CIUDADANOS

Por Juan Antonio Nemi Dib



Opinaré aunque sea políticamente incorrecto y después alguien vaya a estampármelo en la cara. Lo hago para no ponerme más agrio de lo que ya han de soportarme los obligados a ello y para dejar constancia de mi pesar. Sé que transgredo las normas elementales del “quedabien” y que me “pongo de pechito”, pero no hay remedio: tarde o temprano deben asumirse las consecuencias de tener una posición frente a las cosas de la vida, incluso si se trata de asuntos non gratos.


La gran obra de Simon Schama, excepcional crónica de la Revolución Francesa, de 900 páginas y producto de muchos años de trabajo, se llama simplemente “Ciudadanos”, adjetivo compuesto de apenas 10 letras que sin embargo posee gran riqueza conceptual. Una sola palabra que implica muchas cosas: disolución de la monarquía, ocaso de la aristocracia, arribo del pueblo llano al poder público, igualdad de los hombres como principio básico del estado de derecho y, por ende, prefacio de las democracias representativas.


Algunos asocian el concepto de ‘ciudadano’ con el de ‘sujeto de derechos políticos que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país’. Ser ciudadano implica gozar de prerrogativas protegidas por leyes e instituciones. Pero así vista, nomás, la ecuación es imperfecta, incompleta. No hay derechos sin obligaciones, sin deberes. Ningún sistema puede funcionar si sus integrantes se solazan con provechos, se benefician con protecciones y no dan nada a cambio, si no retribuyen a sus congéneres; para que las cosas marchen los ciudadanos han de contribuir, de dar su parte, de intervenir en el esfuerzo colectivo indispensable para que esos derechos, esas ventajas, sean reales y asequibles a todos. Se equivoca quien piense que ser ciudadano es mero regodeo en ganancias sin costo, recibir sin dar.


Ser ciudadano implica renuncias –algunas dolorosísimas— por ejemplo la vida de los hijos en los países belicistas que exigen el encuadre de sus jóvenes en la milicia como asunto de sobrevivencia nacional, que no se discute. La fórmula precisa para explicar esto se reduce al interés de los más, al beneficio para la mayoría, al perjuicio para los menos, bajo principios de equidad y responsabilidad compartida. Al final, de lo que se trata es que no muera nadie, de evitarlo en lo posible, pero para eso es indispensable el acuerdo y la participación de todos los beneficiarios. Eso y no otra cosa es ser ciudadano.


Y viene a cuento por los frustrados ejes viales de Xalapa. Funcionaron. Aportaron beneficios tangibles para la Ciudad y para quienes en ella vivimos. Lo digo con conocimiento de causa: 4 cruces diarios –en promedio— por ambas avenidas, antes, durante y después del abortado ejercicio me dan autoridad para afirmar que los tiempos de recorrido, las emisiones atmosféricas y las neurosis colectivas decrecieron mucho al tiempo que mejoraba calidad de vida de decenas de miles de personas. Trasiegos de 45 minutos –con reloj en mano— se habían reducido a 13 o 14, lo que no es poco en una ciudad apretujada, de orografía quebrada y sin vialidades suficientes, con el triste record de poseer el mayor parque vehicular per cápita del País: ¡140 mil vehículos en sus calles! Los ejes eran MUY BUENOS.


Explican que una encuesta determinó la reversa de la medida, que la mitad de la población interrogada se dijo contraria a los ejes. Y digo: eso de gobernar mediante cuestionarios de opinión pública (¿?) es un nuevo y feúcho vicio de las democracias modernas. ¿Debieron Talleyrand y Robespierre hacer una encuesta previa a la Revolución Francesa?, ¿debió Madero contratar a IPSOS-BIMSA o a Consulta-Mitofsky antes de lanzar el Plan de San Luis?, ¿lo que dicen las encuestas es realmente lo que conviene a todos?, ¿son las encuestas la expresión del interés general?, quienes responden a encuestas ¿lo hacen en función de su provecho personal o del bienestar colectivo?, ¿contestan como CIUDADANOS pensando en el beneficio de TODOS?, ¿es honrado el encuestador?, y… ¿tienen que ver las próximas elecciones en este fracaso?


