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MASACRES

Juan Antonio Nemi Dib


Nadie en su juicio se atreve a regatear méritos a Pablo Picasso, considerado por la crítica como “grande entre los grandes” de la pintura universal. Al margen de su estilo complejo, del colorido cubista que inventó, de sus trazos irregulares y los perfiles distorsionados de sus personajes, Picasso dotó a su obra con mensajes de corte –a la vez— político y humanitario, impactantes para el público. Desde la mítica “Paloma de la Paz” hasta el dramático “Guernica”, el inventario de este malagueño posee un simbolismo que marca. Y no es para menos: Picasso era tan buen propagandista –de su obra, de sus posiciones políticas y de sí mismo— como pintor. Quizá el mejor ejemplo de esto sea su pintura “Masacre en Corea” realizada en 1951, según explica Amnistía Internacional, para describir la violencia contra los civiles en la Guerra de Corea, particularmente los “asesinatos de civiles cometidos por la fuerza Estadounidenses en Shinchun, provincia de Hwanghae”.

Al margen de consideraciones artísticas, ideológicas y de la eficaz publicidad militante –en el Partido Comunista Francés— de don Pablo, las evidencias históricas muestran que, en realidad, auspiciados por Stalin y después por Mao, fueron los norcoreanos quienes iniciaron las hostilidades contra Corea del Sur, específicamente el 25 de junio de 1950, lo que desde luego no justifica las atrocidades que también se cometieron desde el frente sureño patrocinado por EUA.

Este centenario conflicto empezó después de la derrota de China por parte de Japón, en abril de 1895, que obligó a los chinos a renunciar a su ambición de apoderarse del milenario –y entonces indiviso— reino peninsular coreano, rico en tradiciones e identidad, una de las civilizaciones más antiguas de la historia. Unos cuantos años después de que los nipones se impusieron en la guerra Ruso-Japonesa de 1905, por la fuerza de sus armas el Imperio del Sol Naciente se anexó el territorio coreano, unos 220 mil kilómetros2 de privilegiada ubicación en territorio continental de Asia, en medio de los mares Amarillo y de Japón.

Durante décadas Japón expolió los recursos coreanos, regaló tierras y explotaciones marítimas a sus ciudadanos y generó un notable empobrecimiento de los nativos, a los que además impuso a rajatabla los modelos culturales nipones, apoderándose no sólo de mercaderías sino de patrimonio artístico e histórico de incalculable valor. Luego de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1945 y según el espíritu de “áreas de influencia” que siguió a las conferencias de Yalta y Potsdam, los ejércitos de la Unión Soviética y de Estados Unidos prácticamente se dividieron el territorio de la península coreana –un 20% más de territorio para el norte comunista— a la altura del paralelo 38, dando pie a la creación, en 1948, de la República Popular Democrática de Corea (auspiciada por el bloque socialista de Stalin) y la República de Corea (la del sur, con el respaldo de EUA).

Desde entonces, Kim Il Sung dirigió con mano de hierro los destinos de Corea del Norte en calidad de Presidente y dirigente del Partido de los Trabajadores, convertido en “Presidente Eterno” luego de su muerte en 1994, sucediéndole su hijo Kim Jong Il. Corea del Sur no tuvo precisamente mejor suerte: Syngman Rhee, un presidente cercano a la dictadura, fue reelegido sistemáticamente hasta que una serie de revueltas juveniles lo obligaron a dimitir en 1960, sucediéndole Yun Poson, quien apenas en 1961 fue derrocado por un golpe de estado que encabezó el general Park Jeong Hee. Jeong Hee fue asesinado en 1979. En 1980 se instauró la ley marcial y, con ella, “una represión que causó miles de víctimas”.

La Guerra de Corea –el tema de la pintura de Picasso— terminó en 1953 luego del fallido intento de reunificación impulsado por el bloque comunista con una especie de empate que se formalizó con el “Armisticio de Panmunjong”, dejando las cosas en el estado en que se encontraban en 1950, luego de que la intervención directa del ejército y la armada de los EUA, la entrada de casi 400 mil soldados chinos hasta el paralelo 38 y algunos apoyos sutiles de la aviación soviética a los comunistas coreanos, estuvieron a punto de generar un nuevo conflicto bélico internacional de grandes proporciones. Tras ganar las elecciones, Kim Dae Jung, líder histórico de la oposición sudcoreana, se reunió con Kim Jong Il –heredero dinástico del régimen comunista norcoreano— y conversaron sobre la reunificación de ambas repúblicas; el mayor avance se dio cuando las delegaciones de ambos países desfilaron juntas en los Juegos Olímpicos de Sídney, pero no más que eso.

