Cosas Pequeñas


DIFUNTOS

Por Juan Antonio Nemi Dib



1] Frente al Hotel de México (hoy World Trade Center) en Ciudad de México, había una tortería cuya especialidad eran las baguettes. Yo solía acudir con cierta frecuencia porque me quedaba relativamente cerca de casa, la comida era realmente sabrosa y de precio accesible. Allí conocí a Carlos Monsiváis, una tarde. Aunque estaba acompañado de algunas personas fue amable y no sólo accedió a charlar sino que respondió las preguntas que le hicimos de mesa a mesa, con gran tolerancia para nuestra impertinencia. Recuerdo que entre otras cosas, reconoció la inteligencia de Diego Fernández de Cevallos, si bien dijo que éste “solía ponerse y quitarse la ira encima” como si se tratara de un sombrero.

Me costaba mucho trabajo leer sus columnas, y no porque fueran densas, complejas o estuviesen mal escritas, todo lo contrario. Su estilo era impecable, dúctil, ameno. Pero era demoledor, durísimo. Sus irónicos comentarios a la “X” potencia eran verdaderos dardos envenenados, para los que pocas veces, casi ninguna, había antídoto eficaz. Humor fino y un conocimiento profundo de los valores -y antivalores- culturales de México y su prolija presencia en el ensayo, en la crítica literaria y la crónica además de su presencia constante en la radio, la televisión y decenas de diarios y revistas lo convirtieron en el “último escritor público de México” según Adolfo Castañón.

La última vez que lo vi fue también en un restaurante pero de Veracruz, hace relativamente poco tiempo. Estaba con Rolando Cordera y otra persona que no identifiqué. Fue un día antes de que la Universidad Veracruzana le rindiera homenaje. Esta vez me dio pena acercarme y me limité a observarlo de lejos. Fue un error.

Ya no hay quien documente nuestro optimismo.

2] El “Ensayo sobre la Ceguera” de José Saramago me marcó en serio. Pocas veces he visto reflejada la naturaleza humana de manera más cruda, implacable, que en esa obra maestra de las letras. En la parte literaria, creo que llegué a identificar el sabor de las raciones distribuidas entre los contagiados sujetos a reclusión. Durísimo texto que le lleva a uno a los límites de lo que el hombre puede hacer, cuando se trata de pasiones egoístas y la necesidad de subsistir, aún a costa de otros. El truco está en que, inevitablemente, el lector acaba preguntándose “¿qué haría yo en ese caso?”; las respuestas siempre sorprenderán. Aunque al final del “Ensayo” prevalece una cierta esperanza en un género humano evolucionado, el “Ensayo...” deja una sensación de pérdida, de extravío y conciencia de la fragilidad moral.

Por encima de toda su obra, seguramente se recordará a Saramago como acre crítico de la religión: “El Dios de la Biblia es vengativo, rencoroso, mala persona y no es de fiar... en la Biblia hay crueldad, incestos, violencia de todo tipo, carnicerías...”, aunque también señaba: la Biblia tiene "cosas admirables desde el punto de vista literario y mucho que vale la pena leer".

A su muerte, la Iglesia Católica de Portugal se expresó cuidadosamente: "fue un gran creador de la lengua portuguesa... el cristianismo y el texto bíblico interesaron mucho al autor como objeto de su recreación literaria", pero se lamentó de que la ‘aproximación’ del “Nobel de literatura a la religión no fuese llevada más lejos y de forma más desprendida de posicionamientos ideológicos".

En cambio, el Vaticano no tuvo compasión: “el diario L’Osservatore Romano arremetió contra el fallecido escritor, al que dedicó un artículo definiéndolo como un ‘populista extremista’ de ideología antirreligiosa y anclada en el marxismo”. Y fueron más lejos: “Por lo que respecta a la religión, atada como ha estado siempre su mente por una desestabilizadora intención de hacer banal lo sagrado y por un materialismo libertario que cuanto más avanzaba en los años más se radicalizaba, Saramago no se dejó nunca abandonar por una incómoda simplicidad teológica”.

¿Triste e innecesario empate?

3] Mis hijos me acaban de entregar una tarjeta que dice “todos piensan que tienen al mejor papá del mundo”. Yo podría apostarlo, lo tuve...

Lo extraño mucho.

No era un literato. Estaba muy cerca de la sabiduría no por las letras (entre las que vivió hasta su último día) sino por sus actos. Fue un hombre congruente y honorable. La vida nunca se le dio fácil, pero nos la hizo muy fácil a muchos.

Consumista o no, esta era una fecha importante para agradecerle, para aprenderle, para disfrutar su presencia.