Hoy Xalapa ha vuelto a su normalidad: caos vial, polución, miles de horas/hombre perdidas en la nada, frustración, coraje, accidentes.


Me pregunto quién gana con esto, ¿serán los pequeños que desde la propia administración torpedearon la medida?, porque desde luego la gente no… si acaso los vecinos de esas calles que recuperaron sus privilegios, que no sus derechos. Luego de esta experiencia, dudo que alguien se atreva en mucho tiempo a tomar medidas difíciles y necesarias para mejorar a Xalapa y por extensión, otras ciudades de Veracruz. Cada vez menos están dispuestos a ser ciudadanos en toda la extensión de la palabra, sólo queremos ‘derechos’ pero no deberes, mientras a golpes de ‘popularidad’, las instituciones, las normas y la convivencia se deshacen. Es una pena.


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Cosas Pequeñas


SULTANA

Juan Antonio Nemi Dib



Aviones repletos. Y no sólo los promocionales, que alimentan líneas de relativamente bajo costo. En todas las terminales del aeropuerto –son tres— la gente pulula, literalmente, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Los vuelos empiezan mucho antes de que salga el sol y apenas aminoran muy de noche.

Son amables. La cortesía y la explicación necesaria no se le niegan a nadie: una ruta, un domicilio, un restaurante que sirva buen cabrito. Pero es claro que cada quien va a lo suyo, con una agenda muy propia; y parece que esto atañe a todos los estratos sociales: chicos y grandes, jefes y empleados, todos en su rollo.

La fama que tienen para adaptarse a las cambiantes condiciones del mercado se refrenda: en la Macroplaza, 4 payasos y una payasa improvisan (¿?) una suerte de obra de teatro callejera (‘performance’ les dicen ahora); saben que cada uno, por su cuenta conseguiría dos o tres pesos, como limosnas; en cambio, juntos, atraen al respetable que se ríe con su bromas más pesadas que infantiles y se convierte en coprotagonista de un montaje por el que pagará con gusto.

Presumen uno de los ríos artificiales más grandes del mundo. Cinco kilómetros de recorrido (en ida y vuelta) que empiezan precisamente junto al Museo de Historia, apenas a unos pasos del Palacio de Gobierno, dotados de limpia –transparentísima— agua que alcanza para cubrir 120 centímetros de profundidad, 65 metros de ancho en su parte mayor, 4 en la más angosta y 9 metros de anchura promedio. Alimentado –igual que sus 24 fuentes— por los ojos de agua de Santa Lucía, que antaño se vaciaban cruelmente al drenaje, el curso permite que voluminosas lanchas panorámicas le lleven a uno hasta el “Parque Fundidora”, un ejemplo mundial de recuperación urbana, descontaminación y espacio exitosamente dedicado a la recreación y a la divulgación del conocimiento científico y tecnológico.

Imposible disfrutar la inmensidad del “Fundidora” en un solo día. Apenas un rato para gozar de exquisita cena en el restaurante-mirador en que convirtieron al horno dos. Se puede subir más desde un elevador panorámico que primero se inclina y luego le lleva a uno hasta la terraza junto a la chimenea del crisol, a muchos metros de altura. Esculturas, museos, prados verdes, pistas, patines, canchas y un aviario dedicado a cotorros de distintas especies en peligro de extinción; poco que alcancé a percibir, de lo mucho que hay.

