Cosas Pequeñas


FEDERALISTAS


Juan Antonio Nemi Dib



Hay quien afirma que la nación mexicana originaria –con sus componentes territoriales y lingüísticos, con sus tradiciones y una historia común— se agotaba en el reino de Moctezuma Xocoyotzin, principalmente en la región que hoy se conoce como Valle de México; dicen que su presencia en otros sitios tenía un sentido imperialista, basado en el poderío de un ejército monumental dedicado a expoliar –mediante tributos— a cholultecas, mixtecos, totonacas, populucas, tarascos y otros pueblos, con los que incluso compartían un origen étnico pero no su fuerza ni su riqueza.


Uno de los soportes de esta hipótesis está en la acogida y el respaldo que recibieron las tropas de Hernán Cortés por parte del Cacique de Cempoala y los tlaxcaltecas (después de haberles causado una derrota militar) contra los Aztecas: los recién llegados fueron asumidos como libertadores del yugo mexica. José Vasconcelos llevó al extremo la idea, afirmando que Cortés, el conquistador, fue el verdadero padre fundador de la nacionalidad mexicana y que ésta sencillamente no existía antes del arribo de los españoles.


Lo cierto es que la unidad territorial (y todo lo que implica) nunca ha sido fácil para nuestro País; la pérdida de dos millones de kilómetros cuadrados de territorio y los intentos secesionistas de Yucatán y Chiapas son las muestras más evidentes de una historia compleja en la que, a 200 años de distancia de su declaración de independencia, la integración plena de México no se concreta, dado que los “beneficios de la civilización” aún no llegan a miles de personas que viven en comunidades dispersas y lejanas y los desequilibrios regionales ofenden (Santa Fe en el Distrito Federal contra Tehuipango en Zongolica o San Nicolás de los Garza en Nuevo León contra Metlatónoc en Guerrero, por ejemplo).


El “Plan de Casamata”, proclamado en 1823 por Santa Ana, Guerrero y Nicolás Bravo, entre otros, con la intención de desconocer a Iturbide como emperador, anular el “Imperio Mexicano” y proclamar la república, se considera como el primer intento de organizar con base en algunos principios federalistas a la joven y recién independizada nación. Servando Teresa de Mier intentó sin éxito que la Constitución de 1824 apostara por un federalismo progresivo en el que poco a poco se disolviera el gran poder central ejercido durante la época virreinal, en beneficio de las provincias. Inspirados en el modelo federalista estadounidense y en el espíritu libertario de la Constitución de Cádiz (1812), los constituyentes mexicanos –analiza Leonardo Lomelí Vanegas— limitaron dramáticamente la capacidad fiscal del Estado federal mexicano, al impedirle el cobro de impuestos a los ciudadanos.


Para 1835 la primera república federal mexicana era historia. Las “Siete Leyes” (1836) y las “Bases Orgánicas” (1843) dieron paso a un modelo centralista que sustituyó a los estados con departamentos y gobernadores designados directamente por la autoridad central, el pretexto adecuado para que Texas declarara su independencia de México. La segunda república federal nació en 1946, con la rehabilitación de la Constitución de 1824 y su actualización en 1847, cuando el país estaba ocupado por tropas de los Estados Unidos. En 1853, se interrumpió de nuevo el orden constitucional y Santa Ana ejerció el poder al margen de la legalidad. La Revolución de Ayutla lo derrocó en 1855 y luego de largas deliberaciones parlamentarias, se produjo una nueva constitución federalista, la de 1857, basada en un sistema de amplias libertades y derechos ciudadanos y un poder legislativo fuerte, de una sola cámara. Conocido como el periodo de la “República Restaurada”, fue un lapso de gran concentración del poder público que contravenía en los hechos el espíritu de la Constitución. Las tres décadas de porfiriato acabaron por consolidar un sistema federal en el discurso y dramáticamente centralista en los hechos.


Sería difícil desconocer a ese centralismo político como una de las causas primarias de la Revolución social iniciada en 1910 que dio pie a una multiplicidad de liderazgos –y caciques— regionales, amos absolutos, literalmente señores de horca y cuchillo, varios de los cuales llegaron a emitir su propio papel moneda, por no hablar de su personalísima impartición de justicia.


