Cosas Pequeñas


PIOLÍN

Juan Antonio Nemi Dib



En su monumental historia de las grandes culturas dice Ralph Turner que “el primer animal que se domesticó fue el perro. Se asoció con el hombre en la edad paleolítica superior, época en que se juntó con él para perseguir las presas y rondar luego alrededor del campamento, en busca de comida” y después agrega que “…desde los tiempos antiguos no se ha domesticado ninguna especie animal importante; probablemente la gran época de la domesticación fue la comprendida entre los años 6000 y 4000 a. c.” y que “han fracasado los esfuerzos del hombre occidental moderno para domesticar nuevas especies. Tal fracaso indica, según parece, que sólo las especies domesticadas al principio poseían la plasticidad biológica necesaria para ajustarse al medio ambiente humano”.

Lo más interesante de este apunte se encierra en la expresión “al principio” que Turner utiliza para referirse a los inicios de la civilización, al momento en que el hombre toma conciencia de sí mismo y se constituye –gracias a sus habilidades físicas pero sobre todo a su raciocinio— en una “especie superior” con poder para imponerse y modificar su entorno, dando pie a la concepción antropocéntrica que durante miles de años nos ha hecho creer a los humanos que somos dueños y destinatarios de todo en el mundo, como crudamente se prescribe en el libro del Génesis: "Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra."

Debió resultar traumático descubrir que los humanos apenas somos una entre millones de especies que funcionan como componentes de ecosistemas complejos que pueden marchar perfectamente sin nuestra presencia y probablemente no sean pocos los que se resistan a aceptar esta realidad. Hoy, cualquier persona medianamente informada sabe de la fragilidad a la que están expuestos los ciclos bióticos, debido al impacto de la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación que causamos los “animales superiores”. A estas alturas, son más que notorias las consecuencias concretas de la depredación que llevamos a cabo en este ejercicio cotidiano de someter al planeta, como si quisiéramos convertirnos a nosotros mismos en especie en peligro de extinción, gracias a nuestros abusos.

Pero ni con todo eso modificamos la convicción de que estamos por encima del resto de las especies vegetales y animales, entendiendo ese “encima” como el derecho arrogante de disponer de lo que se nos ocurra para disfrutar de niveles de bienestar con costos ambientalmente insostenibles incluso en el corto plazo. Paradójicamente, a mayores niveles de desarrollo y “civilización”, mayor gasto energético y consumo de recursos naturales, algunos irrecuperables.

Frente a esa actitud, sin ser “racional” ni “superior”, Piolín nos mostró la diferencia. Tocayo del canario cabezón de los dibujos animados, Piolín es el nombre de un perro Fox Terrier sin ‘pedigree’ ni apellidos de linaje, más bien corriente, que perteneciendo a una especie “inferior” y técnicamente “domesticada” por el hombre, nos procuró una buena cantidad de lecciones.

Piolín dio a mi familia su compañía sin límites ni condiciones; siempre enfrentó, alerta y firme, sin detenerse a medir consecuencias para él, los menores atisbos de peligro para nuestra casa y sus ocupantes y ahuyentó a más de un intruso. Piolín no protestó si algún domingo olvidamos darle de comer y, al día siguiente, su cola moviéndose, los brincos jubilosos y algunos lengüetazos, fueron tan sinceros e intensos como siempre. Piolín fue obediente sin cuestionar jamás cosas que debieron parecerle muy absurdas, como el control que ejercimos sobre su fisiología, impidiéndole aparearse con esta o aquélla hembra que a él le apetecieron. Debimos parecerle locos cambiando de casa de Córdoba a Veracruz y de Veracruz a Xalapa y en Xalapa, más de una vez, pero tampoco protestó.

Llegó en una pequeña canasta, que aún era grande para él, con un gran moño rojo, regalo –maravilloso regalo— de Laura y Bernardo Cessa para mi hija mayor, que entonces tenía 3 años. Piolín fue ejemplo de lo que significa amor incondicional y el deseo permanente de dar, a cambio de nada. Piolín nunca comió más de lo necesario y podía cambiar un plato de alimento por su paseo cotidiano; su gran lujo era correr libre por el campo, en las escasas ocasiones en que le dimos la oportunidad de hacerlo. Valiente y decidido al vivir su condición de perro con los de su especie, nunca se rajó y tres veces fue a parar al hospital, pero jamás atacó a una persona o a un perro más pequeño. Piolín hizo amigos en serio y para siempre, como Izcóatl y Abel.

