Cosas Pequeñas


300 PESOS

(La Realidad 2)

Por Juan Antonio Nemi Dib



La historia rezuma sangre y dolor. Sería motivo de envidia para los guionistas más avezados del cine negro a los que difícilmente alcanzarían sus perversiones si quisieran darle forma de película y convertirla en éxito de taquilla. Parece inconcebible. Aún conociendo a sus protagonistas, teniendo con ellos contacto físico, el inconsciente se resiste a aceptar que son reales; es más fácil evadirlo y pretender que se trata justo de eso, de una mala película o de un mal sueño, una pesadilla. Pero ahí están, con toda la carga encima y muchas dudas fundadas de quienes los conocen sobre el futuro que les espera a estos dos adolescentes.

Se trata, o más precisamente, se trataba de una familia del ejido Ignacio López Rayón en el municipio de Las Choapas, al sur de Veracruz. El jefe de la misma, un jornalero de escasísimos recursos, debía trescientos pesos a alguien. Nadie pudo explicar el por qué de la deuda, aunque sí la causa esencial por la que no pagaba: la pobreza esencial y las ingentes necesidades de la prole, que eran prioritarias.

Cierto día de principios de enero de 2006, tres individuos llegaron hasta la vivienda familiar para cobrar la deuda que una vez más, no pudo pagarse. Llenos de furia, los acreedores quisieron resarcirse del crédito impago con una joven, la hija mayor de la familia -Ruth Gladis era su nombre-, aunque la deuda bien pudo ser un pretexto.

Como es de suponerse, los familiares trataron de impedirlo. El resultado fue funesto: el padre y la madre murieron en el acto, igual que la propia Ruth Gladis. El pequeño hijo de ésta, de entre 8 meses y un año de edad, fue hallado después junto al cadáver de su joven madre. “Tino” y su hermano gemelo, hijos del matrimonio, intentaron entonces impedir el homicidio de sus padres y de su hermana. Fueron tan brutalmente golpeados que Tino -con golpes múltiples en la cabeza- perdería completa y definitivamente la visión, mientras que su hermano moriría 20 días más tarde.

Tino requirió dos meses de tratamiento hospitalario; sufrió también una severa paraplejía que logró remontar gracias a una voluntad férrea e interminables sesiones de terapia física. Hoy es casi autosuficiente: ayuda en lo que puede al personal del albergue, es todo un atleta que ha conseguido premios nacionales de atletismo (corre en competencias paralímpicas), acude a una escuela especializada y suele ser sumamente responsable con sus deberes académicos. Los terapeutas aprecian su optimismo y consideran que Tino tiene asumido el homicidio de sus padres y hermanos.

“Rosa”, en cambio, la ha tenido mucho más difícil. Según expresa en lenguaje de señas, corrió mucho, mucho, se escondió prácticamente toda la noche y apenas empezó a clarear, fue a avisar a los vecinos de lo ocurrido en su casa. Cuando la encontraron, Rosa presentaba lesiones causadas por las esquirlas de las balas que le dispararon para matarla y que fallaron en su objetivo.

Su secuela más grave es la condición de sordomuda con la que quedó, pero lamentablemente no es la única: presenta algunos trastornos de personalidad, con frecuencia sufre de crisis nerviosas, tiene accesos de llanto o suele gritar intempestivamente; aunque disminuyen en frecuencia, estos episodios continúan latentes. Las armas le causan pavor, los policías la atemorizan, basta con que sus compañeros de albergue corran o jueguen abruptamente para que ella entre en crisis.

A su ingreso a la estancia solía ser sumamente agresiva, no permitía que nadie la tocara e incluso hubo que arrebatarle a su sobrinito -que traía en brazos- para que los médicos pudieran valorarlo. Exigía que el bebé tomara su leche en la misma mamila que ella traía consigo, por la desconfianza que le producía el resto de las personas.

