Cosas Pequeñas


ABUSOS JUGOSOS

Por Juan Antonio Nemi Dib




Acudí con algunos minutos de anticipación a la cita de trabajo en un famoso -y costoso- restaurante de la ciudad de Veracruz. Tomé mi tablilla electrónica de presumir y me dispuse a entretenerme jugando backgammon contra un virtual adversario -que tiene existencia aparente y no real, define la Academia-, cuando el mesero se acercó con cierto dejo imperativo y me preguntó qué quería yo tomar.

En realidad en ese momento no apetecía yo nada y me pregunté, sintiendo su presión, si era obligatorio hacer algún consumo durante mi espera, sin embargo me sentí incómodo ante la perspectiva de rechazar la “amabilidad” del señore y lo primero que se me ocurrió fue solicitarle un jugo; le pedí que lo trajera con un solo hielo -si las bebidas “al tiempo”, tibias, me agravian, a nivel del mar me son intolerables- y no porque pensara en lo pequeñito de los vasos que usan en ese comedero, sino porque aún peor que el agua tibia me parece el jugo diluido con agua.

En poco tiempo regresó circunspecto el señor camarero y colocó sobre la mesa el vaso al tiempo que me decía con gravedad: “su jugo con un solo hielo, señor”. Le agradecí su servicio y seguí con los ojos en la partida de backgammon, pero algo en el tono de su voz atrajo mi atención y, como acto reflejo, volteé a ver el famoso vaso de jugo: realmente pequeñito y apenas lleno a 3/4 de su capacidad. Pero lo sorprendente era, dentro del recipiente, un enorme trozo de hielo, efectivamente sólo uno, pero que ocupaba casi todo el espacio disponible. No exagero: si 25% del vaso llegó vacío a la mesa, probablemente un 50 o 60% lo ocupaba el trozote de agua congelada, si acaso habría uno o dos tragos de jugo disponibles y ya, era todo. Al final y en estricto sentido, el individuo no había hecho otra cosa que atender mi petición y me había traído lo que yo le pedí; por otro lado, no dudo que su “bromita” le sirviera para hacer escarnio durante el resto de la jornada.

Generalmente evito pelear con los meseros. En serio que los trato siempre con cortesía y deferencia y los comprendo bien -más de una ocasión he tenido que atender mesas, servir alimentos al público y “recoger muertos”, como se llama en el argot restaurantero a las vajillas y cubiertos sucios-, porque tampoco es fácil complacer a clientes engorrosos, que exigimos en la calle lo que ni por asomo pediríamos en la casa y que nos sentimos con derecho a los privilegios gastronómicos de Luis XVI (incluyendo la gratuidad o la baratura). Pero también rehuyo la confrontación con ellos porque manipulan los alimentos que va uno a comer y, si lo desean, siempre tendrán a mano los medios para agriarnos la comida, simplemente tardándose más de la cuenta en servirla, “olvidando” algún platillo o trayendo huevos revueltos y bien cocidos en lugar de estrellados y tiernos, por ejemplo, aunque en las consejas populares se dice que cuando el comensal les cae gordo, suelen hacer cosas aún peores.

Esta vez no fue la excepción. Concluí que no estaba yo de ánimo para discusiones volumétricas, asumí que sería de consecuencias funestas intentar un reclamo con el dueño (¡!) y además decidí ser fiel a mi principio de no pelearme con los camareros.

A pesar de que lo racionalicé y lo asumí durante buen tiempo -mi compañero comensal llegaría 40 minutos después-, me pasé toda la comida con mal humor (aunque sería faltar a la verdad decir que no la disfruté: fue, como casi siempre, de primera calidad) y me sentí burlado, esquilmado. Me pasaron por la cabeza varias preguntas: ¿quién ganó realmente con el chanchullo del jugo, el mesero o la empresa?, ¿lo hicieron como chiste o pensaron que de esa forma evitarían darme más jugo por el mismo precio?, ¿fue algo circunstancial o le aplican el mismo rasero a todos los comensales?, ¿esperaban que yo reaccionara y les echara pleito o intuían que me quedaría callado?, ¿prevén algo sobre el caso las leyes de protección al consumidor?, ¿qué habría ocurrido si me hubiera levantado en ese momento, dejando el jugo servido en la mesa?, ¿se sentirá orgulloso de su “proeza” el mesero y presumirá “el ingenio” con que el barman y él resolvieron el conflicto que les planteaba un solo hielo en el vaso o de plano sólo ejecutaban una mas de las políticas del restaurante?, ¿es esta la forma correcta de actuar para atraer y retener al turista?

