Cosas Pequeñas

PEMEX 3
(O los verdaderos pendientes)
Juan Antonio Nemi Dib


a] Apenas hace unos meses, que el Gobierno Federal perdonó casi en lo obscurito, a “Luz y Fuerza del Centro” el pago de un adeudo ‘histórico’ por importe de aproximadamente 23 mil millones de pesos. La operación de esa paraestatal que surte de energía eléctrica a la Capital de la República, a Puebla, Hidalgo, Morelos y al Estado de México es tan compleja y deficiente que algunos analistas estiman hasta en 32% sus “pérdidas técnicas”, lo que incluye –por supuesto— las enormes cantidades de energía robada por consumidores que se “cuelgan con diablitos a la red eléctrica” y no pagan la energía que consumen, pero también incluye los increíbles costos de operación de “Luz y Fuerza del Centro” y uno de los contratos de trabajo más onerosos y complicados en el sector eléctrico del mundo.
No es un asunto menor, si consideramos el provecho social que habrían tenido esos 23 mil millones, si por ejemplo, se hubieran aplicado a la creación de empleos productivos, a la construcción de infraestructura (escuelas, hospitales, carreteras, puertos, mercados) o al combate real a la pobreza.
No me preguntaron si yo estaba de acuerdo en condonarlos pero, además, esos 23 mil millones –que eran propiedad de todos nosotros— finalmente, por angas o mangas, fueron a parar a manos de alguien o de algunos más listos que el resto de los mexicanos. No es un asunto menor si tomamos en cuenta que van a cumplirse 48 años de la nacionalización de lo que hoy constituye “Luz y Fuerza del Centro” y que hasta ahora ha sido imposible integrar un solo sistema eléctrico nacional, con la misma administración, las mismas políticas y los mismos costos. Sin excepción, todos los gobiernos, incluyendo los dos de origen panista, han temido –y rehuido— una solución de fondo para este asunto.
b] Casi el 97% de la energía que se consume en el planeta proviene de combustibles fósiles: 40% petróleo, 38% carbón y 19% gas. Los escenarios más optimistas calculan que con los ritmos presentes de consumo, las reservas actuales de petróleo y gas del mundo se habrán agotado, sí, agotado, en un máximo de 65 a 70 años. El carbón, en cambio, podría durar otros 230 años más o menos, pero su severo impacto ambiental y la dificultad en su manejo aconsejan que se sustituya y se elimine como fuente de energía, no que se promueva su uso. Por cierto, las reservas mexicanas de carbón mineral son pequeñitas.
A pesar de la gravedad de esta situación, el documento más reciente sobre fuentes alternas en México que ofrece la Secretaría de Energía en su portal de internet data de 2006 y allí dice que 6% de la energía que se consume en México proviene de la biomasa, 1% es geotérmica y eólica y 2% nuclear. El documento también dice que en México, el potencial de la energía solar (“insolación”, le apodan) es de los más altos del planeta y que las condiciones para producir energía eólica en el Istmo de Tehuantepec son “de las mejores a nivel mundial”.
Supongo que probablemente alguien habrá esbozado un análisis de los vientos del norte que azotan el litoral del Golfo de México durante 5 meses al año, por lo menos, y que algún día los “nortes” podrían traernos más beneficios que daños, si aprovecháramos su fuerza para producir energía. Sin embargo, a pesar de que presume ese gran potencial de energía renovable, el mismo documento sigue diciendo que, hasta 2004, el 54% de la energía mexicana se generaba con petróleo, el 28% con gas natural y el 4% mediante plantas hidroeléctricas. ¿En qué quedamos?
c] George Bush bendijo a los biocombustibles como alternativa para que los Estados Unidos de América no dependa de los hidrocarburos y disminuya las emisiones atmosféricas que produce la combustión de los petrolíferos y el carbón; el presidente norteamericano apostó al etanol que se destila de maíz. Pero igual que la mayor parte de las políticas de su Gobierno, Bush ha llevado el tema desde la contradicción hasta el absurdo: se estima que para producir cada litro de etanol de maíz en Estados Unidos, se consumen unos seis litros de petróleo o su equivalente. Y, por otro lado, no son pocos los economistas que responsabilizan directamente a esta absurda política del gobierno de los Estados Unidos por la crisis alimentaria que amenaza convertirse en hambruna mundial y que, en algunos casos, ha elevado los precios de los granos hasta en 200%, en apenas semanas.
En cambio, hace mucho tiempo que Brasil logró con éxito económico combustibles híbridos que, mezclando gasolinas y alcohol de caña, reducen las emisiones atmosféricas, aseguran la eficiencia de su parque vehicular y generan cientos de miles de empleos en la industria cañera de aquel pujante país sudamericano.
Es probable que hoy no fuera rentable introducir en México el etanol de caña como combustible vehicular o, al menos, como complemento de éste; sin embargo, tampoco hay duda de que el etanol de caña sería una opción viable, posible, útil, y conveniente, si se tomaran las medidas adecuadas para su introducción progresiva al mercado. Sería, además, una medida de carácter estratégico y necesario, si partimos del principio de que el petróleo SE AGOTARÁ inevitablemente. Técnicos universitarios han destilado ya exitosamente etanol combustible en Veracruz.
Si nuestro estado tiene en operación 22 ingenios azucareros y se calcula en 600 mil el número de veracruzanos que dependen de una industria cada vez más inestable y excesivamente competida, el etanol de caña es una opción maravillosa también para garantizar la permanencia e incluso el crecimiento de esa gran fuente de desarrollo y para no hipotecar el destino ambiental y energético de las futuras generaciones.
De coyuntura como “Luz y Fuerza del Centro”, o de fondo, como los combustibles renovables, estos son los verdaderos tópicos de una verdadera reforma energética profunda, valiente, seria, honesta y comprometida y no los contratitos camuflados que algunos neos sofistas postulan como la panacea de la Patria y por los que parecen dispuestos a desangrarse, envueltos en la bandera (de Halliburton).
antonionemi@gmail.com