En este momento, Rosa presenta un cuadro de anorexia; se niega a comer y le es muy difícil retener el poco alimento que ingiere. Se encuentra bajo tratamiento de personal especializado. Aunque han transcurrido casi cinco años de la tragedia, Rosa sigue recordando de manera intempestiva (en “flashback”) pasajes que la asustan y la hacen perder el control.

Luego de permanecer en la estancia durante poco más de tres años, el bebé fue dado en adopción. Con autorización de los nuevos padres, mantiene algún contacto con sus tíos.

Los tres homicidas están presos y yo supongo que purgando una sentencia enorme. Fueron los 300 pesos. Eso dijeron.

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Cosas Pequeñas


LA REALIDAD (1)


Por Juan Antonio Nemi Dib




Está por demás decir que sus nombres son ficticios. A ellos muy probablemente les sería difícil entender los conceptos de publicidad, de vida privada y de derecho a una vida digna; es posible que desconozcan los códigos y las prescripciones morales que al menos en teoría regulan nuestra convivencia como integrantes de la comunidad y me atrevo a pensar que, tras una vida de agresiones de todo tipo, ni siquiera se consideren “protegidos” por las normas y poseedores de “derechos fundamentales irrenunciables”; un poco la filosofía de Pedro Páramo: a sufrir venimos.

Lo que sí es rigurosamente cierto es que esta historia no ocurre en el África subsahariana tan de moda en estos tiempos, ni en una aldea de país bananero (salvo que a pulso nos estemos ganando también esa clasificación). Es una historia que pasa aquí, junto a nosotros, en una pequeña localidad ubicada a quince minutos en coche, desde la cabecera municipal de Coatepec.

La familia se compone de seis integrantes y la madre, como suele ocurrir en muchos de estos casos, está embarazada de nueva cuenta. Los hijos han nacido con ayuda de una partera, en casa, y ninguno acude a la escuela (aunque la educación básica sea una “obligación constitucional” para los niños de su edad). Prácticamente todos están anémicos y se les ha diagnosticado un cuadro de desnutrición. El asunto es tan severo que Juanita, de cinco años, parece tener tres, mientras que Lalo, de siete, parece de cinco.

La vivienda era de madera y piso de tierra, de una sola habitación, de 4 metros de fondo por 4 de frente, sin energía eléctrica, plagada de olores fétidos (probablemente debidos a la acumulación de residuos orgánicos en descomposición), pero ni siquiera eso les pertenecía, formaba parte del pequeño predio que cuidaban y cuyo dueño les permitía ocupar. Sus vecinos más cercanos estaban, por lo menos, a 300 metros de distancia. Después del “incidente” la familia se trasladó a la casa de la abuela paterna, en donde las condiciones de pobreza y promiscuidad son prácticamente idénticas a las del anterior domicilio.

Hace unos días, Juanita presentó un sangrado incontrolable que obligó a sus padres a llevarla al hospital de Coatepec, cuyo personal de guardia les refirió al Hospital Civil de Xalapa debido a la gravedad del caso. Los médicos dieron aviso al ministerio público ante la evidencia de un ataque sexual contra la pequeñita, a la que apenas el domingo pasado tuvieron que intervenir quirúrgicamente para reparar en lo posible los daños físicos de que fue objeto. Ha mejorado de las lesiones pero ésta son apenas uno de varios problemas de salud que enfrenta: una semana después continúa arrojando parásitos y todavía no terminan de erradicarle los piojos y garrapatas que laceran su frágil cuerpo.

La investigación preliminar hace suponer que Juanita fue agredida en el interior de la “casa”, aparentemente en presencia de sus padres. El ministerio público no descarta la complicidad de éstos.

Desde que está en custodia, Juanita está callada y distante. Habla poco. No ha llorado ni una sola vez. Nunca ha preguntado por sus papás y sólo pidió ver a “Pelón” -Lalo- que igual que ella, se encuentra en custodia de las autoridades. Están por iniciar la terapia psicológica que, según los expertos, permitirá a Juanita enfrentar la agresión de que fue objeto y hablar de ella. Lalo también está en tratamiento médico por la desnutrición. De los hechos, dice que oyó a su hermana llorar mucho y pensó que le habían pegado, pero sólo eso.