Piolín no evadió impuestos, nunca despojó a nadie, no intrigó a nadie, ni acumuló cosas innecesarias en su casa, pero siempre estuvo presente, agradecido incluso por una fugaz caricia, haciéndonos sentir que estaba satisfecho. Piolín vivió sin despojar a nada ni a nadie. Piolín nos enseñó que “comer como animal”, que “portarse como animal” y “ser un animal” son expresiones que honrarían a muchos humanos, empezando por mi.

El miércoles pasado, luego de casi 15 años de acompañarnos, fueron necesarios seis centímetros de pentobarbital sódico para que Piolín dejara de sufrir las molestias causadas por un cáncer linfático que soportó estoico durante trece meses y que, llegando al extremo de arrancarse con el hocico los tumores superficiales, ni el último día le impidió transmitir afecto.

La médica veterinaria Teresa Trinidad Palmeros lucha tan bien como se puede contra estas patologías caninas asociadas al estilo de vida pero no de sus pacientes, sino de los “amos” de sus pacientes (Muchas gracias, doctora).

No es difícil entender por qué se extraña a Piolín.

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Cosas Pequeñas

EL CUERO Y LA CAMISA

Juan Antonio Nemi Dib


La evidencia confirma el sobado y obvio pero inapelable refrán: duele más lo propio que lo ajeno. Casi dos meses de huelga en la Universidad Autónoma Metropolitana me ponen de punta los pocos pelos que me quedan, ya que fue precisamente la UAM la que me dio cobijo generoso y me permitió cursar mis estudios de licenciatura, que concluí hace casi 24 años.
La actual huelga ya superó en duración a la que me tocó vivir en 1983 y que provocó la cancelación del curso, como probablemente ocurrirá también ahora. En la medida en que transcurre el conflicto, se hace más complicado entender que la demanda salarial de 35% funcione más bien como argumento secundario, casi como un pretexto, pues a fin de cuentas el Sindicato sabe que la Universidad depende irremediablemente del subsidio que le proporciona el Gobierno Federal, de modo que la bronca es en realidad contra la Secretaría de Hacienda, aunque el prestigio académico de la UAM se despeñe y los estudiantes paguen las consecuencias.

Es una huelga lamentable –supongo— para los alumnos y padres de familia, aunque no sé si también para los empleados y funcionarios de la UAM, como lo explicó claramente Sergio Sarmiento: “En el perverso universo de la educación estatal todo se confabula para que ni los directivos ni los trabajadores tengan un incentivo real para regresar a clases. Los funcionarios siguen recibiendo su sueldo durante el conflicto mientras que los líderes sindicales saben que al final, como parte de la negociación, le arrancarán a la universidad los salarios caídos. Las huelgas se convierten así en vacaciones pagadas. Al fin y al cabo el contribuyente lo paga todo. Esta huelga, que afecta a unos 45 mil estudiantes, diez mil trabajadores y tres mil profesores fue decidida por menos de 200 delegados sindicales: 164 votaron por la huelga y 84 por continuar las clases. Diez se abstuvieron.”

Pero de todo, lo que mas impresiona es la estadística: la UAM tiene un maestro por cada quince alumnos y un empleado universitario para cada 4.5 estudiantes. Con estos recursos humanos disponibles, mi universidad debiera ser una de las mejores del mundo. Debiera ser una universidad digna de presumirse. Pero me temo que la UAM podrá recomendarse cada vez menos después de este ácido conflicto laboral en el que apenas 1.64% de los trabajadores decidió ir a la huelga, después de que un comité sindical derrotado en las elecciones de noviembre continúa mandando y se impone a la “representación sindical legítima” determinando la huelga, después de que la Secretaria General del sindicato renuncia a su encargo en medio de una violenta asamblea y al día siguiente se arrepiente y se reinstala y después de que “estudiantes desconocidos” irrumpen violentamente en las negociaciones, logrando cancelarlas a golpes una y otra vez, lesionando incluso a los mismos dirigentes sindicales.