Contrasta la limpieza del “Fundidora”, y la de casi todo el territorio de estos 12 municipios conurbados, con mucha basura desperdigada en los arriates, parques y avenidas del centro histórico; la calle Morelos, eje de comercio y turismo, repleta de gente. En esta tierra en que las tiendas de mascotas cobran dos pesos de entrada (“reembolsables con su compra”) y en algunas fiestas se pide a los invitados que acudan junto con lo que van a comerse, las ideas también contrastan. El ilustrado se duele de la corrupción y la compra de votos por parte de los gobiernos priístas, critica amargamente la violencia que se ha enseñoreado y da cuenta de reiterados casos de secuestro y cobros de “derecho de piso” por parte de la delincuencia organizada; “el actual gobernador –dice— es un joven que no acaba de integrar su gabinete, que no tiene idea de cómo resolver los problemas de inseguridad y se dedica a cortar listones”.

El taxista revira que “es un buen muchacho” y respecto del antecesor afirma: “lo critican mucho pero ‘Nati’ trabajó”; cuando se le pregunta por la seguridad pública, el chafirete se enoja y dice convencido: “aquí no pasa nada, usté puede andar por onde quiera a la hora que quiera”; “oiga –le revira el pasajero— pero acaban de matar a una señora que iba con sus niños” y entonces enfurece: “¡Ah… ah… ah… pero eso fue el año pasado [en diciembre], fue una bala perdida y además, lejos de la Ciudad, en la salida pa’ Reynosa, donde se juntan los malos; no tiene nada que ver con nosotros. Aquí es seguro”. Y sentencia: “Hay mucho dinero; los que quieran vivir, que trabajen, así somos en el Norte. Sólo a los huevones les va mal, a los que esperan un kilo de tortillas que les regalan los políticos; yo no los acepto” asegura.

Un amigo tercia: “me dijeron que hay un despacho en Laredo que ayuda a tramitar la residencia en EUA y a constituir empresas; cada vez más gente se va, a causa de los secuestros y los chantajes. Hay toda una ingeniería para escapar: si ‘levantan’ a alguien de los tuyos, primero sacas a toda tu familia y ya desde el otro lado negocias, si no te vuelven a pegar.”

Primera semana de “buen tiempo”, luego de muchas de malo, agresivamente frío. Hoy, 35° a la sombra, en pleno enero, así se las cuecen en Monterrey, donde la crisis ni se ve ni se siente.

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Cosas Pequeñas


SOBERBIA

Por Juan Antonio Nemi Dib



“Pero Haití ya no existe. Su capital sólo es ya un inmenso
cementerio en ruinas por el que pasean sin saber hacia dónde
millones de personas convertidas en vagabundos.”

Pablo Ordaz, El País



Dos noticias marcarán la incipiente historia del 2010. No pueden ser más opuestas entre sí y, curiosamente, tan parecidas en su esencia, tan equivalentes. Por un lado la fuerza de la naturaleza que de nueva cuenta lanza su furia extrema contra un pueblo de por sí martirizado por la historia, por la geografía, por la pobreza, por las dictaduras, por la corrupción endémica, por el clima; por el otro, la soberbia de quienes han decidido desafiar al extremo las leyes de la física –y de la economía— construyendo una mole cuyo concepto escapó al propio Julio Verne: un edificio de 818 metros de altura, con 167 pisos que tiene dentro lo que “se necesite” (discotecas, gimnasios, canchas deportivas, centros comerciales, restaurantes) cuyo costo según algunas estimaciones –incluida la plaza de dos hectáreas que le rodea— frisó los 20 mil millones de dólares, unos doscientos cincuenta mil millones de pesos.

A veces me creo esa conseja popular de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, pero en casos como el de Haití acabo preguntándome si los haitianos han sido tan pérfidos, tan malditos –en esta y en decenas de vidas anteriores, por supuesto— para tener que soportar la esclavitud, la opresión y el sojuzgamiento que contribuyen a hacerles más complejo y duro el, de por sí, difícil oficio de vivir.