En las indagatorias, los papás se contradicen. Primero, la mamá dijo que ella había sido amarrada y sometida, que presenció la agresión contra su hijita pero que “no pudo hacer nada”. En otro momento dijo que sólo había escuchado algo y que no tenía certeza de nada. Por su parte, el papá declaró que le había dado alojamiento a dos individuos y que no se había percatado de lo sucedido. Después aseguró conocer a los supuestos agresores, quienes “estaban tomando”. Pero después hizo otra declaración exculpatoria: “estaba borracho, cansado, llegué a la casa, me dormí, no oí nada”.

Hay evidencias de violencia intrafamiliar. Durante las primeras entrevistas el padre impedía a la madre hablar y ésta se conducía con claro sometimiento al esposo. Ambos tienen entre 35 y 40 años de edad. A partir de esto es que el ministerio público determinó que los menores quedaran bajo la custodia de las autoridades y separados de sus padres.

Curada del cuerpo, sin garrapatas en la cabeza, aún tratada con respeto y bien alimentada, ¿cuál será el futuro de Juanita?, ¿por cuánto tiempo estará protegida de su propia familia?, ¿qué impedirá que regrese al destructivo círculo de la pobreza?, ¿quién convencerá a Pelón de que es un ser humano querido, digno, con derecho a ser feliz?, ¿qué impedirá que el papá de los niños siga emborrachándose ante la ausencia de una ocupación mejor?

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Cosas Pequeñas



REÍRSE


Por Juan Antonio Nemi Dib




El filósofo y semiólogo (experto en semiología, o sea, estudioso de los signos que contiene la vida social) italiano Umberto Ecco escribió una novela realmente extraordinaria -por donde se le vea- (“En el nombre de la rosa”) que a pesar de su complejidad estética y narrativa puede leerse de corrido y disfrutarse al máximo incluso por un lector sin entrenamiento. Aunque el texto tiene numerosas citas en latín, usa recursos literarios difíciles y está lleno de elementos hechos sólo para iniciados, la novela fue un éxito popular que ha vendido muchos cientos de miles de copias en numerosos idiomas y después fue llevado al cine con Sean Connery en un filme también exitoso en las taquillas, si bien la película no recibió la mejor acogida de la crítica.

El texto se desenvuelve simultáneamente en distintos niveles de argumentación (la vida espiritual durante el medioevo, las relaciones entre el papado imperial y las órdenes religiosas, la opción por los votos de pobreza o la acumulación de bienes terrenales, la inquisición -paradójicamente representada por el héroe liberador-, y hasta el concepto del amor). Es también un “thriller”, una emocionante narración de suspenso, con misterios en espera de ser resueltos y protagonistas enfrentados entre sí, determinados a defender con firmeza sus respectivas trincheras.

Sin embargo, lo que más me impactó -precisamente en el marco oscurantista de aquella época que Ecco describe magistralmente- fue la convicción del “malo”, el ficticio monje español Juan de Burgos, quien dentro de la trama había sido bibliotecario de la abadía en la que se desarrolla la historia, de que la risa es pecaminosa en grado sumo y por ende, alejada de la santidad. Desde que tuve en mis manos la novela, no hago sino preguntarme: ¿qué derroteros intelectuales, qué razones llevaron a un grupo de personas con acceso a todo el conocimiento que había en su época a la convicción de que la alegría -expresada en el acto de reír- es algo malo, indeseable, nocivo? No concibo una vida sin sonrisas, sería lo más cercano al infierno y lo más alejado de Dios.