La Constitución de 1917, producto del movimiento revolucionario, resultó portentosamente federalista… en el discurso: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación…”. En los hechos, el régimen constitucional favoreció la concentración de los recursos y las decisiones en la mayoría de los ámbitos de la vida nacional. Además de la corporativización de la sociedad, la centralización del poder político fue justificada como una condición sine qua non para el desarrollo nacional, la homogeneización de las políticas, la anulación de los defenestrados liderazgos regionales y la posibilidad de un crecimiento igualitario y proporcional en todo el País. De acuerdo con ese enfoque, la acumulación del poder presidencial llegó a tales extremos que alguien la bautizó como “La Presidencia Imperial”.


Pero está probado que los ciclos históricos concluyen aceleradamente cuando sus actores se tornan disfuncionales. El dramático control del Presidente de la República sobre casi todos los actores políticos y especialmente sobre los gobiernos locales –que ciertamente fue mermando de manera progresiva en las últimas décadas del siglo pasado (el presidente Ernesto Zedillo quiso pero no pudo destituir a Roberto Madrazo como Gobierno de Tabasco, por ejemplo)— llegó a su fin en el año 2000, con la elección de Vicente Fox, permitiendo que los gobernadores de todos los signos políticos adquirieran un nivel de autonomía y discrecionalidad sólo comparables a los que detentaban durante la época revolucionaria, convirtiéndoles a todos, independientemente de su origen partidista, en una suerte de virreyes plenipotenciarios. Por eso, a varios de los gobernadores priístas no les interesa el triunfo de un candidato priísta a la Presidencia de la República, ¿para qué compartir el poder con un jefe que les imponga sucesor?, pensarán.


Sin embargo, este proceso de dilución del poder público de la federación hacia los estados no se ha replicado de éstos hacia los municipios; en distintos grados, los ayuntamientos de todo el país siguen siendo dependientes y limitados, especialmente por la subordinación económica y los mecanismos de control que se les aplican como las mayorías parlamentarias en los congresos locales con autoridad legal sobre ellos y el manejo político de las instituciones responsables de fiscalizarlos. De cualquier modo, la descentralización política empieza a percibirse y es deseable que avance hasta consolidar un sistema político equilibrado en el que los tres niveles de gobierno adquieran su justa dimensión, en función de sus responsabilidades y atribuciones.


Donde las cosas no prosperan es en el ámbito fiscal y de la administración. Allí, el centralismo puede calificarse de opresivo. El Gobierno Federal recauda más del 90% de los impuestos y gasta una cantidad similar, transfiriendo a estados y municipios sólo una pequeña parte del gasto público y concentra –la Federación— las mayores facultades de fiscalización. Paradójicamente, el Partido Acción Nacional que durante décadas pugnó contra estas fórmulas asfixiantes de gobierno controlador y omnipotente, no ha hecho más que reproducirlas y reafirmarlas durante las dos administraciones que le ha correspondido encabezar.


Hace unos días el PRI recuperó una añeja demanda panista, para desaparecer las delegaciones federales y transferir sus recursos a estados y municipios, en un auténtico ejercicio de federalismo y racionalización del gasto. A ver si no reculan de la propuesta, pensando que en 2012 ya no estaría disponible ese instrumento de control político. Un panista connotado me respondió, cuando le pregunté su opinión sobre esto, que la preocupación de su Partido estaría en garantizar que, de transferirse a estados y municipios, los recursos se manejaran con eficacia, oportunidad, transparencia y honestidad; de ello se colige que en el Gobierno Federal así lo están haciendo, ¿o no?


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HAMBRIENTOS

Juan Antonio Nemi Dib



Un reputado pensador solía decir que las revoluciones se originan en la mente de personas con el estómago satisfecho. Al margen de la ironía contenida en su comentario, parece cierto que la necesidad de comer supera a cualquier otra. El deseo de comer suele referirnos a la sensación de apetito, al reclamo del organismo como un reflejo que parece, al mismo tiempo, fisiológico y emocional. Con hambre, “comer se vuelve prioritario, disminuyen los referentes morales y otros aspectos de la vida se tornan secundarios”. Según los expertos, un individuo alimentado adecuadamente sentirá hambre, en promedio 4 o 5 horas después de haber comido. Pero ocurre que muchas personas en el mundo viven con sensación de hambre permanente, debido a que su alimentación es insuficiente, irregular, de mala calidad e incluso, nociva.