¡Trivialidad! ¡Banalidad! ¡Pérdida de tiempo! ¡Exceso de sed! Me espetará más de uno, quizá con razón. “Absurdas, prolongadas e innecesarias disquisiciones sobre la proporción de hielo respecto de la cantidad de zumo”. “No acuda a restaurantes y nadie le escatimará sus raciones”, “¡tome agua!”, me podrán agregar. No faltará quien me diga que no es sano ingerir líquidos fríos y que la próxima vez pida yo el jugo sin hielo, agradeciendo su favor al abusivo.

Pero el fondo, como casi siempre, no está ni en el vaso, por lo menos no el fondo de esta historia, que tampoco está en la cuenta del restaurante, ni en la cantidad de jugo que me dispensan.

De poco sirven los sistemas jurídicos ni los ordenamientos ni las instituciones, cuando hay algunos para los que no existe la determinación de respetar en serio al de enfrente, sino la vocación de fregarlo, así sea con un poco de jugo (o con muchas más “proezas”, incluyendo latrocinios, asesinatos, mentiras y otras lindezas). No es, aunque lo parezca, un asunto menor. A fin de cuentas, lo que vale de una nación es la esencia de su gente, el espíritu de que está hecha; ojalá que los ciudadanos buenos (solidarios) y decentes (honorables), los ciudadanos en el más estricto sentido de la palabra, sigan siendo mayoría, mayoría de las que se imponen con la razón y triunfan con las convicciones.

La Botica.- Comienza un nuevo tiempo para Veracruz; que sea de prosperidad, que sea de esperanzas satisfechas y sueños realizados, que sea para bien de todos los veracruzanos. Lo merecen.

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Cosas Pequeñas


MARXISTAS



Por Juan Antonio Nemi Dib



Un recuerdo cariñoso para
Gerardo Gil Ortiz. Un abrazo a su familia.




En un libro demoledor que analiza la vida y la obra de algunos intelectuales cuyas tesis han cambiado el destino de la humanidad, Paul Johnson arremete salvaje contra el filósofo/economista Carlos Marx: “La verdad es que hasta la investigación más superficial sobre el uso que Marx hace de las pruebas [para sustentar sus teorías] le obliga a uno a considerar con escepticismo todo lo que escribió que dependiera de factores fácticos. Nunca se puede confiar en él. Todo el Capítulo Octavo, clave de El Capital, es una falsificación deliberada y sistemática para [intentar] probar una tesis que el examen objetivo de los hechos demostró insostenible. Sus atentados contra la verdad caen dentro de cuatro categorías. Primero, usa material desactualizado porque el material actualizado no brinda apoyo a lo que quiere demostrar. Segundo, elige ciertas industrias en las que las condiciones eran particularmente malas como típicas del capitalismo. Esta trampa era especialmente importante para él porque de no hacerla no hubiera podido en absoluto escribir el Capítulo Octavo. Su tesis era que el capitalismo genera condiciones que empeoran permanentemente; cuando más capital se emplea peor deberían ser tratados los trabajadores para obtener ganancias adecuadas”.

Y continúa: “En tercer lugar, haciendo uso de los informes del cuerpo de inspectores de fábricas, Marx cita ejemplos de condiciones deficientes y de maltrato de los trabajadores como si fueran el resultado normal e inevitable del sistema. En realidad se trataba de lo que los inspectores mismos llamaban “culpa del propietario fraudulento de hilanderías”, para cuya detección y enjuiciamiento habían sido designados y por ello estaba en proceso de ser eliminado. En cuarto lugar, el hecho de que la evidencia principal de Marx, provenía de estas fuentes, el cuerpo de inspectores, pone al descubierto la mayor de todas sus trampas. Su tesis era que el capitalismo, por su misma naturaleza, era incorregible y, más aún, que en las miserias que hacía sufrir a los trabajadores, el estado burgués era su socio, ya que el estado, escribió, “es un comité ejecutivo para la gestión de los asuntos de la clase gobernante como un todo.”