Independientemente de quién pague –el dinero de los padres de familia en las escuelas privadas o los impuestos de los contribuyentes en las públicas— la educación universitaria es muy costosa; se invierten cientos de miles de pesos en dar a los jóvenes los conocimientos y el método que, al menos idealmente, habrían de convertirles en profesionistas especializados en alguna rama del saber; por ello se presume que al egresar de sus licenciaturas contarían con las herramientas teóricas y prácticas para enfrentarse al mercado de trabajo, retribuir a la sociedad el enorme esfuerzo de educarlos y lograr una razonable calidad de vida para ellos y sus familias mediante sus ingresos por el ejercicio profesional.

Solemos quejarnos de que las escuelas públicas no ofrecen suficientes plazas para todos aquéllos que aspiran a un título universitario pero, como lo hace evidente la huelga de la UAM, hay otros problemas igualmente serios en las universidades mexicanas: tendríamos que saber cuántos de los que consiguen las ansiadas plazas logran concluir sus estudios de licenciatura, informarnos sobre aquéllos que terminan satisfactoriamente sus cargas académicas y logran desempeñar sus profesiones; hay que cuestionar a las universidades sobre la calidad de los programas que ofrecen, si realmente cubren en tiempo y forma los planes de estudio y si sus alumnos reciben en cantidad y calidad los conocimientos que deben aprender durante su paso por la universidad.

Tenemos que preguntar si los egresados universitarios están realmente preparados para competir por los escasos sitios que ofrece la deprimida economía, si podrán aplicar exitosa e integralmente los resultados de su entrenamiento al servicio de la sociedad, si éste entrenamiento responde a las necesidades del país o es, a fin de cuentas, un desperdicio de recursos y, sobre todo, si este proceso de formación universitaria permitirá a los egresados realizarse como individuos, en el seno de su comunidad. Al final de la jornada, necesitamos saber si los egresados se frustran frente a la realidad o si alcanzan los mínimos de satisfacción personal que son deseables.

Públicas o privadas, las universidades deben ser generadoras de conocimientos, no sólo divulgadoras, porque cuando se limitan a esta última función tienden a repetirse, a tornarse obsoletas y a matizar con polvo sus actividades. Las plazas académicas han de obtenerse por méritos y mediante concurso, no como prebendas o “conquistas” y a las universidades han de dirigirlas sus mejores catedráticos, no los más activistas o recomendados. Los trabajadores universitarios tienen derecho a buenas condiciones de trabajo y a que éstas mejoren constantemente, pero ello debe ser proporcional a la calidad de su desempeño y no a la capacidad de agredir y amenazar que muestren sus dirigentes. Los académicos deberían certificarse constantemente, como ocurre en las buenas universidades del mundo y los exámenes tendrían que ser departamentales y objetivos, para garantizar la calidad del proceso de enseñanza/aprendizaje.

No puede confundirse la autonomía en la cátedra y la libertad de pensamiento –que se entiende, se defiende y procura— con la administración y gobierno de esas instituciones que son vitales para la nación y que no debieran ser feudos ni cotos de unos cuantos, mucho menos rehenes de sindicatos radicales como el de la UAM, que tampoco rinden cuentas a nadie, ni siquiera a sus agremiados. Las universidades deben someterse a escrutinio profundo, como entidades de interés público que son y no constituir una casta o fuero aparte. El éxito en la gestión universitaria debe medirse por la calidad y no por la presencia o ausencia de conflictos, como solemos hacerlo.

Buenas universidades egresan buenos universitarios. Buenos universitarios son un tesoro en la sociedad moderna, la sociedad del conocimiento. Bien entrenados y con compromiso social, los egresados universitarios tienen muchas más posibilidades de éxito, entendido éste como servicio profesional de calidad para su la comunidad, pero también de satisfacción propia, espiritual y material. Lo contrario de este propósito –los universitarios medianamente preparados y candidatos al fracaso, médicos vendiendo medicinas o conduciendo taxis— cuesta muchísimo a la nación y a ellos mismos, afecta al país más que ayudarlo y, como está ocurriendo ahora con la UAM, desprestigia, ofende y duele, más en el cuero que en la camisa.

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Cosas Pequeñas


GREENVILLE


Juan Antonio Nemi Dib



Cuesta mucho trabajo entender el nivel de desconocimiento y desinformación que tienen sobre México los estadounidenses promedio. A pesar de que compartimos la frontera internacional más grande del mundo, que representa más de 300 millones de cruces de personas por año, con todo y los enormes vínculos que nos han unido y enfrentado de manera inevitable a lo largo de 3 siglos de historia compartida, a pesar de las impresionantes cifras de nuestra asociación económica, como clientes y proveedores mutuos, a pesar de que hay unos 30 millones de mexicanos de primera o segunda generación viviendo en Estados Unidos, los vecinos saben muy poco de nosotros y tampoco se esfuerzan demasiado para saber más.

