensa el pasado martes 13 de abril. La reunión con los medios de comunicación fue para darles cuenta del encuentro que sostuvieron el día anterior –a puerta cerrada— los integrantes del Gabinete de Seguridad Pública Federal y los senadores de la República. El responsable de la política interior afirmó que la cita con los legisladores, representantes del pacto federal, se desarrollo con plena concordia, en un ambiente constructivo. Dijo: “nosotros tenemos que reconocer la sensibilidad y buena disposición de los legisladores a entender la problemática del modelo de seguridad, la necesidad de reformas para seguir avanzando en la reconstrucción institucional de los cuerpos de seguridad en el país”.

Más adelante explicó que el propósito de dicho encuentro –realmente inusual— fue el de presentar a la “conciliación” de los senadores las propuestas del Gobierno Federal para la aprobación de una Ley de Seguridad Nacional que clarifique “el margen de actuación de las Fuerzas Armadas en aquellos casos donde se afecta la seguridad interior”.

El funcionario insistió de nueva cuenta en la “necesidad de contemplar y discutir en la República un nuevo modelo policial a nivel de Federación y estados”. Además dijo que el Gobierno Federal recibe con beneplácito la declaración de la Conferencia Nacional de Gobernadores que propone buscar un nuevo modelo de corporaciones policiacas que permita a los ejecutivos locales tener “las potencias necesarias para cumplir sus responsabilidades de proteger a la gente y no tener que estar confiando sólo a las Fuerzas Federales que podemos disponer para apoyarlos en esas tareas” [sic].

Gómez Mont reiteró sin ambages la idea que la administración del Presidente Calderón y principalmente del ingeniero Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública Federal, en el sentido de desaparecer a las policías que dependen de los ayuntamientos: “creo que tenemos que repensar el diseño de competencias en materia de seguridad del país”, dijo. Y enfatizó: “Estamos poniendo en la policía municipal una responsabilidad que no es claro que pueda cumplir, necesitamos concentrar menos cuerpos de seguridad, más potentes, mejor estructurados, más profesionalizados”.

Originalmente la tesis era mucho más radical: fusionar a todas las corporaciones policiales en una sola de carácter federal, a la que presuntamente se dotaría de un perfil adecuado –rigurosa selección de personal, capacitación y equipamiento de primer nivel, instrumentos de inteligencia— para combatir con éxito a la delincuencia organizada. Ahora la propuesta se matiza un poco: desaparecer a las corporaciones municipales y fortalecer a las estatales.

En cualquiera de sus modalidades, radical o “light” (policía nacional única o policías estatales coexistiendo), la propuesta diverge de la esencia del pacto federal y la división de competencias entre federación, estados y municipios. Es muy probable que muchos ayuntamientos se sientan incluso emocionados y liberados si se les quita de encima el pesado fardo que implica garantizar la seguridad pública, pero también habrá ediles que estén en contra de que se les prive del mando de la fuerza pública responsable de la prevención de delitos que mandata la Constitución.

Si la cruenta realidad de la seguridad pública en México realmente exigiera cambiar el modelo tradicional de gobierno, probablemente la decisión contaría con respaldo de la sociedad, independientemente de que se modificaran los “principios históricos” del sistema republicano que se basa en el municipalismo. En otras palabras: si realmente la solución de los problemas de seguridad en nuestro país se encuentra en la fusión de las corporaciones policiales y específicamente en la desaparición de las policías municipales, es poco probable que alguien se oponga. Pero… ¿realmente es la solución del problema?

Uno de los argumentos más persistentes en la defensa de estas tesis concentradoras de competencias está en el hecho de que los ayuntamientos carecen de fondos para pagar el costo que implica el tener policías municipales confiables y eficaces, con alto nivel de entrenamiento y recursos. Escuché a alguien que sabe del asunto preguntarse: “¿y por qué caramba no les dan esos fondos?”. Si el problema está en los filtros de admisión, en los sistemas de medición de confianza, en la certificación y en la comprobación del perfil deseable, ¿por qué no se aplican con rigor –como ya está prescrito por la ley— a los policías municipales?

El tema da para mucho –los peligros indiscutibles que implica la centralización de mandos, en un ambiente proclive a la corrupción y susceptible a las amenazas y presiones de la delincuencia organizada, por ejemplo— pero quiero pensar optimistamente que la desaparición de las policías municipales es la solución real del problema y no una mera ocurrencia para salir del paso.

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