Pero Johnson no fue el único crítico de Marx. Hubo/hay muchos más: por ejemplo, desde una perspectiva más humanista, menos radical que la de Johnson -y quizá más proclive al pensamiento revolucionario- Edmund Wilson analizó en un libro memorable, “Hacia la Estación Finlandia”, la progresión del socialismo europeo a partir de que el genial historiador francés Jules Michelet descubrió el pensamiento de Giambattista Vico, y hasta el momento en que Vladimir Ilich Lenin llegó a la estación Finlandia de San Petersburgo, en 1917, para iniciar la revolución que acabaría de una vez por todas con el régimen zarista (seriamente debilitado por el movimiento menchevique al inicio de la asonada) que acabaría instaurando el socialismo soviético. A pesar de su “empatía” con el socialismo Wilson tampoco fue muy complaciente que digamos con Marx y su obra; llegó al extremo de revisar, con el apoyo de expertos, las propuestas de Marx en materia de matemáticas, concluyendo que no hizo ninguna aportación seria a la materia. En lo que se refiere a la teoría económica, hubo quienes se preocuparon por desbrozar línea a línea los escritos de Marx, principalmente “El Capital”, la obra cumbre que en su mayor parte fue publicada post mortem, concluyendo que no pasó de ser un conjunto de especulaciones sumamente abstractas y difícilmente demostrables, especialmente los últimos dos tomos.

Pero en el otro extremo -el de los sacerdotes del profeta Marx- hubo legiones, cada una más afanosa que la otra, que llegaron a hacer interpretaciones de las interpretaciones, constituyendo un complejo y confrontado mosaico de “marxismos” (leninistas, trostkistas, estalinistas, maoístas, althuserianos, gramscianos, integrantes de la “escuela de Franckfurt”, teólogos de la liberación, etc.) con muchísimos matices, diferencias y hasta confrontaciones. Pero aún con eso, durante muchos años, cientos de miles de jóvenes universitarios en instituciones “progresistas” del mundo fueron formados a partir de las concepciones del materialismo histórico (la corriente económico/filosófica que parte de las teorías de Carlos Marx para explicar los hechos de la vida como el resultado de las relaciones sociales de producción).

El concepto de “plusvalía” (la diferencia entre el costo real de un trabajador y la utilidad generada por éste para el “empresario burgués”), la “acumulación originaria” (el despojo histórico que según Marx y Federico Engels sentó las bases del sistema capitalista), la ideología como producto resultante de la dominación de los poderosos, la “lucha de clases” (el verdadero -e inevitable motor de la historia-) y el comunismo como fase última, deseable y conveniente para el feliz desarrollo de una sociedad libre de ataduras, de enajenación y de explotación, en la que cada quién recibiría lo necesario, fueron los pilares conceptuales de esta interpretación de la historia y la economía que acabó convirtiéndose en religión profética.

Al menos por ahora, parece que el marxismo ha pasado de moda, a pesar de que sigue sirviendo para explicar algunos fenómenos y sucesos que de otro modo no se entienden con facilidad, por ejemplo, la “ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia” les sirve a algunos teóricos para referirse a la crisis financiera contemporánea, asegurando que el capitalismo tiene en sí mismo el germen de su propia destrucción (incluso sin revolución proletaria de por medio).

Hoy ya son pocos los que se aferran al uso del marxismo como justificación política (los gobiernos de Cuba y Corea del Norte son prototípicos) y aún la República Popular de China avanza vertiginosa en pos de un capitalismo de Estado en el que sus sistemas productivos no se parecen absolutamente nada a lo propuesto por Marx y en el que la explotación de su fuerza de trabajo supera la imaginación e ignora cualquier presupuesto humanitario.