Speedy González y el campirano enfundado en sarape veteado y sombrero de ala ancha, durmiendo a la sombra de un cactus, son estereotipos que –si acaso— han evolucionado hacia la figura del mexicano agresivo, negado para cumplir las leyes, ineficiente, corrupto y holgazán que los grandes aparatos de propaganda han sembrado con eficiencia y que nosotros contribuimos a consolidar entre millones de norteamericanos que a veces tienen dificultades para ubicarnos en el mapa.

Aunque en menor medida, los mexicanos tampoco nos quedamos muy atrás en lo que significa desconocer a nuestros vecinos, a los que erróneamente suponemos como una sociedad homogénea y unitaria que piensa igual, que canta al unísono con la misma tonada: si en el mundo existe una nación compleja, maleable, volátil y llena de contradicciones, son precisamente los Estados Unidos de América. Es cierto que los valores esenciales en los que se funda su proyecto nacional parecen claros e inamovibles, pero en muchas ocasiones hemos sido testigos (y víctimas, en no pocas ocasiones) cuando se atraviesan los grandes –y también complejos— intereses capaces de imponerse por encima del discurso democrático y humanitario que pregonan.

Las diferencias entre ambas culturas y ambos modelos de organización social son grandes y el poco conocimiento mutuo hace aún más difíciles nuestras relaciones de vecinos. Por ello, me parece ingeniosa y útil la Iniciativa Latina para Líderes Políticos y Cívicos propuesta por el Centro para el Entendimiento Internacional de Carolina del Norte. Hoy, ese estado de la Unión Americana es uno de los que mayores flujos de inmigración latina –y particularmente mexicana— está recibiendo y por ello, buscan prepararse para obtener de sus nuevos habitantes el mayor provecho posible y la mayor integración a sus comunidades.

Dirigentes del sector privado, activistas políticos, académicos y funcionarios públicos son invitados cada año a participar de una jornada que incluye sesiones previas allá, en North Carolina; luego, los invitados tienen 7 días de visita en México, durante los cuáles asisten a conferencias y entrevistas en las que buscan explicarse a detalle por qué la gente emigra hacia su país y en qué condiciones lo hace; al regresar a sus comunidades de origen, celebran jornadas llamadas “planeando para el cambio” en las que discuten lo que aprendieron y hacen programas de trabajo orientados a la mejora de la condición de los migrantes y, por supuesto, a un mejor aprovechamiento de sus potenciales; cada participante se compromete a hacer algo en lo personal y compartir sus conocimientos y compromisos con la gente de su entorno.

Estos programas se evalúan a partir de los seis meses de creados y, por lo visto, han impactado positivamente a favor de los migrantes mexicanos, en materias como la salud, la educación, el acceso a los servicios públicos y la creación de “centros latinos”. Este año la visita fue a Veracruz, teniendo por sede Coatepec, aunque fueron también a Coscomatepec y a otras comunidades de “expulsión migratoria”. Yo tuve la oportunidad de que me invitaran a charlar con ellos –alrededor de 30 personas de muy distintas ocupaciones y perfiles— sobre la seguridad pública en México y particularmente en nuestro Estado. Después, como parte del ejercicio, cada miembro de la delegación pasó medio día en compañía de una familia veracruzana anfitriona, con el fin de conocer desde otra perspectiva algunos aspectos de nuestra vida cotidiana.

A nosotros nos asignaron a la doctora Patricia Dunn; ella es presidenta municipal –“mayor”— de Greenville, una comunidad de aproximadamente 60 mil habitantes que pertenece a su vez al condado de Pitt. Además de ser maestra de su especialidad (educación para la salud), Patt –como la llaman— es funcionaria de la Universidad de Carolina del Norte y maneja directamente un presupuesto municipal de poco más de 60 millones de dólares anuales que utiliza para ampliar y dar mantenimiento a una enorme red de servicios públicos (aquéllos que no atienden el condado o el gobierno estatal), pagar a 160 policías, además de bomberos y paramédicos, promover una enorme agenda cultural y financiar los mecanismos de protección social que mantienen elevadísimos los niveles de vida de sus electores.