El hambre endémica es la expresión más cruda de la pobreza, la evidencia fehaciente de la injusticia y la explotación y el resultado de la desigualdad entre las naciones y dentro de éstas. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación –la FAO— proporciona datos ofensivos:

1.- Por primera vez en la historia de la humanidad, más de 1 000 millones de personas ―concretamente 1’020 millones― padecen subnutrición en todo el mundo. Esa cifra supera en casi 100 millones la cifra del año pasado y equivale a una sexta parte aproximadamente de la población total del mundo.



2.- A menos que se adopten de inmediato medidas correctivas sustanciales y sostenidas, el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación (CMA) de reducir el número de personas hambrientas a la mitad ―hasta un máximo de 420 millones de personas― para el año 2015 no se alcanzará.



3.- Las últimas estimaciones de la FAO sobre el hambre muestran un considerable deterioro de la tendencia observada en los últimos 10 años, que ya era desalentadora. El repunte de la inseguridad alimentaria que se ha producido en 2009 pone de relieve la urgencia de encarar las causas profundas del hambre con rapidez y eficacia.



4.- La actual desaceleración de la economía mundial, que sigue a la crisis de los alimentos y los combustibles y coincide en parte con ella, está en el centro del fuerte aumento del hambre en el mundo. A consecuencia de la crisis se han reducido los ingresos y las posibilidades de empleo de los pobres y ha disminuido considerablemente su acceso a los alimentos.



5.- El aumento del número de personas subnutridas no es resultado de limitaciones en los suministros internacionales de alimentos. Según las cifras publicadas recientemente en Perspectivas alimentarias de la FAO, la producción mundial de cereales en 2009 será elevada, aunque ligeramente inferior a la producción récord del año pasado, que fue de 2 287 millones de toneladas.



6.- Al disponer de menos ingresos, los pobres tienen menos posibilidades de comprar alimentos, especialmente donde los precios de los mercados internos son todavía persistentemente elevados. Si bien los precios de los alimentos a escala mundial se han reducido en comparación con los niveles máximos alcanzados a mediados de 2008, siguen siendo elevados con arreglo a los niveles históricos.



7.- Las consecuencias de, por una parte, la reducción de los ingresos como resultado de la crisis económica y, por otra parte, los elevados precios de los alimentos han resultado devastadoras para las poblaciones más vulnerables del mundo. En varios aspectos, la crisis actual no tiene precedentes históricos. En primer lugar, sigue a una crisis mundial de la seguridad alimentaria que fue principalmente el resultado de aumentos rápidos y marcados de los precios de los alimentos básicos, durante el período 2006‐08, que no estaban al alcance de millones de pobres.



8.- En segundo lugar, la crisis está afectando a gran parte del mundo simultáneamente. Cuando las crisis económicas se limitan a determinados países, o varios países de una determinada región, los gobiernos pueden recurrir a instrumentos tales como la devaluación de la moneda, los préstamos o el aumento del uso de la asistencia oficial para afrontar los efectos de la crisis. El alcance de esos instrumentos es más limitado en el caso de una crisis mundial (como la actual).



9.- En tercer lugar, como los países en desarrollo se han integrado en mayor medida en la economía mundial desde el punto de vista financiero y comercial, están mucho más expuestos a los cambios en los mercados internacionales. Una caída en la demanda o la oferta a escala mundial o las restricciones en la disponibilidad de créditos como resultado de la crisis tienen repercusiones inmediatas para los países en desarrollo.



10.- El aumento del hambre es un fenómeno mundial. De hecho, todas las regiones del mundo se han visto afectadas por el aumento de la inseguridad alimentaria. En Asia y el Pacífico, la región más populosa del mundo, vive el mayor número de personas que padecen hambre (642 millones). En el África Subsahariana existe la prevalencia más elevada de la subnutrición en relación con la población (32 %). El mayor incremento porcentual en el número de personas que padecen hambre en los países en desarrollo se produjo en el Cercano Oriente y África del Norte (13,5 %). En América Latina y el Caribe, la única región en que había habido señales de mejoría en los últimos años, también se produjo un marcado aumento (12,8 %). Incluso en los países desarrollados, la subnutrición ha llegado a ser una preocupación cada vez mayor.