Uno se acostumbra al vacío, a la ausencia, pero no deja de doler. Al menos quedan los recuerdos.

antonionemi@gmail.com




Cosas Pequeñas

5 DE JULIO


Por Juan Antonio Nemi Dib




Estoy en Acayucan, son justo las doce del día y el sol cae a plomo. Dicen los de aquí que el calor “está tranquilo”, razonable, que la temperatura alcanza “apenas” unos 34 grados, pero mi sistema termorregulador no se la cree. A pesar de las rachas de viento que me arrancaron el sombrero como si estuviera en una tórrida escena de ‘Casa Blanca’, el sol no regala ni un poquito de fresco y el cogote pica. Definitivamente es un ambiente poco propicio para las cavilaciones que me exijo, con todo y las complicaciones de una campaña proselitista y la urgencia de terminar rápido mi rollo para que llegue a tiempo a los editores.

El tema me ronda en la cabeza desde hace semanas, meses en realidad, pero ahora posiblemente exacerbado por la termogénesis. Creo que la proposición es ésa y no otra y que debo abordarla hoy, aunque sea con ideas rudimentarias e insuficientes. Estoy pensando en el tránsito inacabado hacia una deseable democracia plena que, al menos en el discurso, es casi la única coincidencia de todas las fuerzas políticas que actúan en México, todos dicen -decimos- quererlo/necesitarlo.

Y no se trata nomás de un sistema electoral ideal, casi perfecto -el tema no se agota en votar y ser votado con equidad y legalidad- sino de una auténtica manera de vivir, que va mucho más allá de la elección de los gobernantes y la renovación de las instituciones y que pasa por el ejercicio permanente de derechos y el cumplimiento de obligaciones, así como la concreción de dos valores sine qua non: tolerancia y respeto por los demás, especialmente por los que son diferentes, contrarios, opuestos. Queda claro que sin tolerancia y respeto la democracia plena no deja de ser más que un referente, una teoría.

Me pregunto quiénes y cómo lo han logrado y reparo en Italia. Recuerdo entonces alguna ocasión en que el gobierno italiano cayó y, el mismo día, la bolsa de valores de Milán cerró su jornada bursátil con ganancia. Algunos interpretan este fenómeno como resultado de la visión cínica e irreverente que los italianos tienen de la política y de sus instituciones, pero también como la consecuencia de una añeja cultura que permite a los italianos disociar el conflicto político respecto de la vida cotidiana.

Separar la disputa por el poder (y los niveles de mayor o menor rudeza que pudieran acompañarla) de las actividades del ámbito privado/ciudadano/familiar y evitar que las elecciones y las disputas partidistas afecten el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas es un activo muy deseable y conveniente de la “normalidad democrática”.

En México y en Veracruz en particular, ese valor deseable parecería arriado, distante. El hecho de que se asuma a los comicios locales (aquí y en otras entidades) como antecedente directo de las futuras elecciones presidenciales, que la lista nominal de electores veracruzanos supere los cinco millones de personas (un botín jugoso para quienes tienen intereses en “la grande”) y que las tres candidaturas que conforman coaliciones se hayan constituido en medio de procesos sumamente competidos al interior de cada uno de los partidos que las integran, polarizando las posiciones de las distintas fuerzas y corrientes, se suma a las historias personales de los principales actores del proceso electoral, a sus afinidades y desavenencias y, de manera especial, a los conflictos recientes y añejos que han marcado el paso de cada uno de ellos por la vida política del Estado.

Privilegiar la propuesta por encima de la descalificación. Convertir a la campaña política en un foro comparativo para que los electores tengan elementos reales de decisión respecto de qué proyecto y qué personas consideran convenientes para gobernarles durante los próximos años. Ése y no otro es el escenario deseable. Deseable es también que todos los actores, sin excepciones, supediten sus expectativas legítimas de alcanzar y ejercer el poder público a lo que es mejor para todos los veracruzanos y esto implica, necesariamente, un discurso que invite a la participación ciudanana y que motive el encuentro de opciones, la mayor facilidad posible para que el sistema funcione con equidad y legalidad.

Yo quiero para Veracruz, para los míos y para mi, un futuro libre de rencores, violencia desde el poder y ánimos de venganza, apegado a los principios constitucionales y en general al Estado de derecho, que parta de la realidad y no de promesas vanas, demagógicas e irrealizables, que abra la puerta a nuevas opciones y visiones, que sea incluyente, modernizador, optimista, amable.

Pero lo importante, a fin de cuentas, es el lunes cinco de julio, después de la jornada electoral. Que Veracruz amanezca en paz y trabajando, con veracruzanos tranquilos, animosos, confiados en su futuro y no temerosos de una prometida y larga noche de San Bartolomé. A veces el calor juega malas pasadas...