Patt tuvo la paciencia de responder a una entrevista en video que mi hijo adolescente y sus compañeros improvisaron para cumplir con una tarea escolar y nos compartió su visión respecto del estado actual de la Unión Americana y su proceso electoral en ciernes. En tiempo record pero con intensidad y atención, la alcaldesa visitó las instalaciones de la Universidad Veracruzana, incluyendo su biblioteca central, sus jardines y lagos, así como la Iglesia de Guadalupe en “El Dique”, la Plaza de Xalitic, el Callejón del Diamante (donde hizo algunas compras de artesanías), Palacio de Gobierno, Catedral, Palacio Municipal, El Ágora, la pinacoteca del Estado, la biblioteca Carlos Fuentes e incluso la cafetería de su azotea, en el 6º piso, además del maravilloso Museo Casa Xalapa, que conocí gracias a ella y que me admiró.

Pero lo más importante es que Patt conoció a una sociedad que no pierde su optimismo a pesar del tamaño de los problemas, que la recibió con hospitalidad y respeto igual que al resto de sus compatriotas, una sociedad que aún confía en un entendimiento entre dos naciones que de muchas formas se necesitan y se complementan y que podrían servirse más, recíprocamente, con mayor honestidad y apertura.

Al menos en Greenville, Carolina del Norte, hay una aliada de las buenas relaciones bilaterales entre México y los Estados Unidos; en aquélla población se reconocerá la gran aportación de los migrantes mexicanos al progreso de Estados Unidos y, por supuesto, se respetará a nuestros compatriotas. Ojalá que esto se multiplique, en beneficio de todos, allá y acá.

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Fumar es un placer...¿la adicción también?


Marcela Campos



Sería interesante saber si aquellos legisladores que votaron en contra de esta nueva ley son fumadores o no. Son adictos o no. Y sería interesante para poder comprender cómo es que siendo tan apabullantes los datos registrados por la ciencia, las condiciones que originan estas devastadoras enfermedades tanto a los que fuman como a los cautivos de los que fuman, con tan amplia y corroborada evidencia, aún insistan en echarla abajo.


Yo entiendo bien que un adicto, un verdadero adicto, ése pobre a quien su cuerpo ha sido preso de los tóxicos, ése a quien la química de su organismo le ha jugado una muy mala pasada "haciéndole creer que necesita aquello que le hace daño", ése que jura ahora sí no fumar más y siempre falla, ése a quien su voluntad se ve doblegada ante la "necesidad" física de consumir aquello que le hace daño, ése pobre, no entienda el mal que se hace y que hace a los demás e, incapacitado por su misma condición, termine por considerar que esta ley antitabaco es una majadería, una tontera sin fundamentos.


Y lo entiendo porque eso hace cualquier adicción. La "necesidad" urgente del consumo de aquello que no necesita nuestro organismo -incluso de aquello que le daña- es una de las características primordiales de cualquier adicción. Esa necesidad obnubila la razón, la lógica, el sentido común. Por eso es tan difícil el tratamiento de las adicciones. Todo adicto hace uso de su lógica, de toda su capacidad de razonamiento para darse la razón, para engañarse de la mejor manera posible, para convencerse que nada pasa, que todo está bien y que los demás exageran, incluyendo la ciencia, por supuesto. Así las cosas, qué puedo esperar de un legislador adicto al tabaco.


El estado de interdicción se evidencia. Comprenderé que un legislador vaya en contra de esta ley, si me entero que es un verdadero fumador, un adicto al tabaco confeso. Entenderé por qué no le entra en la cabeza el uno más uno son dos. Porque justamente eso es lo que sucede en las adicciones. No hay lógica posible que pueda incluirse en su estructura mental si se corre el riesgo de atentar contra su propia conducta adictiva. Pues sí, me explicaré su comportamiento y abriremos otra discusión: la interdicción.


Hasta donde sé, aquel que aún siendo mayor de edad, por sus características de salud mental o emocional no puede tomar decisiones por sí mismo, se encuentra, jurídicamente hablando, en estado de interdicción, que significaría que requiere de un tutor que lo haga por él. Las adicciones vuelven incompetentes a los individuos que las padecen en diversas áreas de su vida, hasta que les consumen, literalmente, todas las demás. Comienzan por no darse cuenta de ellos mismos, de sus propias conductas que los llevan a conseguir eso que necesitan a toda costa. Se vuelven incompetentes, para empezar, para tomar decisiones en torno a su propia salud: primero esta "la necesidad" del consumo.