La FAO no hace referencia a un fenómeno que según algunos analistas contribuirá a generar mayor pobreza alimentaria en el mundo: la utilización de granos para la producción de biocombustibles que será, sin duda, otro factor de encarecimiento y menos acceso a la comida. En cualquier caso, lo más dramático es la evidencia de que se produce comida suficiente para todos, pero que está concentrada, mal distribuida y es muy cara. Ojalá se tratara sólo de conseguir comida para todos, evidentemente el hambre produce secuelas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud “aunque rara vez aparece citada como causa directa, la malnutrición está presente en más de la mitad de las muertes de niños.”



Una persona expuesta durante meses o incluso años al hambre, difícilmente podrá recuperar todas sus capacidades físicas y mentales; probablemente habrá consecuencias. ¿Se le podrá pedir a una persona hambrienta que respete el patrimonio y la vida de los demás, que se conduzca de acuerdo con valores cívicos, que sea socialmente productiva y que se integre a su comunidad?, ¿pueden naciones de hambrientos compartir los valores de la democracia y la aspiración de progreso colectivo, fomentar las ciencias y las artes, desarrollar la tecnología y vivir armónicamente? Hay veinte millones de mexicanos con hambre, en pobreza alimentaria, son la quinta parte de la población... y va in crescendo.



En noviembre próximo habrá en Roma una nueva cumbre mundial que buscará erradicar el hambre del planeta, en 2025. Ojalá que esta vez funcione.


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CIFRAS

Juan Antonio Nemi Dib


En estos tiempos aciagos, es sano y ayudador tener a mano un tumbaburros, un referente que nos facilite (?) la comprensión de las cifras astronómicas que se manejan con ligereza y poca responsabilidad por honestos y ladrones, por eficaces y fallidos. Ojalá que este breve –y escandaloso— sumario sea útil.

1.- De acuerdo con el INDEX MUNDI, en 2008 el producto interno bruto de México, el valor total de los bienes y servicios producidos en el país, fue de un millón trescientos cincuenta y tres mil millones de dólares. Traducido a pesos a valor actual, es algo así como 18 billones. Si la cifra es correcta, entonces la mexicana fue la 12ª economía mundial; la 2ª en América Latina luego de Brasil (al que antaño superábamos), debajo de España por décimas y encima de Canadá, Corea del Sur, Taiwán y Arabia Saudita. Pero… si se divide la riqueza total del país entre el número de habitantes (el producto interno bruto por cabeza o “per cápita”), la cosa cambia: caemos al lugar 83°, por debajo de Puerto Rico, Rusia, Chile, Costa Rica, Argentina, Venezuela, las Antillas y muchos otros.

2.- Ése 83° lugar lo alcanzamos con la cifra de 12 mil quinientos dólares por cráneo, es decir, $168,625 pesos por mexicano. O sea que si la riqueza nacional se dividiera proporcionalmente entre cada persona, estaríamos hablando de unos 14 mil pesos mensuales o 468 pesos diarios o 59 pesos por hora de trabajo en jornada de 8 horas. La cifra de 59 pesos por hora que arroja la división estadística del PIB es aún más alta en 4 pesos con veinte centavos que el mejor salario mínimo general que se paga en México, que es de $ 54.80 pesos ¡por 8 horas de trabajo!

3.- Evidentemente, hay muchos millones de mexicanos que ni remotamente obtienen esos 54.80 pesos de ingreso diario y las consecuencias obvias son estas: según reportes de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), en 2007 había 49’772,697 mexicanos viviendo en pobreza, es decir, sufriendo penurias en todos sus niveles: los ingresos no les alcanzaban para comer, para pagar lo necesario en salud y educación ni para vestido, vivienda y transporte. Se estima que 18% de los mexicanos no tiene lo suficiente para la alimentación básica, por lo que viven en pobreza extrema. De acuerdo con CONEVAL la entidad con mayor incidencia de pobreza alimentaria es el estado de Chiapas, dado que 47.0 por ciento de su población se encuentra en esta situación. Le siguen los estados de Guerrero con 42.0 por ciento, Oaxaca con 38.1, Tabasco con 28.5 y Veracruz con 28.