Al margen de los avatares políticos de ambas naciones, el contraste en lo económico no podría ser más evidente: el PIB de la Corea Capitalista es el 13° del mundo y los ingresos por habitante superan los 27 mil dólares anuales; el ingreso per cápita en la Corea Comunista es de apenas mil 100 dólares. Wikipedia dice que “Corea del Sur también se encuentra entre los países más avanzados tecnológicamente y mejor conectados digitalmente; es el tercer país con mayor número de usuarios de internet de banda ancha entre los países de la OCDE, y es uno de los líderes globales en producción de aparatos electrónicos, dispositivos semiconductores y teléfonos móviles. Corea del Sur también es muy avanzada y moderna en las infraestructuras y es líder mundial en la industria de la construcción naval, encabezada por compañías prominentes como Hyundai”.

A finales de los 90, Corea del Norte sufrió una hambruna atribuida a las malas decisiones políticas y administrativas que, según algunos analistas, mató a un millón de personas (otros triplican la cifra) y provocado diásporas de gente desesperada hacia China, en busca de alimento y un poco de estabilidad. En cambio, es considerada la nación “más aislada del planeta”, posee el 4° ejército más grande del mundo, con 1 millón 100 mil soldados y una “Guardia Popular” superior a los 3 millones. En 1994 Norcorea firmó un compromiso para congelar su programa de desarrollo nuclear basado en plutonio, en 2002 se descubrió que continuaba desarrollando armas de destrucción masiva; en 2003 anunció su retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear y en 2006 probó una bomba; en ese mismo año inició sus experimentos con misiles. En 2008 se comprometió de nuevo a atajar su programa nuclear.

Pero otra vez tiene al mundo en vilo. Nuevas pruebas con misiles (uno de ellos, con presumible capacidad para cruzar el océano) y otro experimento atómico subterráneo reactivan la posición beligerante del país comunista que se dispone a tomar medidas de “defensa legítima” contra las sanciones que pudieran imponerle –incluso la ONU, han advertido—. Mientras tanto, Corea del Sur y Japón ven cómo crece su riesgo frente a un chantaje que, de continuar, podría concluir en catástrofe. El tema es de tal magnitud que hasta China y Rusia, aliados tradicionales de Norcorea, han consentido en sancionar al régimen de Pyongyang. Según Pablo Bustelo, las verdaderas razones de Norcorea son protestar por las recientes penalizaciones que le impusieron en abril, llamar la atención del Gobierno de EUA, que por ahora tiene otras prioridades y consolidar el liderazgo de Kim Jong Il (de quien se presume está enfermo y preparando su sucesión). Ojalá que el asunto no pase a mayores, que no ocurran nuevas masacres ni se necesiten más óleos para denunciarlas.

Postcriptum.- Felipe Hakim Simón ha festejado su 63° cumpleaños rodeado de un enorme cúmulo de amigos que prodigan afecto y reconocimiento a quien ha sido servidor público honorable y eficaz y ahora incursiona como periodista exitoso e innovador, con mucha cuerda y mucho qué aportar aún, al análisis de nuestra realidad y, en el futuro, nuevamente a la administración. Felicidades.

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FICCIONES

Juan Antonio Nemi Dib



I] Quizá no sea tan viejita, aunque lo parece. No sufre de enanismo ni muestra rasgos de serlo, pero su talla es pequeñita, muy pequeñita. La espalda encorvada, la cabeza gacha y su extrema delgadez contribuyen a mostrar de ella la imagen de una persona frágil y vulnerable. Desde muy temprano recorre cafés y restaurantes, tratando de vender aunque sea “un cachito” de lotería. Como buena vendedora es amable pero no intenta esconder la cara de pesar que le acompaña; si no lleva consigo el número que el cliente quiere, va y lo consigue (aunque eso implique decenas de calles más, para ir y venir), quizá para eso usa zapatos bajitos, de lona.