Si los legisladores que votan en contra de esta ley no son adictos al tabaco, entonces estamos mucho peor. ¿A qué intereses, entonces, están respondiendo?


Estoy de acuerdo, como la canción: fumar es un placer. Pero legislar responsablemente es una obligación incuestionable que los ciudadanos debemos observar clara y constantemente.


Y las adicciones, de cualquier tipo, uno de los problemas más graves que enfrentamos hoy por hoy, en el mundo.








Cosas Pequeñas


LA JUNGLA

Juan Antonio Nemi Dib


“Y la vida de cada hombre es solitaria,
pobre, desagradable, brutal y corta”.

Tomás Hobbes. Leviatán




“Jungla” es palabra sánscrita que significa bosque y que la lengua inglesa adaptó para nombrar un predio de vegetación espesa, lluvioso y agreste como los que abundan en la India. Por asociación, jungla remite a la idea de un sitio peligroso para los humanos. Pero jungla no sólo son las serpientes y los felinos feroces que recrean las aventuras de “El Libro de la Selva” de Kipling o las narraciones de Salgari con el intrépido Sandokan venciendo enemigos selvático; es también un estilo de vida sin complicaciones ni convencionalismos en donde los más fuertes y hábiles se imponen sobre los débiles, el poderío es el medio para dirimir conflictos y cualquier animalejo que comete el mínimo yerro en defensa de su vida, estará condenado. En la jungla no existen contemplaciones, treguas ni perdones y si algún ser vivo llega a concederlos, el costo por esas “debilidades” le podrá resultar fatal.

En la jungla opera el principio de selección natural, según el cual siempre ganarán los mejores, pero la condición de mejor no es ética sino práctica: mejor es el que mata más y tiene menos riesgo de morir. Esta fórmula es impuesta por la biología y ajena a la vocación “civilizada” de comunidad de la que presumimos los hombres modernos. La jungla no admite sentimientos solidarios, salvo con los cachorros propios –y a veces, ni eso— y se reduce a dos propósitos: luchar por la vida y garantizar la descendencia.

Por eso, jungla es lo mas parecido al “estado de naturaleza” o la “guerra de todos contra todos” que los primeros pensadores políticos describieron como los estadios iniciales del género humano; eran supuestas colectividades salvajes que los teóricos imaginaron y usaron para explicar la necesidad de un orden social sujeto a leyes. Se presume que en esas comunidades no existirían reglas ni autoridad para imponerlas y que violencia y peligro serían la única constante.

Hoy, ninguno en su sano juicio querría que la jungla se asumiera como estilo de vida generalizado. Sin embargo, la agresiva realidad que enfrentamos hace pensar que quizá estemos a pocos pasos de que ese concepto –la jungla de los hombres— se convierta en realidad. Aún los análisis mas conservadores y las estadísticas, cuando tienen rigor metodológico, obligan a pensar en un deterioro progresivo de la legalidad y la paz pública, en perjuicio de la seguridad de todos y la buena convivencia, como si nos encamináramos directamente a vivir sin más regla que la fuerza ni más recurso que la autoprotección.

Desde 2004 el Fondo de Cultura Económica publicó un libro de Guillermo Zepeda Lecuona cuyas afirmaciones nadie se preocupó en desmentir o siquiera precisar. En el tercer párrafo del trabajo, Zepeda ponía los pelos de punta con dos afirmaciones categóricas: “en una sola década el número de delitos denunciados [en México] casi se duplicó (de 800,000 denuncias registradas en 1991, se pasó a 1’460,000 en 2001)”; y dice también, citando a la Secretaría de Gobernación, que “alrededor de 90% de los delitos queda sin castigo”.

Si las cifras se transportaran mecánicamente al 2008, seguramente habrán presentado otro crecimiento exponencial. Del libro se infiere que, por lo menos hasta 2004, más del 60% de las víctimas mexicanas de delitos decidían no denunciarlos (por desconfiar de las autoridades, por considerar inútil la denuncia, etc.) constituyendo la célebre “cifra negra” de crímenes no declarados, cifra que probablemente resulte más alta en fechas recientes, considerando que el Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos aseguró la semana pasada que de cada 100 delitos, sólo se denuncian tres.