4.- Dice CONEVAL que las contradicciones regionales son evidentes y que “el abatimiento de la gran desigualdad que se observa entre los estados de la República constituye un importante desafío para el País. Mientras que Baja California tiene un ingreso mensual promedio estimado de $4,998.00, el de Chiapas tan sólo alcanza $1,215.00, lo cual se refleja en la diferencia de pobreza de ambos estados: en Baja California la incidencia de la pobreza de patrimonio es de 9.2 por ciento, mientras que en Chiapas alcanza 75.7 por ciento.” Sigue: “Al analizar la participación porcentual de cada entidad federativa en la pobreza nacional, se aprecia que el estado con mayor número de personas pobres alimentarias es Chiapas (2.02 millones de personas), seguido de Veracruz y el Estado de México (2.0 millones, cada uno). Se puede notar que son estos mismos estados los que contribuyen con el mayor número de personas pobres en las líneas de capacidades y de patrimonio.” (Pregunto: ¿Será cierto que Veracruz tiene más pobres alimentarios que Oaxaca y Guerrero?).

5.- La crisis actual, sin duda ninguna, modificará dramáticamente estas cifras. Y no para bien.

6.- De acuerdo con el diario La Jornada, “el tercer hombre más rico del planeta, Carlos Slim Helú, magnate de las telecomunicaciones, acumula una fortuna de 49 mil millones de dólares. Los nueve multimillonarios mexicanos de la última edición de la revista Forbes, tenían una riqueza personal de 72 mil 400 millones de dólares, 23.5 por ciento más de lo que detentaban un año antes y que representa 8.6 % del PIB mexicano.”

7.- “El déficit público en 2010 podría ser mayor a 3.6 %, ante una disminución de los ingresos petroleros y fiscales, mientras el gasto corriente es más alto que nunca, advirtió el presidente de COPARMEX, Ricardo González Sada”. “Tenemos un sector informal que algunos cálculos ponen cerca del 12 % del PIB, pero que pudiera incluso llegar al 50 % o más”. El gasto corriente –dijo— es “muy elevado, poco eficiente y opaco”. Dijo que de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación la burocracia “se lleva aproximadamente el 75 % del presupuesto federal”, lo que deja sólo 25 % para capital productivo. “En los países de la OCDE se destina, en promedio, más de 40 % para inversión.” A decir de González Sada, hay dependencias del gobierno con subejercicios ‘alarmantes’; citó que en infraestructura en salud no se gastó ni 10 % de lo presupuestado en 2008. “Se necesita un gasto público eficaz, menos oneroso y bien dirigido a las prioridades. Ninguna empresa puede subsistir de manera sana con ingresos decrecientes y gastos en aumento y sin control. Lo mismo aplica para cualquier gobierno. ‘¿A dónde ir si ganamos poco, invertimos poco y gastamos mucho, mal y a destiempo?’, preguntó.” (Y conste que, si un aliado tienen el PAN y el Gobierno, es precisamente COPARMEX).

8.- “En los primeros 7 meses de 2009 la Federación aumentó su gasto corriente en 6.7%, mientras que sus ingresos se desplomaron un 16.4%, revelan las estadísticas de la situación del sector público dadas a conocer por Hacienda. La baja en los ingresos originó un primer ajuste al presupuesto de 35,000 millones de pesos en la primera mitad del año que se debería reflejar en el gasto corriente. Pero incluso en julio pasado el gasto corriente aumentó 13.5% respecto al mismo mes del año pasado, tan sólo el rubro de otros gastos de operación en el que se incluyen servicios como telefonía, subió 40% en julio, y 6.3% en los primeros 7 meses del año. El gasto corriente incluye los salarios de los funcionarios y servidores públicos, así como los gastos de operación, compra de bienes como telefonía y combustibles.” “El avance de 6.7% del gasto corriente en los primeros 7 meses del año es muy contrastante con la drástica caída de los ingresos, lo que evidencia de manera clara el enorme desafío de las finanzas públicas”, dijo el analista de Banamex, Arturo Vieyra. El Gobierno tuvo que ajustar en otros 50 mil millones de pesos de pesos su presupuesto en julio para atender una caída en ingresos estimada en 480 mil millones de pesos para 2009, recortando el gasto corriente y de inversión en varias dependencias.” “El reto es aún mayor en 2010 cuando se espera una baja de más de 300 mil millones de pesos en los ingresos públicos y limitado margen de maniobra para enfrentarlo.” (CNN-Expansión).