Intenta subsistir con las pírricas comisiones que consigue, buscando no enfermarse porque cualquier gasto extra le rompe el equilibrio a su economía, aún más frágil que el cuerpo, y especialmente si se trata de costosos medicamentos. Lo único cierto es que, si no trabaja, no comerá.

II] Siempre de madrugada. La espalda fuera de su lugar en una posición que debe dolerle más de lo imaginable. Una pierna más corta que la otra. Unas veces, empujando una carretilla de dos ruedas –un “diablo”, le dicen—, en otras ocasiones, cargando los bultos de periódico en la mano. Siempre serio, pero atento y listo para responder el saludo levantando el sombrero. Siempre la misma camisa, decolorada y en algunas partes raída, pero siempre limpia. Cruza la vía del tren con su carga y no se detiene. ¿No hay quien le ayude?, ¿no tiene hijos, hermanos, nietos o alguien que esté en condiciones de aligerarle el peso?


III] Es una anciana pero los días hábiles de la semana hace pesas de manera muy especial. Baña, acuesta, sienta, cambia, masajea y carga al muchacho –un recorrido de kilómetros— para llevarlo a terapia. El adolescente parece un fardo de 50 kilos de peso, con parálisis cerebral que lo hace totalmente dependiente de la abuela; la madre del muchacho sencillamente se atribuló con la responsabilidad y optó por abandonarlos. Subirlo y bajarlo de los camiones (debe transbordar un par de veces para ir y otras tantas para volver) es una odisea porque otros pasajeros consideran a esta singular pareja una molestia y, por ello, algunos choferes que ya los conocen se siguen de largo, para no tener que arrimar el hombro a la señora.


IV] La casa –es decir, el cuarto— era de piso de tierra y paredes de madera tan vulnerables que los muchachos, totalmente drogados, penetraron sin dificultad. Acostado en su catre lo masacraron en la madrugada, a cuchilladas, y a cambio consiguieron un pírrico botín: un viejo radio y un par de chucherías más que ni siquiera pudieron vender; estaban tan intoxicados que la policía los atrapó aún con sangre fresca en las manos. Pero el viejo está muerto, solo y muerto.


V] Están atentos a que alguien del asilo –“la residencia”, le llaman pomposamente— se muera, para que pueda ocupar su lugar. Todos tienen que trabajar y nadie puede quedarse a cuidarla mientras están fuera. Se dieron cuenta que la situación era delicada cuando la encontraron tirada en el suelo, untada en sus propias heces; se había caído y no pudo levantarse en todo el día. Aunque la lista de espera es grande, tienen la esperanza de que se las reciban pronto en esa beneficencia, no sólo para que la atiendan y la acompañen, también para aligerarles un poco la carga con los pañales –son carísimos, la caja vale casi 300 pesos— y las medicinas que, aún juntando el dinero de todos, pocas veces pueden comprarle.


VI] Pasaron varios días antes de que alguna vecina chismosa se diera cuenta de la muerte de don Luis y eso, a causa del mal olor. Los familiares acudieron cuando llegó el momento de repartirse los despojos. Antes de eso, el viejo vivió sólo con sus miserias, con sus miedos y con sus dolencias. Probablemente pudo tener un mejor final, pero nadie estuvo junto a él para explicarle que había otra forma de vivir –y morir—, con dignidad.


VII] Fue gente de bien. Nunca se supo que hiciera daño a nadie deliberadamente. Cotizó 39 años al seguro social, haciendo sus deberes y pagando impuestos. Tuvo que conformarse con una pensión de 1350 pesos mensuales que le condenó a la miseria los últimos años de su vida, haciendo milagros para pagar la renta (nunca pudo pagar una casa propia), la energía eléctrica, el servicio telefónico, el peluquero, el detergente para la ropa, el jabón y la pasta de dientes para él y, además… comer. Lamentaba que eran más frecuentes las pruebas de supervivencia que las consultas que le programaban a meses de distancia “como si fuera a vivir toda la vida”, ironizaba.


VIII] Lo encontraron cuando fueron a llevarle el almuerzo. Estaba sobre el surco recién abierto, todavía con el azadón en la mano. Piensan que fue un torzón o un aire, pero lo más probable es que hayan sido sus 83 años de edad, a los que ya no es nada recomendable trabajar jornadas de diez horas diarias, de sol a sol. Ninguno de los hijos pudo venir, de hecho algunos de ellos ni se enteraron a tiempo. Unos estaban en la frontera, los demás, del otro lado. Él no quería la parcela se enmontara, “pa’cuando los muchachos regresen”. Además, de eso comía, de las mazorcas que, si no se vendían, su mujer podía hervir o asar cuando estaban tiernas.