Cosas Pequeñas


PEMEX 2

(Preguntas que Punzan)

Juan Antonio Nemi Dib


Tengo bien claro que mi opinión respecto de la mal bautizada “reforma energética” vale poco menos que un cacahuate y que difícilmente incidirá –ni siquiera una micra— en el rumbo de los acontecimientos, es decir, en quién se va a quedar con la “renta petrolera” (o sean, las ganancias de PEMEX).


Tampoco pretendo agenciarme un lugar en los republicanos escenarios montados en los patios del Senado para el gran debate al que están acudiendo desde la semana pasada las inteligencias más lúcidas de la Patria, los mejores expertos en derecho, en hidrocarburos y en economía y los poseedores de las meninges más fosforescentes de México, pues difícilmente podría yo aportar algo que valiera la pena y que fuera diferente o digno de tomarse en cuenta dentro de las sesudas discusiones.


Y me pregunto, también, si los legisladores harán caso a los opinantes o terminarán aprobando las iniciativas de ley tal y como las envió el Presidente, con algún retoque que justifique la parafernalia de la mega consulta pública.


En consecuencia, puedo permanecer en calidad de observador, medir los rounds de sombra de los contendientes y enterarme a través de la televisión cuando ganen los reformistas o los anti reformistas; después, será cómodo acusar a los promotores (si logran imponerse) de haber entregado el patrimonio nacional a las grandes corporaciones transnacionales o bien lanzarme contra los furibundos opositores responsabilizándolos por hipotecar el futuro de México al impedir nuevas y fructuosas inversiones privadas para “asegurar nuestra provisión de petrolíferos”.


Será relativamente fácil acomodarse después… Como siempre, lo más sencillo, lo menos comprometedor, será abstenerse de opinar –por ahora— y dejar los riesgos de la decisión en manos de aquéllos que deben tomarla (diputados y senadores) y los que obligatoriamente deben pronunciarse en pro o en contra, como dirigentes políticos, funcionarios públicos y representantes de organismos sociales.


Pero con todo lo complejo que el tema resulte, con todo y los costos que pudiera traer una opinión equivocada, con todo lo peligrosas o beneficiosas que estas propuestas de cambio para la operación de PEMEX pudieran resultar para nuestro País, sería inmoral permanecer en silencio. Me parece que, como corresponde a un régimen democrático presuntamente sustentado en la soberanía popular, todos los ciudadanos debemos tener una opinión, lo más seria y fundada posible, sobre un tema que, en definitiva cambiará el rumbo de México, termine como termine el debate y se aprueben o no las iniciativas.


Consecuentemente quiero –y debo— pronunciarme sobre la “reforma energética”, pero no logro hacerlo sin antes dar respuesta a una serie de dudas que me han surgido a propósito de esta gran discusión y para las que quisiera encontrar respuesta cierta y sólida lo antes posible, porque francamente me punzan, por ejemplo:


¿Es cierto que la Constitución General de la República prohíbe expresamente el otorgamiento de contratos para la explotación –“y desarrollo”— de los hidrocarburos? Consecuentemente, ¿por qué las iniciativas presidenciales no incluyen una propuesta de reforma constitucional? Y… ¿por qué no reformar la Constitución si es algo que en este país suele hacerse con fruición y entusiasmo por “quítame estas pajas”?, ¿acaso por sabida falta de mayoría para conseguir ese cambio a la Constitución?