En el pasado reciente, millones de personas murieron en violentas guerras que llevaban por vanguardia la efigie de Carlos Marx, en cuyo nombre se acometieron muchas atrocidades para “instaurar la revolución de las masas”; es cierto que también guerrillas y movimientos de liberación creyeron leal y sinceramente en la aplicación de sus principios como un medio de justicia y fin de la opresión para los pobres. Pero la dura realidad se ha impuesto: los países de “socialismo real” dejan de serlo, mientras Carlos Marx duerme en las bibliotecas, en espera de que alguien le despierte si es que se puede y los jóvenes pierden -al estilo de Dante Alighieri- toda esperanza.

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SICARIOS BABY

Por Juan Antonio Nemi Dib



Apenas a unos cuantos pasos de la casa, muy pocos, está la escuela de baile de la maestra Élida Baeza de Medina. Mi esposa y yo solemos ir a clase de vez en vez, sin muchas esperanzas de convertirnos en ases de la danza, pero sí por el estupendo y liberador ejercicio que se hace en las sesiones, en las que la maestra contagia buen humor y alegría de vivir, logrando la proeza que uno mueva sin dolor hasta el más recóndito músculo del cuerpo.

El local es modesto pero adecuadamente acondicionado, equipado con lo necesario y está siempre impecable; posee una puerta de metal de dos hojas que cubre completa la entrada y en una de ellas hay una ventanita que la maestra suele dejar semiabierta mientras da sus clases. No pocas veces la gente que pasa suele detenerse y se pone a curiosear; es inevitable, por lo atractivo de la música y porque el pequeño orificio invita a ver lo que hay dentro. Los bailadores acaban acostumbrándose a que los vean intentando seguir los acordes y dar los pasos con más o menos éxito.

Cierta noche en que varios matrimonios bailábamos quitados de la pena se escuchó un fuerte estruendo repentino que dentro se hizo aún más fuerte, por las características del local, que actuó como eficaz caja de resonancia. Sorprendidos, tardamos un instante en reaccionar, hasta que nos dimos cuenta que alguien había golpeado con mucha fuerza la puerta de metal, probablemente con algún objeto contundente. La intensidad del ma... zazo convirtió una simple travesura, equivalente a tocar el timbre y salir corriendo, en una verdadera agresión sin nada de picardía ni gracia.

Cuando salimos a ver lo que ocurría alcanzamos a identificar a un grupo de diez o doce chamacos, algunas mujeres casi niñas también entre el grupo, portando el uniforme de la escuela secundaria de la que somos vecinos, que a todo trote se alejaban del sitio, festinando su “chiste”. Sin embargo, dos jovencitos de once o doce años permanecían allí, frente a nosotros, en actitud de reto y autosuficiencia. Con el escándalo, algunas otras personas también se acercaron, entre ellas el vigilante de la privada. Yo le pedí a uno de los rapaces que fuera a buscar al resto de sus compañeros para hablar con todos, pero ni él ni los demás regresaron, importándoles un comino la suerte del condiscípulo que permaneció “en prenda”.

Lo que me impresionó, sin embargo, fue la arrogancia, la grosería y la agresividad del jovencito que se quedó, a quien su pequeña estatura y su delgadez extrema no le impidieron, siendo nosotros un grupo de adultos, gritarnos lo que quiso, amenazarnos, retarnos, exigirnos y, ya que se iba, dedicarnos un surtido y animoso catálogo de menciones familiares e invectivas capaces de integrar un florilegio arrabalero digno de mejor causa, dejándonos estupefactos, sin saber qué hacer. Seguramente fue el héroe de la noche “entre su flota”.


Días más tarde supimos de otra jovencita que acabó politraumatizada en el hospital después de la golpiza tumultuaria que le dieron al salir de clase siete de sus compañeras de secundaria en Coatepec, “para quitarle lo fresa”, porque el día anterior se había incorporado al plantel, procedente de una escuela privada. Las chamacas se atrevieron a cobrar tres mil pesos para “no subir a internet” los videos de la agresión que, por supuesto, de todos modos publicaron y circularon prolijamente. De nada se culpó a las golpeadoras, que no recibieron sanción alguna ni respondieron siquiera por los gastos médicos. Un funcionario educativo se atrevió a decir a los padres de la niña lesionada que “ellos eran los verdaderos responsables por introducir a su hija en un ambiente hostil, para el que no estaba preparada.”