Todas estas historias son ficticias, ajenas a la realidad.


Sólo podrían existir en un país con cuatro millones de ancianos viviendo en la pobreza, muchos de ellos en completa soledad, en medio de una sociedad absurda que desprecia la experiencia acumulada por generaciones, que tiene otras prioridades y, se organiza de tal manera que trata a sus viejos como residuo, como algo inútil e improductivo, pagando sus culpas con tarjetas de descuento para el transporte público que no siempre se respetan.


Afortunadamente no es nuestro caso. Y digo afortunadamente porque, a fin de cuentas, los mexicanos que sobrevivan la salvaje crisis que se avecina, llegarán a viejos.


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CANSANCIO

Juan Antonio Nemi Dib


En su artículo de esta semana titulado “La cuenta regresiva”, José Ferrer describe puntilloso y puntual el futuro que nos espera. El texto inicia diciendo: “‘Incrementar los impuestos, recortar el gasto, ampliar el déficit o una acción combinada de las tres’, es el infierno fiscal previsto y anunciado, como dicho por descuido, por el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, para el 2010”. Y más adelante explica: “Era de esperarse… porque entramos de lleno a la cuenta regresiva del final de la cobertura de protección para garantizar un precio por barril de 70 dólares promedio, y no hay plan ‘b’, ni se ve alternativa fiscal posible, para reemplazar la renta petrolera, a pesar de las pomposamente llamadas reformas fiscal, energética y de pensiones.”


Y concluye Pepe: “Cuando en el horizonte se ve el 2010 año de celebraciones históricas, también se asoma el vencimiento de la cobertura petrolera, justo cuando la economía nacional está sufriendo una contracción –que ya calificó de recesión el Secretario-. En el primer trimestre, la caída fue del 7 por ciento (la más grave en los últimos 14 años según la propia Secretaría de Hacienda) y se calcula que será superior al 4.5 por ciento en el 2009”.


En realidad, mucho antes del estallido de la crisis de las “hipotecas basura”, cuando el Secretario de Hacienda aún no calificaba de resfriado a la que resultó peor que neumonía cuata, las cosas no pintaban bien para México; desde 2007 se identificó claramente el impacto que la contracción de la economía de Estados Unidos nos causaba y se hicieron visibles las “incapacidades estructurales” para mantener la competitividad de los bienes y servicios mexicanos. Se llegó a hablar de que el Tratado de Libre Comercio con Canadá y EUA estaba más que superado por la realidad y que para ese momento, sus beneficios ya podían considerarse como relativos.


Las paradojas de la economía mexicana continuaban acentuándose antes de Madoff y Stanford y de las “subprime”: uno de los sistemas financieros más grandes del mundo con la mitad de su población viviendo en la pobreza; un sistema “petrolizado” que incrementaba –y ahora lo hace más que nunca— inversamente el precio al consumo de los combustibles cuando este decrecía en el exterior; uno de los sistemas bancarios más rentables del planeta que absurdamente no prestaba –ni presta— y que vivía –y lo sigue haciendo— de las exorbitantes comisiones por servicios; abusos monopólicos para los consumidores en casi todos los frentes, principalmente en los de tarifas y costos, pero también en lo relativo a la calidad y falta de garantías…


Si aquello no era bueno, ¿cómo describir lo que ocurre hoy?

Los ingresos nacionales atacados por todos los flancos: para empezar, la dramática caída en el precio del petróleo de la que habla Ferrer (ingreso que debería proveer, en términos netos, el 40% del gasto público presupuestado); la reducción en el envío de dinero de nuestros paisanos (25 mil millones de dólares en 2008, que ya eran un 3.6% menos que en 2007) y que según el Fondo Monetario Internacional bajará otro diez por ciento este año; la disminución de las exportaciones mexicanas (sólo en 3 meses de 2009, cayeron 26% las ventas a EUA, nuestro principal cliente, con una merma de casi 14 mil millones de dólares en ese tiempecito); y para qué hablar del turismo peligrosamente inoculado del virus de la influenza, que ha mostrado ser muy influyente y amenazador entre los fallidos viajeros.