Independientemente de que sea necesaria o no la reforma, beneficiosa o perjudicial, en caso de que se apruebe la fórmula de contrataciones en PEMEX mediante simples leyes reglamentarias, ¿no sería éste un golpe de Estado legislativo?


¿Es cierto que entre 1998 y 2005 PEMEX tuvo ingresos por 471 mil millones de dólares? ¿Es cierto que al restar 215 mil millones de dólares de sus costos de operación le habría resultado una utilidad de 256 mil millones de dólares? ¿Es cierto que en ese mismo periodo los impuestos que PEMEX pagó fueron de 284 mil millones de dólares, por lo que terminó perdiendo 28 mil millones?


¿Es cierto que durante el Gobierno de Vicente Fox, PEMEX contrató deuda para pagar 22 mil millones de dólares de impuestos que no pudo cubrir con sus propios ingresos? ¿Es cierto que PEMEX paga impuestos en una tasa superior al 110% (más del triple que una empresa privada)? ¿Es cierto que el gasto público nacional asciende a 18 % del PIB pero los mexicanos sólo aportamos el 11%?, ¿es cierto que PEMEX paga la diferencia? ¿Es cierto que por esos préstamos, los pasivos de PEMEX cuestan más que sus activos? ¿Es cierto que se trata de una estrategia deliberada?


¿Es cierto que el Presidente del Grupo CARSO declaró que “es deseable que PEMEX siga manteniendo su actual rol fiscal”, es decir, aportando los recursos públicos adicionales a los impuestos? En consecuencia, ¿es cierto que con todo y la reciente reformita fiscal, los mexicanos no pagamos impuestos suficientes?


¿Es cierto que si permitieran a PEMEX disponer de un poco de los recursos que genera para renovarse y modernizar sus fierros, para hacer prospección y exploración, para invertir en más plantas, para actualizar sus tecnologías, no habría razones para esta discusión?


Y me temo que mi insípido cuestionario apenas comienza… las dudas corroen y no dejan que uno se pronuncie.