A propósito de esta discusión, Diego Damián Jiménez Salinas publicó en Pamplona un ensayo sobre la “eutrapelia”, es decir, la virtud de la diversión, según la concibieron Aristóteles y Tomás de Aquino. En su ensayo, Jiménez explica que el concepto de lo lúdico no debe limitarse al juego y que ambos filósofos, sobre todo el segundo, estarían hablando en realidad de “todo aquello que nos sirve para descansar del trabajo, desde el juego y el deporte hasta las bromas, chistes, ocurrencias y dichos ingeniosos”, lo que incluye la “iucunditas”, es decir, el buen humor. Dirá Tomás de Aquino entonces que la “eutrapelia” es “la capacidad de convertir adecuadamente en risa las incidencias de lo cotidiano”. Aunque el debate es viejísimo, los japoneses lo tienen claramente zanjado desde hace siglos: un proverbio afirma que el tiempo que uno pasa riéndose es el único tiempo en que se convive con los dioses.

Sin embargo ya no es solo una cuestión filosófica; de hecho, el conocimiento científico ha convertido a esta discusión sobre reír o no en un arcaísmo. Hoy se conoce, y decenas de tratados la explican con más o menos detalle, la fisiología de la risa: se sabe que el acto de reír contribuye a la oxigenación celular y libera buena cantidad de endorfinas, substancias producidas por el organismo humano que contribuyen a la modulación del dolor, que producen sensación de bienestar, contribuyen a la regulación térmica del cuerpo y son cruciales para nuestras funciones reproductivas, entre muchas otras cosas buenas que nos regalan estos “opiáceos naturales”.

Hay elementos culturales en la risa -es poco probable que un inglés entienda nuestras bromas mexicanas y ría con ellas, como a nosotros nos es difícil el humor de los políticos estadounidenses- pero también hay elementos comunes y compartidos en todas las culturas: la risa es expresión inevitable de alegría o, al menos, de satisfacción que, “semióticamente”, se entiende en todas partes, la sonrisa es lenguaje universal. Una sonrisa amable y sincera es la llave para abrir muchas de las puertas que de otro modo permanecen cerradas.

Contrariamente a lo sostenido por el ciego bibliotecario de “En el nombre de la rosa”, hoy queda claro que la risa es contagiosa, inspiradora, relajante e incluso, se ha demostrado que posee cualidades terapéuticas que mejoran la calidad de vida de los enfermos, que potencializan los efectos de la medicina e incluso, en ciertos casos, curan la enfermedad. Algunos científicos presumen que las personas que ríen mucho podrían tener una existencia más sana y, por ende, más prolongada. Parece que reír con constancia es un buen camino para llegar a viejo. Reír mucho, dicen los que saben, destruye amarguras, facilita el entendimiento entre personas, acerca a la gente, atempera la envidia y le quita la carga a muchas cosas que de otro modo son insufribles. Los que ríen mucho tienen menos capacidad de odiar, de guardar rencores.

Reírse ayuda a convivir con los demás, ayuda a la paz interior, y si uno desarrolla la técnica y aprende a reírse de sí mismo, la vida será menos aburrida, menos solemne y más llevadera. Pobre Juan de Burgos, pobres los que no se ríen.

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Cosas Pequeñas


POBRES

Por Juan Antonio Nemi Dib



La ley de desarrollo social exige que cada dos años se haga -y publique- un estudio que mida la pobreza en México, con criterios de base científica y la mejor metodología posible. Además, existe un organismo público autónomo (que se parece un poco en su régimen jurídico a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos) dedicado a estudiar las políticas sociales y el impacto de éstas en la disminución de la pobreza. No es una chamba menor la que tienen a su cargo los seis académicos que integran la institución, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL): nomás medir qué tantos pobres existen, intentar un análisis de por qué son pobres y, esencialmente, evaluar el efecto de las políticas públicas -o sea, el gasto del dinero que nos pertenece a todos- y determinar en que manera y proporción dichas políticas contribuyen -o no- a disminuir la pobreza.

En julio de 2009 se presentaron los resultados correspondientes a 2008 y a mediados de 2011 deberán hacerse públicas las conclusiones de la medición que se está haciendo justo ahora. La CONEVAL usa varios instrumentos para calcular la insuficiencia de recursos y oportunidades en las familias mexicanas, principalmente encuestas que aparentemente se hacen con rigor metodológico y muestras muy amplias y su trabajo suele compararse con el de otras instituciones confiables como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a fin de disponer de referencias creibles. Por cierto que en 2008 las conclusiones de la ONU y CONEVAL resultaron muy similares.