Se trata de una agenda económica que, en un escenario de responsabilidades compartidas y cariño por el país, ya hubiera sentado a la mesa de acuerdos a los actores de la vida económica y política de México para encontrar un camino viable y, al menos, encender una lucecita de esperanza frente a este horizonte negro. Pero no, parece que hay cosas más urgentes que eso.


Durante los últimos dos meses, las detenciones de varias personas presentadas como importantes líderes de la delincuencia organizada permitió al Gobierno Federal sustentar su discurso de que se está avanzando por el camino adecuado y que los malos están perdiendo la guerra convocada al inicio de la administración. Sin embargo, bastaron dos incidentes para devolver el pesimismo al estado en que se encontraba: un policía con toda su familia (su madre, su esposa, su cuñada, 4 niñitos y hasta una vecina) fueron brutalmente asesinados, a plena luz del día, en Cunduacán, Tabasco, mientras que en Zacatecas, un comando de 80 individuos a bordo de 17 camionetas y con el apoyo de un helicóptero, liberaron a 53 presos, algunos de ellos considerados de alta peligrosidad.


Y la lista de los pendientes sigue: la quiebra potencial del sistema de pensiones, las insuficiencias enormes del sistema sanitario, los problemas insolutos y progresivamente mayores del sistema educativo, el rezago tecnológico, el deterioro ambiental…


La campaña electoral para la renovación de la Cámara de Diputados era una gran oportunidad para la presentación de soluciones, para que los aspirantes a decidir sobre el destino de los recursos públicos en los próximos tres años nos dijeran cómo y en qué pretenden gastarlos. A cambio de eso, estamos viendo un triste espectáculo en el que los pugilistas de callejón y los trapaceros tienen el principal protagonismo, como eficaces aventadores de lodo, más o menos cierto, pero igualmente apestoso, lodo apestoso. Y los menos malos, los más lúcidos de todos los signos políticos, prefieren abstenerse de la pugna para no sufrir daños colaterales en su imagen, asumiendo con ello el nuevo rol que les asigna la mercadotecnia: el de meros productos publicitarios. ¿Dónde, por amor de Dios, están las propuestas concretas?


De por sí las elecciones intermedias concitan poco interés ciudadano; ahora hay que considerar, además, que una baja votación favorece a ciertos partidos y ciertos candidatos para la próxima distribución de las diputaciones. Sea o no deliberado, este escenario de desánimo y desinterés beneficia a alguien. Aprovechan el cansancio de la gente. Ojalá que no se convierta en hartazgo. Y en cualquier caso, no tendremos que esperar mucho: el 6 de julio empezará la nueva realidad, la de a de veras, la que no podrán simular ni postergar más.


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LA ESPAÑOLA

Juan Antonio Nemi Dib



El maestro albañil Pascual De León Lara era dueño de un pequeño terreno de cultivo en la comunidad de Bayona. Cierto día, De León fue al predio de su propiedad para pagar el importe de sus jornales a Carlos Nerilus, un peón al que tenía contratado para los trabajos de limpieza y explotación del sitio. Por lo que se sabe, Pascual pedía a Carlos que abandonara el sitio puesto que estaba por venderlo o lo había vendido ya y quería entregarlo “sin nadie” al nuevo propietario; se presume, además, que Pascual solía maltratar a su empleado y que incluso le adeudaba dinero. Según varios testigos, repentinamente surgió una violenta discusión entre ambos, luego de la cual Nerilus tomó un machete con el que hizo rápidos y certeros tajos a la cabeza de su patrón, cercenándosela.


Al día siguiente, un grupo de amigos y familiares de Pascual localizaron a Nerilus, gracias a la presión que ejercieron sobre las personas que conocían el paradero del presunto asesino y que, probablemente amenazadas, no tuvieron más remedio que “entregar” a Carlos, que permanecía oculto en un lugar conocido como “Los Alcarrizos”. Luego de ser atado y torturado, incluso con una puñalada en la pierna, Nerilus asumió toda la responsabilidad en los hechos, negando la participación de ninguna otra persona en el homicidio, explicando que su crimen fue consecuencia de los malos tratos que recibía y la negativa de Pascual para cubrirle los adeudos.