9.- El Gasto corriente del Gobierno creció casi 80 % en una década, según afirma la COPARMEX. Ello es equivalente a la creación de miles de direcciones generales y subsecretarías. “El dinero excedente que hubo por los altos precios del petróleo se fue en gran medida en gasto corriente de los 3 niveles de gobierno”. (El Financiero)

10.- La ecuación es clara: la mitad de la población en pobreza, la quinta parte sin comida suficiente, salarios sin poder adquisitivo, desempleo masivo, economía informal y evasión fiscal a tope, acumulación salvaje de la riqueza, feraz disputa política sin visos de acuerdo, gasto gubernamental cuya orientación no resuelve problemas y a veces los crea, déficit público de proporciones monstruosas y, como corolario, una ingeniosa y simpática propuesta de subida de impuestos y de precios de servicios públicos; es el espacio perfecto de la paz social y la felicidad para los mexicanos (los que concentran y disfrutan el 9% del producto interno bruto, por supuesto). A ver cuánto les dura. El resto, cada vez tiene menos qué perder...


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LA TAREA

Juan Antonio Nemi Dib


Dicen que el fut bol soccer –balompié, en correcto castizo— es ‘el deporte de México’, con preeminencia sobre otras disciplinas y espectáculos. Dicen que su capacidad para atraer a miles de aficionados que lo practican, lo disfrutan y/o lo sufren en calidad de público supera a cualquier actividad; un locutor de la televisión comercial se va al extremo asegurando que se trata de “el juego del hombre”, calificando de sublime –como si tuviera origen divino— a uno de los más grandes negocios que hay en nuestro país, pero no el más transparente o ético, tampoco el de mejor desempeño.

Yo no estoy de acuerdo. Aún con los estadios repletos, con el señor Vergara regenteando equipos centroamericanos, con la reventa de entradas a tope y el apabullante triunfo de la selección Mexicana sobre la de Costa Rica, me atrevo a disentir. El deporte más intenso, que involucra a muchos más mexicanos que el fut bol, que tiene más practicantes –millones— que observadores, muchos de ellos profesionales, usa de cancha el territorio nacional, carece de reglas formales y no depende de los mandatos de una federación, ni siquiera de una modesta liga amateur.

Sin árbitros, sin uniformes, con tiros de esquina y aún más “penalties”, con muchas “Perras Bravas”, el verdadero deporte nacional admite todas las categorías: niños, adolescentes y adultos, mujeres, hombres, clérigos, laicos, pirómanos, bomberos, recluidos, prófugos, de cuello blanco, de overol, sobrios, dipsómanos, francos, mentirosos, doctos, iletrados, criollos, mestizos, zambos, leales arrepentidos y traidores redimidos. Somos muchos los mexicanos aficionados a la queja, a la expresión de protesta, de dolor, de pena, de sentimiento, de desconfianza, de resentimiento, de desazón, de aburrimiento, de pesimismo. Solemos quejarnos por mayoreo, casi de todos, casi de todo, casi todo el tiempo. Y esto se explica: la queja es, por lo general, un mecanismo de defensa, una reacción contra algo que consideramos peligroso, agraviante, molesto o injusto, algo que en mayor o menor medida nos perjudica o suponemos que podría hacerlo.

La queja puede ser mayormente fundada, o no; puede partir de razones objetivas y evidentes o puede ser resultado de una percepción, de una conjetura, de una creencia o un estado de ánimo; puede ser legítima, en tanto que el agravio –cierto o supuesto— es algo que atañe (y afecta) involuntariamente al quejoso. Pero también se usa la queja como instrumento de legitimación, es decir, como método para justificar nuestras propias acciones y omisiones cuando sabemos (o intuimos) que nuestros actos (o la falta de ellos) pueden resultar en injuria o daño para otros y entonces necesitamos una excusa que nos sustente. Existe un ejemplo típico: “no pago impuestos porque el gobierno se los roba”, pero hay bastantes más en la cultura nacional, cada uno más creativo que el otro.