En ese año, 50.6 millones de mexicanos -prácticamente la mitad de la gente del país- eran pobres de patrimonio. Ello significa que sus ingresos no les permitían satisfacer sus necesidades de salud, educación, alimentación, vivienda, vestido y transporte público aunque aplicaran todos sus recursos a ese propósito.

Entre ellos, 19.5 millones de mexicanos no tenían dinero suficiente para comprar una canasta básica de alimentos, aunque destinaran todo el ingreso familiar a la compra de comida y a nada más. 12.2 millones de estos mexicanos estaban en las zonas rurales, pero ¡7.2 millones de personas sin comida suficiente vivían en las ciudades!

El estudio demostró que entre 2006 y 2008 aumentó el número de pobres y sobre todo, aumentó el número de mexicanos sin comida suficiente. El primer grupo creció en 5.9 millones de personas y el segundo, el de los subalimentados, subió en 5.1 millones. Aún no se notaban los efectos de la crisis financiera internacional y es probable que para 2011, cuando se presenten las cifras de 2010, el fenómeno de la pobreza se haya radicalizado aún más; sin embargo, la CONEVAL -que preside el Secretario de Desarrollo Social del Gobierno Federal- asegura que entre el año 2000 y el 2008 la pobreza alimentaria y la pobreza de patrimonio disminuyeron alrededor de 6%.

Las mediciones que presentó CONEVAL identifican mayor oferta educativa, más cobertura sanitaria y mejoras en el tema de vivienda, principalmente la reducción -en 3.4%- de casas con piso de tierra (y por ende más casas con piso firme). En 16 años (de 1992 a 2008) la inasistencia escolar habría disminuido, según el estudio, de 5.1 a 2.1%. También informaron que hubo éxitos en la reducción del analfabetismo, la dotación de energía eléctrica e iluminación, así como agua para el consumo humano.

Uno de los factores de pobreza revisados señala que desde 1992 no crece la proporción de derechohabientes de las instituciones formales de seguridad social (quizá ello explique que ahora, unos 49 millones de mexicanos deban ser -medianamente- atendidos a través del Seguro Popular). Pero en cambio, se identificó una reducción significativa en el número de personas que no trabajaban y no recibían pensión, lo que quiere decir que aumentó el número de ancianos pensionados.

CONEVAL concluyó la presentación de su estudio para 2008 en estos términos: “aún cuando los avances y los logros de los programas sociales han permitido ampliar los servicios de salud, de educación, de alimentación y de vivienda, particularmente entre quienes más lo necesitan, la pobreza por ingresos sigue siendo elevada en México y aumentó debido al entorno económico adverso a nivel internacional y nacional. El incremento en la incidencia y el número de personas pobres deberá ser un elemento de particular atención en la evaluación de las políticas públicas de desarrollo social de los tres órdenes de gobierno.”

Imposible negar los avances en la disminución de la pobreza que, sin embargo, siguen siendo muy pequeñitos, respecto de la dura realidad: muchísima gente que no tiene acceso a satisfactores básicos y más que vivir, padece una existencia precaria, una condena al sufrimiento. De poco sirve la infraestructura (carreteras, puentes, parques, canchas, escuelas) cuando la gente no tiene para comer o acceso a un dentista que le quite el dolor de muelas. Es absurdo pensar en excelencia académica y desarrollo científico, en el ordenamiento urbano y la conservación ambiental, es incoherente pretender paz pública, justicia y Estado de derecho, con -por lo menos- 51 millones de personas que son víctimas de la inequidad y la concentración de la riqueza. A fin de cuentas los pobres son gente, individuos que sienten y... a veces, aún sueñan con una vida un poco mejor, que son más que estadísticas. Ojalá, ojalá que para 2011 tengamos mejores noticias.

antonionemi@gmail.com