antonionemi@gmail.com




Cosas Pequeñas

PEMEX 1

Juan Antonio Nemi Dib


Poco después de las diez de la mañana del miércoles 22 de abril de 1992, Guadalajara se cimbró. Una serie de poderosas explosiones provocaron la ruptura de doce y medio kilómetros de drenajes y muchas de las calles bajo las que éstos se encontraban. Se reportaron 212 personas muertas y 69 desaparecidas a causa del desastroso accidente, además de mil 470 heridos y la destrucción de unas 800 casas y 500 establecimientos comerciales, talleres y pequeñas factorías que se ubicaban dentro del Sector Reforma, justo donde transitaba el Poliducto Salamanca-Guadalajara, de Petróleos Mexicanos.
Aún no se dispersaba el polvo causado por las explosiones cuando a propuesta de algún partido de oposición, la Cámara de Diputados acordó el envío de una comisión especial que acudiera al sitio del siniestro para conocer el estado real de cosas y ofrecer solidaridad a las víctimas. De casi 250 diputados que componíamos la fracción, sólo se les ocurrió mí nombre para integrar ese grupo de trabajo al que nadie quería pertenecer y no pude eludir el viaje.
Íbamos representantes de todos los partidos. Desde que llegamos a Guadalajara, hablamos con un sinnúmero de autoridades y dirigentes sociales, así como con varias personas directamente afectadas por el siniestro. Nos reunimos incluso con el Procurador General de la República, quien se había trasladado allá para encabezar la investigación sobre las explosiones.
Recuerdo que prácticamente todos los entrevistados mostraban una superposición intrincada de emociones, a veces encontradas: profundo dolor por los muertos y heridos, pánico por la posibilidad de que repitiera el siniestro, furia y necesidad de identificar a los responsables, frustración por lo destruido, solidaridad y deseo de ayudar a los más afectados, pero sobre todo una gran inquietud, que se prolongó por varios días, y que parecía causada por el desconocimiento de las verdaderas causas de las explosiones.
Era evidente que, por lo menos hasta ese momento, nadie podía explicar bien a bien los sucesos, ni siquiera el Gobernador de Jalisco.
Originalmente los dedos acusadores apuntaron hacia una fábrica de aceite comestible a la que se responsabilizó de derramar hexano (un hidrocarburo explosivo y tóxico, que se usa como solvente) al drenaje, aunque nunca pudieron probarlo.
Caminando muchos trechos y a bordo de un pequeño camioncito en otros, los miembros de la susodicha Comisión Legislativa nos dimos a la tarea de recorrer la zona afectada y en numerosas ocasiones nos detuvimos en sitios donde presumiblemente permanecían víctimas sin rescatar y se hacían esfuerzos tímidos, muy cuidadosos, exasperantemente lentos, para remover a mano y piedra por piedra las toneladas de escombros; pero no era para menos: los explosímetros marcaban a tope prácticamente en cualquier alcantarilla, señal de que los maltrechos ductos continuaban repletos de vapores listos para hacer ignición a la menor provocación.
Al cruzar un gran boulevard, nos topamos con un extraño operativo de policías, operativo que por aparatoso y evidentemente innecesario, llamó la atención de los diputados. Era obvio que se realizaba una excavación en un sitio relativamente lejano del lugar de las explosiones y parecía absurdo que se hubiera acordonado el perímetro. Todo mundo quiso ver lo que ocurría y más aún cuando los responsables del cerco, sumamente nerviosos, nos impedían el paso. A gritos y con más de un roce, Alejandro Encinas hizo valer el fuero legislativo y acabamos en el lugar del hoyo fresco, en el momento justo en que un grupo de trabajadores extraía de una zanja un trozo de tubo de aproximadamente metro y medio de longitud, que acaban de cortar por ambos extremos al poliducto de PEMEX. Recuerdo que el acero presentaba dos perforaciones, una de ellas de más del diámetro de una moneda de cinco pesos y la otra un poco más pequeña, que resultaron claramente visibles para los presentes.
Nos dijeron que llevarían el tubo al Instituto de Investigaciones Eléctricas de Cuernavaca, para realizarle los estudios periciales pertinentes. Hoy pienso que en ese momento podíamos haber estado en muchos otros sitios de Guadalajara, o simplemente pasar de largo por esa avenida, pero estuvimos allí, justo en ese momento.
Sobre ese fatídico trozo de tubo, el diario ‘La Jornada’ dijo: “El 25 de abril, María Guadalupe Fernández Romero y Francisco Fernández Aviña, peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco (PGJEJ), luego de cotejar los reportes de bombeo de Salamanca a Guadalajara del primero al 23, encontraron que casi 19 mil barriles no llegaron a La Nogalera, equivalentes a casi 3 millones de litros de gasolina, y cuyo destino habría sido el subsuelo y los drenajes. El 27 de abril, el procurador general de la república, Ignacio Morales Lechuga, aseguró que el derrame de gasolina salió de un agujero del poliducto "de un centímetro de diámetro".”
Con más o menos intensidad y sufrimiento, estas historias se repiten periódicamente en todos los sitios donde hay instalaciones petroleras, incluyendo “Balastrera” en Nogales, Omealca, y San Juanico, en Tlanepantla (en donde afirman que murieron unas 600 personas). La mayor y verdadera prioridad está en garantizar una operación de PEMEX libre de riesgos, ambientalmente sustentable y segura para todos, antes que los profundos negocios de las profundidades marítimas que tanto animan el “debate energético”. Para hacerlo, no hacen falta rollos ni reformas legales, sino honestidad, buena administración y eficiencia en ese servicio público, que de vez en vez se torna homicida.
antonionemi@gmail.com


Cosas Pequeñas

EQUIVOCADOS
Juan Antonio Nemi Dib


Me temo que algunos economistas españoles estarán molestos y no es para menos. Resulta que en sus proyecciones financieras (lo más parecido a una adivinación espiritista, a una lectura de Tarot o la consulta a una Ouija pero con “método científico” y numerosas citas a pie de página), los analistas del Fondo Monetario Internacional calculaban que sería en 2013 cuando México lograría desplazar a España como la undécima economía más grande del mundo.


Frente a dicho escenario de competencia por un mejor sitio en la clasificación mundial, probablemente los hispanos se hubieran propuesto apretar el paso para continuar con el impresionante crecimiento que ha convertido aquella Península en una indiscutible metrópoli europea pero no sólo de las finanzas, también de la ciencia, la tecnología, el turismo y la cultura.


Y no es un asunto menor, considerando que varios gobiernos españoles llevan buen tiempo intentando que se admita a su país en el G-7, el privadísimo club de los países más desarrollados (y ricos) del mundo y que los españoles cuentan con argumentos tan poderosos como el hecho de que por segundo año consecutivo su economía ha sido más grande que la de Canadá, el menos pudiente de los famosos 7.