El caso más reciente es el del adolescente que apareció hipotérmico, fracturado del cráneo y otros sitios, prácticamente muerto dentro de un riachuelo, luego de una andanada salvaje de varios jóvenes en un fraccionamiento de lujo en Xalapa, pero por supuesto no es el único. Si esto es “pan de todos los días”, ¿por qué nos asombra que un mozuelo de doce años presuma sus fechorías como sicario, que aparezca retratado sonriente mientras abraza y juega con el cadáver de alguien que evidentemente fue brutalmente torturado, que “suba a la red” videos en los que personalmente degüella a sus rehenes, que presuma de cobrar tres mil dólares de honorarios por cada ejecución violenta e incluso, de matar albañiles y taxistas inocentes cuando no encuentra a sus verdaderas víctimas, para no privarse del estipendio?, ¿por que nos extraña que sus pequeñas hermanas, “Las Chavelas”, formen parte activa de su red criminal y que a sus doce, cuando su cuerpo es aún el de un niño, “el Ponchis” exprese “legítimos deseos de sucesión” para ocupar el sitio que dejó vacante Arturo Beltrán Leyva?

Es momento de replantearnos en serio lo que estamos haciendo con nuestros jóvenes, lo que estamos haciendo con el futuro que queda.

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Una agenda para Veracruz

Por Juan Antonio Nemi Dib



En las pasadas elecciones veracruzanas se repitieron algunas constantes de la conducta electoral contemporánea mundial: desaparición de las fuerzas políticas hegemónicas, estrechos márgenes entre competidores, polarización de preferencias, sustitución de las ideologías por ofertas específicas para temas concretos de la agenda pública en demérito de los proyectos de largo plazo, protagonismo de la mercadotecnia política en el proselitismo y, como es frecuente en México, litigios electorales que remiten la “legitimación” de la voluntad popular a la decisión de un conjunto de jueces.

Es un lugar común decir que Veracruz es ahora una comunidad plural, diversa, con problemas muy específicos de carácter regional y local e intereses no necesariamente coincidentes entre los distintos segmentos demográficos socioeconómicos ni entre las distintas zonas geográficas del Estado. Pero el que se diga mucho no le resta importancia al hecho: puede entenderse como oportunidad, como gran expresión de riqueza social y oportunidad para el crecimiento de personas e instituciones, pero también es un serio reto para el ejercicio del gobierno que empieza el próximo primero de diciembre.

La cuestión es: ¿cómo gobernar para todos, hacerlo bien, satisfaciendo con oportunidad y en la mejor medida posible las necesidades de la gente al mismo tiempo que se cumple la ley, se desactivan conflictos, se imparte justicia expedita, se actúa con transparencia y honradez, se administran con éxito los escasos recursos, se actúa no sólo de cara a lo inmediato sino con real vocación de futuro -en busca de una sociedad cada vez mejor, más equitativa, más equilibrada- y lograr que el acto de gobierno incida real y favorablemente en el desarrollo económico y la generación de riqueza social?

Si se actúa de buena fe, hay que aceptar que en términos de demanda social, no es posible resolverlo todo, ni siquiera atenderlo todo, ni en Finlandia ni en Botswana, ni en Querétaro ni en Veracruz. En consecuencia, es inevitable establecer prioridades para la administración pública: el primer gran reto, no sólo de la autoridad, consiste en identificar con precisión las necesidades, preferencias y esperanzas de los veracruzanos, delimitando las que son realmente comunes/generales/universales y que, por su misma condición, tendrían preeminencia y, en segundo término, las necesidades, preferencias y esperanzas de los grupos de veracruzanos que, sin ser la totalidad, son mayoritarios o tienen mayor impacto en la vida social, dejando en un tercer orden las peticiones de menor repercusión en la comunidad.

Hay que hacerlo, además, con el mayor sentido democrático posible, es decir, cumpliendo realmente la oferta que los ciudadanos privilegiaron con sus votos, pero también con inclusión y, como se ha dicho, recuperando las mejores y más viables propuestas de las fuerzas políticas que, si bien no ganaron la elección, obtuvieron la preferencia de grupos de electores.