Incluso ciudades tradicionalmente pacíficas como Aguascalientes o Mérida se están estremeciendo con incidentes de violencia cruenta que antaño desconocían. Esta nueva criminalidad no sólo desborda las cifras históricas de ejecuciones, secuestros, “levantones”, asaltos y robos y muchos otros delitos
–violentos o no— sino que inocula y fomenta la percepción social de que irremediablemente se estaría perdiendo la batalla contra el crimen.

Al referirse a la delincuencia organizada, el propio Felipe Calderón dijo que "ahora comienzan o empezaban a controlar hasta negocios lícitos, es decir, le cobraban una cuota al aguacatero o comerciante para lograr la estructura de control que necesitan; esos criminales tienen una lógica de sustitución del Estado, es decir, si el gobierno es el único que por definición tiene el monopolio de la fuerza pública, la delincuencia pretende imponer su fuerza para prevalecer en una región, ciudad o pueblo determinado.”

En 1993 se lanzó una gran reforma judicial que apenas en 1998 fue revertida en cierta manera y profusamente ampliada con otra gran reforma judicial. La evidencia deja en claro que, a pesar de dichos cambios legales, la situación de inseguridad prevalece y probablemente se complica. No obstante, la semana pasada el Congreso de la Unión nos recetó una nueva “gran” reforma judicial que “esta vez sí permitirá luchar eficazmente contra la delincuencia organizada”.

Evidentemente la solución de fondo va mucho más allá de las modificaciones legales. Seguir únicamente por ese camino juridicista no es esperanzador: al mismo tiempo que los senadores aprobaban sin cambios la minuta enviada por los diputados, una flamante servidora pública federal de la procuración de justicia le insinuaba a una amiga mía que a cambio de diez mil pesos, la agente podría declararse incompetente en cierto asunto y “pasarlo al otro fuero”, ya que de otro modo “aún siendo inocente, le será muy difícil”.

Podemos empezar con buenas prácticas cívicas, con ciudadanos decididos a no delinquir, a cumplir leyes y reglamentos sin límites, sin exclusiones, sin excusas, sin influencias, sin atajos, sin sobornos ni ventajas, aunque esto implique sacrificio y esfuerzo. Empecemos por reconocer nuestras obligaciones de ciudadanos y por respetar el derecho de los demás, sin esperar que la autoridad lo haga todo por nosotros, sin esperar que a nosotros nos perdone las faltas pero castigue a los otros. Podemos empezar por no justificar nuestras malas acciones a cambio de las que cometen los demás.

El otro destino, cada vez más cercano, es la jungla.

Nota.- Agradezco el amable telefonema del estimado senador José Luis Lobato Campos. Aprecio su explicación, pero su voto sigue siendo muy equivocado: en materia de humo de segunda mano debe prevalecer el interés de los no fumadores, por encima del derecho de fumar. Por otro lado, es mejor una ley deficiente en defensa de los no fumadores, que no tenerla. Debieron pensar en la vida y la salud los que no fuman y apoyar esa ley necesaria. De cualquier modo, se valora el gesto caballeroso de llamar.

antonionemi@gmail.com

Cosas Pequeñas



ASESINO



Juan Antonio Nemi Dib


Es un hecho científicamente irrefutable que el consumo de tabaco en todas sus modalidades se asocia directamente a enfermedades que pueden ser mortales como cáncer de pulmón, enfisema, bronquitis crónica, neumonía, trastornos circulatorios, enfermedades cardiacas como infartos y endurecimiento de los vasos sanguíneos, cáncer de boca, de laringe, del esófago, de vejiga y páncreas; fumar tabaco también causa conjuntivitis y formación de úlceras.


Incluso las personas que han fumado cigarros por cortos periodos de sus vidas sufren secuelas permanentes e irreparables; 22 de cada cien fumadores desarrollarán la “enfermedad pulmonar obstructiva crónica” (EPOC, por sus siglas), que limita las funciones vitales del cuerpo y que con los conocimientos médicos actuales se puede mitigar pero no curar. También se ha demostrado sin mucha dificultad la asociación del tabaquismo a muchos incendios, accidentes y quemaduras mortales.