Resulta que cada cierto tiempo, el Banco Mundial elabora un reporte que establece el monto de las finanzas nacionales, fijando un orden de magnitud, de la mayor a la menor. Si no entiendo mal (lo que es altamente probable) ese reporte la clasificación del tamaño de cada economía nacional solía hacerse traduciendo a dólares el valor de los tipos de cambio establecidos por el mercado en cada país. Pero de repente alguien dijo que ese sistema de medición resultaba injusto para las economías en desarrollo y se introdujo una nueva forma de medirlas “con base en la paridad de poder adquisitivo (PPA) de sus monedas y no como usualmente se hace a partir de convertir las monedas locales en dólares utilizando el tipo de cambio local.” [¿?]


Uf… ¡Qué alivio!

Resulta que la nueva medición cambió las cosas radicalmente, poniendo a cada quien en su sitio, reivindicando a los que se debe, con muchísima justicia macroeconómica, que tanta falta nos hacía a los mexicanos, urgidos de estrellitas brillosas para la frente. ¿A poco no?


En serio: ¡Qué alivio!


Mediante este novedoso y justiciero enfoque de la realidad económica, nos dan la gratísima sorpresa de que México es ya, desde “endenantes”, la undécima economía del Mundo. Con unos 107 millones de habitantes –también el 11º país más poblado en el orbe— y el sitio número 14 en cuanto a la porción del planeta que ocupamos, los bienes y servicios que produjo nuestro país en 2007 tuvieron un valor de un billón 249 mil millones de dólares. Ya no tendremos que esperar un lustro para superar a España.


Yo quisiera sumarme a los festejos por este enorme, enorme, logro y respaldar y aplaudir las declaraciones triunfales de los funcionarios que con toda razón agregan al mérito el hecho de que somos económicamente más grandes que España, pero ¡también que Corea del Sur!, imagínese usted. Sin embargo, pesimista por naturaleza y muy lento de entendederas, especialmente para rollos financieros, tengo algunas preguntas que aún no consigo resolver:


Si dividimos esa riqueza colectiva mexicana de un billón 249 mil millones de dólares generados durante 2007 entre el número de habitantes del país, el ingreso nacional por persona fue de aproximadamente doce mil dólares al año, mil mensuales, el famoso producto interno bruto per cápita. ¿En manos de quién quedaron esos recursos?


Si mil dólares fueron equivalentes aproximadamente a once mil pesos durante los meses de 2007, entonces ¿por qué nuestro salario mínimo más alto fue de apenas mil 500 pesos mensuales (la séptima parte)?


Si durante 2007 fuimos el 11º país más rico, ¿por qué el 20% de los mexicanos tuvo que “vivir” con menos de esos mil quinientos pesos mensuales?, ¿por qué 40% de la población continuó subsistiendo en condiciones de pobreza?, ¿por qué el mismo reporte del Banco Mundial nos coloca apenas en el sitio número 76 en cuanto a poder de compra de los mexicanos?, ¿entonces de qué sirve a la mayoría que vivamos en un país “ricachón”?


Si somos más ricos que España y Corea del Sur, ¿por qué en aquellos países el producto interno bruto per cápita fue de 32 mil y 26 mil dólares respectivamente, más del doble que aquí?


Si podemos presumir del tamaño de nuestra economía, ¿por qué persisten millones de mexicanos (alrededor de 5, según algunas fuentes) que no saben leer ni escribir?


Si como dice el Banco Mundial, generamos tanta riqueza, tanta, ¿por qué se nos volvieron indispensables los 24 mil millones de dólares anuales que mandan nuestros paisanos por concepto de remesas?; si nuestra economía es tan poderosa, ¿por qué no se pagan los impuestos que se debieran y 38 de cada 100 pesos de todo el gasto público hay que chupárselos a PEMEX como si fueran ductos a los que saquear?


Pero no tengo derecho a descomponerle a nadie la celebración con mis burdas preguntas muy propias de torpe aguafiestas. Lo único cierto es que hoy, los analistas financieros del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional disponen de un método más justo y objetivo para definir el tamaño de las economías mundiales y que durante 2007 México fue más potente que España y Corea del Sur.


Lo cierto es que, antaño, esos los analistas estaban equivocados, pero afortunadamente corrigieron: México es ya la 11ª economía del Mundo.


Lo siento por España, pero ¡qué alivio!


anemi@gmail.com