A partir de las tesis Sigmund Freud, los psicoanalistas han estudiado el fenómeno que denominan ‘transferencia’ y que, linealmente interpretado, se refiere al “mecanismo psíquico a través del cual una persona inconscientemente transfiere y reactiva en sus vínculos sociales nuevos sus antiguos sentimientos, afectos, expectativas o deseos infantiles reprimidos”; por extensión, se trata de culpar a otros instintivamente de las fallas que uno comete. La cultura popular define estas prácticas como ver la paja en el ojo ajeno y ser incapaces de ver una viga dentro del propio.

Según los psiquiatras, la transferencia estaría presente en todos los seres racionales (¿?) pero si ése es el caso, en México abusamos: el clima, los precios, la corrupción (de los demás), la basura (de enfrente), la tardanza (ajena), la ineficacia (del vecino), los políticos, las mentiras (de los otros); promesas incumplidas, servicios públicos, comerciantes abusivos, el desempeño de nuestros atletas, el tráfico, la mala calidad de los bienes y servicios, la obra pública, la falta de agua (que resulta insuficiente para desperdiciarla a gusto). Siempre hay alguien a quien responsabilizar de lo que ocurre incluso, de lo que nos pasa individualmente: el mal gobierno, los señores diputados, los senadores y la profesora Gordillo; la CIA, los partidos, la herencia española y la Iglesia, los grandes contaminadores, al crimen organizado, los jueces y fiscales corruptos, los policías ineficaces, los sindicatos, los líderes charros. Con esa turbamulta de culpables, hay más que suficiente para eximirnos a nosotros, como individuos y como nación, de cualquier responsabilidad. Que los linchen a ellos.

La denuncia es conveniente, necesaria y útil en el ejercicio democrático, cuando se orienta a corregir fallas, a enmendar injusticias y, en general, a mejorar y servir, pero cuando la queja se vuelve excusa, justificación o salvoconducto, corroe más que ayudar. La pregunta obligada, sin rodeos, es: además de quejarnos, ¿qué hacemos nosotros, de qué forma atendemos –y cumplimos— nuestras obligaciones cívicas para con la comunidad a la que pertenecemos? Esperar a que los otros atiendan nuestras quejas sin cumplir con nuestra parte equivale a suponer ingenuamente que las cosas se resolverán solas y que no podrán empeorar. Las naciones que tienen sistemas eficaces de justicia social e instituciones que funcionan bien –los países nórdicos, Nueva Zelanda, Suiza y varias más— se administran con eficiencia y responsabilidad, pero las aportaciones de sus ciudadanos no se limitan a la queja: horas de trabajo comunitario y actividades sociales no retribuidas son parte esencial de esos países cuya gente entiende lo que significa interés general, el bien para todos, y la manera de lograrlo.

Roberto García conduce el taxi 2745 de Xalapa, en el que traslada gratuitamente a discapacitados que no pueden pagarlo; recibe llamadas a su celular y ya sabe que, a pesar de su hernia cervical, tendrá que cargar a los pasajeros, sus sillas de ruedas y hasta los enseres personales de viajeros a los que regresará a sus casas luego de la consulta, la terapia o una visita familiar, sin cobrarles un centavo. No es moda: tiene 28 años haciéndolo. En su taxi está pintada una leyenda que lo avisa e invita a llamarle. Pero es uno entre muchos. Hacen falta más Roberto García para cambiar realmente a este país, limpiando parques, conversando con ancianos solitarios, apoyando en la formación de hijos de madres trabajadoras, haciendo trabajo voluntario en albergues, hospitales y escuelas, apoyando a grupos filantrópicos. La lista de opciones es infinita.

México sería mucho mejor si cada uno de los mexicanos destinara un poco de su tiempo a servir a los demás sin esperar nada a cambio salvo un país mejor para todos. Además del servicio comunitario en sí mismo, la actitud de las personas cambia, se genera solidaridad, se reducen el egoísmo y las quejas y se aprende a respetar las diferencias. Se crean lazos firmes de afecto y respeto entre la gente. El trabajo comunitario hace mejores personas y, por ende, mejores países. Es una gran tarea y aún está pendiente.

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