De suyo es un problema -siguiendo a la teoría política clásica- delimitar con precisión en qué consiste el “bien común” o la “voluntad general” o el “interés general” y más aún, quién es el legítimo interprete y portavoz de éstos; sólo como ejemplo: en la actual legislatura del Congreso de la Unión, ¿qué fracciones parlamentarias representan más y mejor lo que quieren los mexicanos?

Aún ahora, con las encuestas de opinión, las fórmulas interactivas de información electrónica, las redes sociales y, en general, la explosión de las comunicaciones, sigue siendo sumamente complicado identificar con exactitud los “puntos de consenso”, habida cuenta de que se trata no sólo de enunciarlos sino además -y muy especialmente- identificar el camino que la sociedad prefiere para alcanzarlos (contra la delincuencia,¿pena de muerte o readaptación?; respecto de los derechos de familia,¿sí o no al matrimonio entre personas del mismo sexo?; en pos de la salud pública y la paternidad responsable, ¿sí o no al aborto voluntario?).

Parecería evidente que los veracruzanos se pronunciaran a favor de un ambicioso programa de seguridad pública que les garantizara su integridad, su patrimonio y la libertad necesaria para vivir sus vidas en paz y tranquilidad. Sin embargo, es un hecho que existen cientos de miles de ellos que, dado su enorme nivel de marginación, están ajenos a la existencia de problemas graves en materia de criminalidad (problema que incide sobre todo en zonas urbanas) y para ellos -los pobres- la urgencia está en tener al menos la comida indispensable para subsistir, en lograr acceso a los servicios de salud y, si fuera posible, a una fuente regular de ingresos (empleo) que les permita romper el círculo de la pobreza.

Por si no fuera suficientemente complejo el panorama, la escasez -siempre presente- es hoy una constante de mucha más intensidad, derivada de la contracción económica global, de los problemas financieros del gobierno, cuyo peso en la economía es y seguirá siendo determinante y, también, por el crecimiento casi geométrico de la demanda social.

El primer paso es la construcción de la agenda común, el trazo específico que ha de seguirse para alcanzar el Veracruz en el que todos coincidamos, que nos motive, que nos incluya y nos represente, el Veracruz de progreso que todos merecemos, sin exclusiones, que nos haga sentir orgullosos de ser veracruzanos, el signo de un gobierno de todos y para todos.

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WILSON

Por Juan Antonio Nemi Dib




Se atribuye al General Porfirio Díaz la frase, “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Más de uno le criticaba al presidente oaxaqueño su notable preferencia por lo francés, aunque no era exclusiva del mandatario, sino que caracterizaba a toda una generación de mexicanos “afrancesados” y claramente contagiados del positivismo -en el mundo de las ideas y el desarrollo del pensamiento científico-, el “Art Nouveau” -que en estricto sentido se origina en Bélgica o en Inglaterra, dependiendo de quien lo juzgue- , la música y la moda.

Sin embargo, las evidencias históricas muestran que a pesar del discurso y la atracción por lo europeo, Díaz y los gobernantes que le sucedieron hubieron de bregar con una larga historia de intromisiones más o menos duras, complicidades más o menos encubiertas, acuerdos públicos y conspiraciones sangrientas en las que una y otra vez aparecen como protagonistas no sólo los activistas mexicanos sino con los intereses y los funcionarios de los Estados Unidos de América que, evidentemente, en más de una ocasión actuaron como el fiel de la balanza que inclinó hacia uno u otro lado el destino de nuestro país. Quizá esas intromisiones fueron la causa del rechazo discursivo en el discurso, aunque no en los hechos.

A propósito de esto, la Enciclopedia Temática Universal que acaban de obsequiarme el laureado poeta Fernando Ruiz Granados y Ana, su esposa, dice lo siguiente: “Al comenzar 1913 el país estaba convulsionado: las rebeliones se habían sucedido una tras otra, las huelgas y movilizaciones de trabajadores no habían cesado, el zapatismo persistía y la oposición a [Francisco I.] Madero, de derecha y de izquierda, arreciaba sus críticas. La libertad de prensa que otorgó Madero en algunos casos degeneró en abuso irresponsable de la crítica; algunos periódicos y revistas ridiculizaron sin piedad su figura.”