El terremoto del martes pasado registró una fuerza de 7.3 grados en la escala de Richter, similar a la que sentimos en Orizaba, Córdoba y San Andrés Chachicomula –Ciudad Cerdán— en 1973; sin embargo, esta vez sus efectos fueron devastadores: la escasa infraestructura su la mala calidad, el hacinamiento, las construcciones precarias, la nula capacidad de respuesta de su “sistema institucional”, acrecentaron los efectos dramáticos de ésta, considerada como una tragedia de proporciones épicas.

Hay una foto que he obtenido –sin permiso— de la página web de EL UNIVERSAL, con crédito de la agencia EFE, que revela el verdadero sentido de la catástrofe, más allá de las pérdidas materiales; un grupo de haitianos sobrevivientes del seísmo pelean por los despojos de un saqueo, después de cuatro días sin comer y muchos años con hambre. La atención de todos los fotografiados está puesta en algo que no alcanza a verse en la imagen pero que en cualquier caso es irrelevante; el centro de la fotografía lo ocupa el brazo del hombre que blande un puñal con toda la disposición para enterrarlo en quien sea, cuando sea, sin que –evidentemente— haya un destinatario específico para su furia; uno de sus compatriotas evita con eficacia que el puñal llegue a destino mientras jala por detrás la camisa del atacante y, al mismo tiempo, con su brazo inmoviliza el del cuchillero. Prácticamente nadie, además del que lo contiene, repara en el embate, de lo que varias cosas quedan claras: la violencia, la agresión pocas veces contenida y la frustración, parecen formar parte de la cultura de un pueblo para el que la línea que separa la vida de la muerte es difusa y subjetiva, irrelevante, y además, no pocas veces verá a la propia muerte como liberación, como superación de tanto dolor…

Quizá. Quizá reconstruyan (¿?) Haití. Quizá la ayuda internacional permita, de una vez por todas, un replanteamiento de su organización política y una mejora de su economía. Pero… ¿habrá quien pueda reconstruirles el alma a los haitianos que queden y borrarles las cicatrices superpuestas?

En el otro lado del mudo, en medio del desierto, donde no son extrañas temperaturas superiores a los cincuenta grados centígrados y la vida ha de hacerse a cubierto por el calor y por la agresión de la arena, con altísimo costo energético y ambiental; en donde la burbuja inmobiliaria del año pasado dejó en claro el espejismo de un mercado que perdió el 40% de su valor en apenas seis meses y un tercio de sus construcciones están de plano abandonadas, y cuya principal empresa se declaró incapaz de cubrir compromisos de aproximadamente 80 mil millones de dólares, han inaugurado la torre más alta del Mundo, con hotel y departamentos decorados por Giorgio Armani, edificio que consume casi un millón de litros de agua por día y la energía que usarían 350 mil focos de 100 watts constantemente encendidos. Como quiera que sea, la Torre Burj Khalifa de Dubai es, también, una puñalada al cielo. Soberbia pura.


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VASCONCELOS 2
(El Debate)
Por Juan Antonio Nemi Dib



Usar una palabra para definir a José Vasconcelos Calderón sería injusto. Fue casi todo. Hizo casi de todo en sus 77 años de vida: abogado, representante empresarial, cultísimo maestro, historiador, funcionario, revolucionario, filósofo, enamorado, mecenas, modernizador, creador de instituciones, escritor, periodista, editor, agente diplomático. En política, este oaxaqueño de excepción fue anti porfirista, maderista, anti huertista, carrancista, anti carrancista –don Venustiano quiso encarcelarlo por criticarlo siendo su empleado—; fue Secretario en el gabinete del presidente Eulalio Guzmán.