El pronóstico de los organismos internacionales es que como consecuencia directa del tabaquismo, en 2008 morirán en el mundo cerca de 4 millones de personas; unas 60 mil de ellas serán las víctimas mexicanas de este asesino apestoso y rebelde. La mitad de esos muertos innecesarios fallecerán prematuramente, antes de cumplir los 60 años de edad y en plena etapa productiva.


El dinero que personas e instituciones gastan para luchar contra los efectos perniciosos de esta pandemia se calcula en decenas de miles de millones de pesos, en México, y en decenas de miles de millones de dólares, en el mundo. Pero lamentablemente, se trata de un problema que afecta no sólo a quienes por su voluntad consumen tabaco y, consecuentemente, asumen voluntariamente el riesgo de enfermar y morir a causa de su adicción. Este vicio daña severamente a personas inocentes, muchas de las cuales no tocarán un cigarrillo en todas sus vidas: se contabilizan en México unos 13 millones de fumadores activos, que consumen habitual o esporádicamente tabaco, sin embargo, son 48 millones de mexicanos los que se diagnostican como fumadores pasivos, es decir, mexicanos envenenados por el humo de tabaco que no han fumado directamente.


Los efectos para un fumador pasivo también pueden ser devastadores: los no fumadores que conviven con fumadores tienen un riesgo 35 veces mayor de contraer cáncer de pulmón, que aquellos que no conviven con fumadores; el 42% de los niños con enfermedades respiratorias crónicas son fumadores pasivos. El humo del tabaco contiene alquitrán, nicotina, arsénico, cianuro, monóxido de carbono, fenol y otras 4 mil sustancias que en muchos de los casos son irritantes y tóxicas que van a depositarse directamente a los organismos de las personas, sin importar quién fumó el tabaco. De esas 4 mil sustancias, al menos 60 tienen efectos carcinogénicos directos, por esa razón varios países clasifican a este “humo de segunda mano” como contaminante peligroso.


Hay riesgos específicos adicionales para los fumadores pasivos: mayor incidencia de asma, mayor incidencia de cáncer de seno y –aunque sea difícil de creer— mayor incidencia de padecimientos cardiacos graves, por fumar pasivamente; hay vínculo directo entre el humo de segunda mano y el síndrome de muerte súbita infantil; se detectan restos de humo de segunda mano en la leche de madres fumadoras pasivas. La lista de daños por humo de segunda mano sigue, y sigue… Preguntaré a un experto si toda esta información significa que el humo de segunda maño daña más a los no fumadores que a los fumadores. De cualquier modo, los fumadores no tienen derecho ninguno a causar daño a los no fumadores, sólo porque se trate de una adicción incontrolable.


Por otro lado, es absolutamente cierto que se trata de un problema que para resolverse requiere, principalmente conciencia individual y determinación de los fumadores a fin de superar su destructiva adicción: la ley no conseguirá obligarles a dejar el tabaco, es verdad. Sin embargo, de acuerdo con las encuestas más serias sobre el tema, 94% de la población mexicana admite los peligros graves de la exposición al humo del tabaco y 81% de los mexicanos respalda francamente una legislación positiva que finalmente decide atacar un problema grave de salud pública mediante un enfoque de interés general y responsabilidad objetiva del Estado. Por primera vez se empieza a proteger a los no fumadores que, evidentemente, están sufriendo la condición de ser víctimas involuntarias y hasta ahora indefensas.


La salud de los no fumadores está por encima de la adicción de quienes fuman y en tratándose de garantías individuales, está muy clara la prevalencia de un derecho sobre el otro. Las leyes para prohibir el tabaquismo en sitios públicos no representan la solución total del problema pero sí una porción sustantiva de ésta. Los legisladores han acertado y ojalá que esta novedosa norma Federal entre en vigor de inmediato, sin complicaciones ni demoras.


Los senadores que se opusieron a la ley para proteger a los no fumadores no votaron a favor del interés general ni tampoco interpretaron el deseo de la mayoría de los mexicanos, cometieron un grave error. Venturosamente se impuso una mayoría razonada y la ley va.


Somos muchos millones de mexicanos los que no fumamos, una enorme mayoría; somos muchos los que respaldamos las nuevas leyes para protegernos de ese asesino, el humo de segunda mano. Ojalá que mi respetado amigo senador veracruzano desista de promover amparo contra ellas como amenazó; en caso contrario, ojalá que la Justicia de la Unión ampare y proteja a la mayoría y le deniegue a él su improcedente petición.


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