Y continúa: “En esas condiciones, los sectores más conservadores y agresivos, que clamaban por el regreso de la mano dura para poner fin al desorden y acabar con la amenaza de una transformación profunda, se percataron de la debilidad de Madero y decidieron actuar para terminar de manera violenta el experimento maderista, aprovechando los errores de Madero y el clima de agitación prevaleciente. Un sector del ejército, las oligarquías más resentidas, parte de la jerarquía eclesiástica y el embajador norteamericano en México, Henry Lane Wilson, apoyaron la nueva conspiración de Bernardo Reyes y Félix Díaz. El 9 de febrero de ese año el general Manuel Mondragón liberó a Reyes, quien encabezó la columna que se dirigió a tomar Palacio Nacional. La lealtad del jefe militar de esa plaza frustró el intento y en la acción murió Reyes. Díaz, con una escasa fuerza, se atrincheró en La Ciudadela, en el Centro de la Ciudad de México. Madero nombró a Victoriano Huerta jefe de la campaña contra los sediciosos, confiando en su capacidad y lealtad, a pesar de las dificultades que había tenido con él. Huerta, ambicioso y resentido con Huerta, vio que era su oportunidad y, premeditadamente, entró en tratos con los sublevados y simuló una campaña que desgastó a las fuerzas maderistas y alarmó a la población citadina que vivió diez días de bombardeos y terror.”

Prosigue el relato: “Por iniciativa del embajador norteamericano, Félix Díaz y Huerta sellaron un pacto por el que éste se comprometía a dar un golpe de Estado, asumir el poder ejecutivo provisional, nombrar un gabinete con mayoría felicista y convocar a elecciones en las que el candidato sería Díaz. Se consumó así el derrocamiento de Madero, fue obligado a renunciar junto con el vicepresidente Pino Suárez, a cambio de la falsa promesa de que respetarían sus vidas y se les permitiría salir del país con sus familias. Una vez más Huerta faltó a su palabra y el 22 de febrero Madero y Pino Suárez fueron asesinados por la espalda. Fue el fin trágico del maderismo, al que sus errores y sus enemigos no le dieron tiempo de poner en práctica sus planes de hacer de México un país de libertades y de democracia...”.

De luces y sombras, el indígena jaliciense Victoriano Huerta es juzgado por la historia como un individuo capaz de merecer los elogios del mismísimo Benito Juárez cuando era cadete en el Colegio Militar o bien, un traidor muerto de cirrosis a consecuencia de su grave alcoholismo, mientras estaba preso en una prisión de Texas. Félix Díaz vivió desterrado de México, hasta que se le permitió regresar en 1941 a Veracruz, donde murió 4 años después.

Pero Enrique Krauze señala al verdadero responsable de los hechos, el embajador de EUA: “Henry Lane Wilson está en el centro mismo de la conjura: pone contra Madero a parte del cuerpo diplomático, profiere por su cuenta amenazas infundadas de intervención militar, evita todo posible armisticio. Para él, Madero es, textualmente, un “tonto”, un “lunático” a quién “sólo la renuncia podrá salvar”. La “situación”, comenta al ministro de Cuba, “es intolerable. I will put order [yo pondré orden]”. “Con el presidente y el vicepresidente en la cárcel, Henry Lane Wilson no pierde el tiempo y concierta el Pacto de la Embajada entre Huerta y Díaz, mediante el cual ambos serán presidentes sucesivos. Según palabras del diplomático alemán, “el embajador Wilson elaboró el golpe. Él mismo se pavonea de ello”. Antes del magnicidio de Madero y Pino Suárez, Wilson “no mueve un dedo para salvarlos”, dice Krauze; “El 19 de febrero el embajador escribe a Washington: ‘El general Huerta me pidió consejo acerca de si sería mejor mandar al ex presidente fuera del país o colocarlo en un manicomio. Le repliqué que debía hacer lo que fuera mejor para la paz del país.’”

Debido a sus evidentes intromisiones en la política mexicana, Lane Wilson fue fulminantemente destituido por el nuevo presidente de EUA, su tocayo Woodrow Wilson. De cualquier modo, el baño de sangre mexicana que siguió al martirio de Francisco I. Madero había detonado, mientras el señor embajador se retiraba a escribir plácidamente sus memorias y morir en su cama de Indianápolis, 19 años después.

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