Jefe de educación universitaria y bellas artes del Presidente De la Huerta –equivalente a Rector de la UNAM en su tiempo— y, después, de Obregón; éste lo haría luego Secretario de Educación. “Organizó la primera campaña contra el analfabetismo… en México, implantó las misiones culturales y abrió bibliotecas… apoyó a artistas destacados y fomentó la pintura mural a través de pintores como Rivera, Orozco, Siqueiros y Montenegro. De este tiempo datan los murales que hasta la fecha adornan algunos edificios públicos. Creó el primer sistema de bibliotecas. Editó una serie de clásicos de la literatura universal, la revista El Maestro y el semanario La Antorcha; invitó a trabajar en el país a los educadores Gabriela Mistral y Pedro Henríquez Ureña; impulsó la escuela y las misiones rurales, creó la Orquesta Sinfónica Nacional y escuelas de pintura al aire libre… por lo que es considerado el arquitecto de la educación nacional.”


Enojado por los Tratados de Bucareli y, quizá por la candidatura de Calles, renunció al puesto y compitió, perdiendo, para el gobierno de Oaxaca; se exilió en París y regresó en 1929 como candidato a la presidencia contra Ortiz Rubio. Le reconocieron menos del 7% de los votos e incluso asesinaron a algunos de sus seguidores. Se decía que fue uno de los grandes fraudes electorales mexicanos, pues Vasconcelos gozaba de amplio respaldo popular; sin embargo, su llamado a las armas en el “Plan de Guaymas” no tuvo eco y, en cambio, le representó la cárcel, luego de que se “auto designó ‘única autoridad legítima’ y desconoció a las autoridades federales, estatales y municipales”.


Considerado discípulo de Schopenhauer, Vasconcelos es autor de prolija y reconocida obra sobre ética, estética y filosofía; sus textos autobiográficos son imprescindibles para entender la construcción del México moderno, de la que él fue destacado protagonista, pero igualmente polémica es su visión histórica del país, específicamente la que condensa en su “Breve Historia de México”. En este libro José Vasconcelos asegura que: “Eran pueblos de segunda los mayas junto con los demás de América, y ello se comprueba con el examen de sus escrituras, sus libros sagrados y de crónicas”.


Dice que: “Lo más grande de España, Cervantes, es… un decepcionado que se refugia en la locura para sufrir menos con la realidad que sus ojos miran”. Se atreve: “La independencia de los pueblos americanos es el resultado de la desintegración del imperio español. Ninguna de las naciones de América había llegado a las condiciones de madurez que determinan la emancipación como proceso de crecimiento natural… fue forzada por nuestros enemigos del exterior. Ni estábamos preparados para ella ni la deseábamos.” “…la independencia no tomó el giro patriótico del crecimiento natural que le estaban dando las juntas cívicas, sino que se desvió, por inicua presión extranjera, hacia el caudillismo ignorante y destructor de los Morelos y los Guerrero, cuyo programa en esencia no iba más allá de la exigencia de matar gachupines, la consigna natural de los ingleses.”


Sentencia: “Basta recorrer a la lista de los presidentes de Estados Unidos, o de los de Colombia, Argentina, Chile, Perú, para convencerse de que la inmensa mayoría de los jefes de Estado durante un siglo han sido hombres honrados, cuando no de hombres superiores. En cambio, la serie de los nuestros, salidos en su mayoría del pronunciamiento o de la imposición armada, es una galería del crimen, por los hechos y aún por los rostros patibularios y brutales.”


Y se duele: “El pueblo aplaudía a Vasconcelos cuando denunciaba el traspaso de los bienes nacionales al extranjero, pero no supo refrendar sus aplausos cuando llegó la hora de hacer respetar el voto que hizo presidente a Vasconcelos. No se consumó la rebelión prevista y anunciada por el candidato. Prefirieron algunos esperar otra elección en que sí se respetara el voto… Aún están esperando.” Se podrá estar en contra de Vasconcelos; es imposible dejar de leerlo.