A través de una llamada a un teléfono celular, los ocupantes del vehículo en el que trasladaban a Nerilus confirmaron que el sitio al que se dirigían –la calle de “México”— estaba “limpio” de policías. “La jeepeta [pequeña camioneta de doble tracción] se parcó [estacionó] frente a la residencia de la calle 12 con tercera, donde era velado Pascual De León Lara, bajaron al amaniatado [amarrado] con una soga en sus manos, le dieron un tiro en una pierna hasta caer al suelo, sacaron un hacha afilada que cargaban en el vehículo y propinaron un primer hachazo en el cráneo, un segundo golpe de hacha en el hombro derecho y otro en el izquierdo hasta que la cabeza rodó hasta un contén [límite de la acera] de la calle 12, del populoso sector de Buenos Aires.”


La historia no tendría nada de extraordinario y sería, si acaso, una más entre las muchísimas crónicas tétricas que repletan las secciones de nota roja de los diarios, si no fuera porque Pascual De León Lara era ciudadano dominicano, igual que los que vengaron su muerte, y Carlos Nerilus era uno más del millón de haitianos que, huyendo de sus propios infiernos, buscando mejores condiciones de vida, permanecen de manera más o menos irregular en República Dominicana, haciendo todo tipo de trabajos y, como es visible, no siempre recibiendo en paz. Es la historia, también, de la violencia mortal como algo ordinario, cotidiano, que no sorprende ni a quienes son sus víctimas.


Los hechos ocurrieron a principios de mayo y detonaron un grave conflicto entre los dos países que comparten trescientos sesenta kilómetros de frontera y un destino indisoluble, dado que ambos ocupan los 76 mil kilómetros cuadrados de superficie de “La Española”, una hermosa y, al mismo tiempo, sufrida isla del Mar Caribe. Apenas el sábado, dos mujeres dominicanas fueron asesinadas en la parte trasera del Teatro Nacional de Puerto Príncipe, la capital de Haití, en represalia por la decapitación de Nerilus. Los gobiernos de ambas naciones realizan denodados esfuerzos por bajar el tono del incidente e insisten en la estupenda relación entre ambas naciones no resultó afectada y que, por encima de todo, debe prevalecer la buena vecindad.


Y no es para menos: un millón de haitianos equivalen prácticamente al diez por ciento de la población total de Dominicana, se calcula en más de seiscientos millones de dólares (no siempre fiscalizados) el trasiego de mercancías y servicios en medio de una frontera porosa, prácticamente abierta, en la que el francés, el creole y el castellano suelen [con] fundirse, mientras que los colores caoba y cobre en la piel hace buen tiempo que no son factores determinantes para identificar la nacionalidad.


Haití, en el extremo oriental de la isla”, huele a sufrimiento permanente, a penuria. Aunque fue el segundo país del continente en declarar su independencia (después de los Estados Unidos), de poco le valen a los haitianos sus expectativas libertarias; expoliada durante siglos por la Francia esclavista, durante decenios por los mismos Estados Unidos del “destino manifiesto” y el resto del tiempo por los propios haitianos, la nación caribeña ha sido escenario de las más crueles y repulsivas dictaduras de los tiempos recientes, como la de François Duvalier –Papa Doc— y su hijo Jean-Claude –Baby Doc— y traicionada por sus propios héroes, como Jean Bertrand Aristide, electo democráticamente en 1991, depuesto por una enorme movilización popular y reiteradamente acusado de corrupción y abusos.


Una larga cadena de golpes de estado, asonadas y confrontaciones sociales violentas (siempre con muertos, siempre con sangre en medio) pueden entenderse a la vez como causa y efecto de que Haití tenga la economía más pobre de todo el hemisferio occidental, enorme número de analfabetas, cientos de miles de personas en condiciones precarias, por debajo del nivel de subsistencia, numerosos crímenes violentos y, por ende, numerosos criminales, y la presencia obligada y permanente de soldados de la Organización de las Naciones Unidas para tratar de mantener el precario equilibrio político y social que se quiebra a la menor provocación.


Haití es el país cuyo gobierno impidió que un buque mexicano descargara ayuda humanitaria –específicamente medicinas y alimentos— según lo explicó su ministro de Salud, Alex Larsen, porque “en la actualidad no es propicia la llegada del buque”, debido a la fase aguda de gripe. Que se sepa, ni los fármacos ni la comida transmiten el virus, salvo que en “La Española” tengan otras evidencias.


El gesto enoja, enoja mucho.


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