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Cosas Pequeñas


VASCONCELOS 1

Por Juan Antonio Nemi Dib


Lo reconozco. Mea culpa. Fue una sustracción deliberada y –si debo ponerlo con sus letras— conspiratoria. Me los fui “bajando” poco a poco, con cierto sigilo: la Historia Universal de José Piojan en 5 tomos, El Quijote en cuatro, pero encuadernados en piel y con unos grabados espectaculares, un par de enciclopedias (que luego el remordimiento me hizo transferir a mis sobrinos) y no sé cuántos más. Pensaba devolvérselos después de leerlos pero ocurre –por lo menos a mí me pasa— que se crea un sentido de posesión entre los libros y el lector (aunque no puedo decir quién posee a quién) y aquéllos se convierten en fetiches de los que no es posible separarse sin que caiga una maldición encima. Varios eran ejemplares para consulta, como las enciclopedias, y por lo tanto di por útil y necesaria (legítima) la confiscación.

A él no le molestaba, de hecho no podría decir si se trató un caso de mera tolerancia o de verdadera inducción. El acceso a sus libros era ilimitado, permanente, incluso para desvalijárselos. Sólo uno mereció censura; creo que se llamaba “Estaurofila” y durante casi 40 años permaneció bajo llave en el mueble del comedor (el único lugar de la casa con cerradura) y yo solía verlo de lejos, con morbo, cuando me dejaban abrir el trinchador para sacar un acta de nacimiento. Nunca supe de qué iba la obra y me ha dado flojera averiguarlo; también es verdad que me gusta sentir que acato su voluntad aunque sea en ese detalle nimio. Pero al resto sí que le hinqué el diente, de leche y pequeñito pero diente al fin.

De entre tantos volúmenes sustraídos –que no sisados— hay uno especial: la “Breve Historia de México” de José Vasconcelos. Me sorprende que le haya puesto su nombre y la fecha en la hoja capitular porque mi papá nunca tuvo sentido de posesión y menos necesidad de acumular nada, ni dinero ni objetos, ni siquiera los libros que fueron su pasión y entre los que vivió los últimos 19 años de su vida, precisamente como librero.

La “Breve Historia…” me resulta interesante no sólo por el raro autógrafo que la acompaña, sino por el radicalismo con el que busca destruir la visión tradicional del pasado mexicano que nos inculcaron. En un prólogo magistral, el historiador Luis González advierte a los lectores: “Es obvio que el dinámico Vasconcelos no reúne en sí todas las noticias requeridas por un libro como el que se propuso hacer: no conduce al tribunal de la crítica el puñado de obras consultadas; no comprende cabalmente a todos los personajes que desfilan por las páginas de su Historia; pocas veces echa mano de los antecedentes o se preocupa por ahondar en los propósitos de los actores, y nunca propone leyes del desarrollo histórico para explicar a los personajes destacados de México y a sus máximas acciones... El crítico Mateo Podan recibe la obra con 3 insultos: <>. Pero González empata su propio juicio: “Quizá la Breve Historia de Vasconcelos nunca llegue a conciliar los puntos de vista de los escritores, pero muy probablemente cuenta con el aplauso unánime de quienes leen sin propósitos críticos, de los lectores afanosos de claridad, sinceridad y honradez”.

¿Y qué dice el Oaxaqueño, fallido candidato a la Presidencia de la República, que convierte a sus palabras en gas para el fuego?: “Desde el Popol Vuh de los mayas hasta las leyendas incaicas, no hay en la América precortesiana, ni personalidad homogénea ni doctrina coherente”. “Cortés… el más humano de los conquistadores, el más abnegado, se liga espiritualmente a los conquistados al convertirlos a la fe y su acción nos deja el legado de una patria. Sea cual fuere la raza a que pertenezca, todo el que se sienta mexicano, debe a Cortés el mapa de su patria y la primera idea de conjunto de la nacionalidad.” “Los Indios no tenían patria, y salvo uno que otro cacique opresor, mejoraron con la conquista”. “Es tiempo de proclamar sin reservas que tanto la azteca como las civilizaciones que la precedieron formaban un conjunto de casos abortados de humanidad. Ni los medios técnicos de que disponían, ni la moral en uso, ni las ideas, podían haber levantado jamás por sí solas.”

Y es apenas el principio de la polémica…