Cosas Pequeñas

ANDANZAS
Juan Antonio Nemi Dib


Las circunstancias me impidieron disfrutar a mis abuelos; dos de ellos murieron antes de que yo naciera, otro cuando aún no llegaba yo a los tres años y a la cuarta la vi apenas por quince días, en medio de una barrera lingüística infranqueable para ambos. Y estoy convencido de que los abuelos constituyen uno de los grandes privilegios de la vida pues casi siempre representan ternura, comprensión y refugio cómplice; para los viejos, a su vez, los nietos significan orgullo y disfrute, pero sin las responsabilidades y las cargas cotidianas que atañen a los padres. Lo veo con mis hijos, que han obtenido de mi suegra y de mis papás todos los provechos posibles.


Alguna vez me referí en este espacio a mi tía Lupe. Pródiga de afecto y ávida de compartir –lo que nunca restó firmeza a su carácter ni independencia a su criterio, a veces tozudo—, Lupe fue mi gran amiga, mi aliada y, sin proponérselo, llegó a suplir la ausencia de los papás de mis papás. A ella le debo muchas cosas que el tiempo revalora y agranda.


Lupe tuvo una gran amiga: Dolores “La Negra” Becerra de Del Río. Puedo recordarlas juntas con la baraja de canasta (con mi mamá y Juana Layún haciendo “la cuarta”), en un bazar de beneficencia instalado en la avenida siete, vendiendo todos los objetos posibles donados por todas las personas posibles a fin de recaudar fondos y, la mayor de las veces, simplemente tomando café en medio de fantásticas charlas que al principio espiaba y que luego, ante los fallidos intentos de expulsarme, me dejaban oír.


Amena conversadora, de finísimo humor, implacable para reírse de sí misma pero incapaz, ni por asomo, de hablar mal de nadie, “La Negra” conserva hoy una belleza exterior quizá del mismo tamaño que la interior y no es poca cosa lo que digo. Contrariando la naturaleza femenina, no oculta sus 82 años. No necesita hacerlo porque puede pasar, sin que nadie lo dude, por alguien 20 años más joven. Posee una memoria envidiable, fotográfica. Si usara baterías serían alcalinas, auto recargables, dado que posee una energía ilimitada. Y no desaprovecha estas prendas.


Acumula una buena lista de sobrenombres, a cual más plagado de afecto; el de “Negra” es apenas uno de tantos. Tiene una numerosa familia que la reconoce como matriarca, aunque pocas como ella han sabido marcar la línea que separa el amor profundo por los hijos y la intromisión en sus vidas. También posee una legión de amistades sembradas para siempre en casi todos los lares. Reconoce el haber sido una buena lectora (“…pasaron los años y el gusto por la lectura se hizo parte de mi vivir diario”) aunque insiste en que su mayor mérito académico es el certificado de educación primaria, logrado a los doce años, sin esconder el pesar que le significó el que su padre se opusiera rotundamente a que siguiera estudiando, aunque lo explica: “esta postura no era de extrañarse, pues en términos generales eso era lo normal en aquella época”.


Lolita se reconoce interesada por la política y confiesa que gusta de estar siempre informada sobre las personas y los acontecimientos que definen el rumbo de su país y de su comunidad; es amiga de políticos prominentes y, además de estupendas piezas de arte y artesanía exquisita que le acompañan en su casa, abundan fotografías junto a personajes chichos y grandes, de la economía, de las artes y del servicio público.


La Negra incursionó en la música –con la maestra Isabel Paniagua—, en el teatro –bajo la dirección del añorado Luis Beverido— y en la pintura –tutelada por Félix Jorge Martínez. Su anfitrionía es de fama en Córdoba y legiones de personas, amistades de su esposo, de sus hijos y de ella misma, han disfrutado durante decenios de un espacio cálido y hospitalario. La clave está –así me lo parece— en que nadie podría regatearle su condición de buena esposa y mejor madre, porque ninguna de sus aventuras logró restarle mérito a las complejas labores de jefa (al menos, jefa adjunta) de familia.


Pero hablando de aventuras, no he dicho de la mayor: las circunstancias convirtieron a la señora de Del Río en una viajera contumaz –profesional, debo enfatizar— que, como ella misma dice, pudo darle dos veces la vuelta al Mundo (hasta ahora) y que valiéndose de las habilidades que le dio natura, se tornó observadora profunda y metódica de geografías, culturas, edificaciones, gastronomías y creencias.


Parte de lo que vio y sintió en estos periplos se convirtió en una columna escrita y publicada durante cinco lustros en Diario El Mundo de Córdoba. Con prosa fresca, clara, sin pretensiones academicistas y, por ende apetecible, usando las referencias históricas oportunas y con la habilidad de quien sabe despertar el interés de su audiencia, las “Andanzas de Viaje” contagia la pasión de transitar por las sendas de La Negra y ver a través de sus ojos bellos y analíticos.


Una muy pequeña porción de estos artículos fueron compilados y publicados en un libro cuya primera edición, de estupenda calidad, se agotará pronto. Desde la Gran Muralla China hasta la paradisiaca isla de Bali, pasando por Perú, Irak, Irán, San Petersburgo, Argentina, Katmandú y muchos destinos más son descritos con precisión y un dejo de nostalgia. No se eluden los incidentes chuscos y aquellos que no lo fueron tanto.


El sábado pasado, durante la presentación, pregunté a Lolita cuál de esos destinos preferiría para pasar una larga temporada. No lo dudó: me dijo que su casa de la calle 18, en Córdoba, su mejor sitio en el planeta; aunque reconoció que no le faltan ganas para emprender una nueva aventura de viajera. Y dan ganas de que lo haga. Muchos podemos beneficiarnos de ella.


A la amistad con Lupe le debo que la Negra me concediera el privilegio de pergeñar unas líneas para prologar su libro y, además, acompañarla en su presentación; gran honor que, como la propia Lolita explicó, me viene de herencia, sin más merecimiento que el afecto que le tuvo a mis viejos. Si usted puede, consígase “Andanzas…”. Lo disfrutará y hará un viaje extraordinario. Gracias, Lolita, por todo.


antonionemi@gmail.com

Cosas Pequeñas

EMPEZANDO A QUERER

Juan Antonio Nemi Dib


A propósito de la compleja relación bilateral entre México y Estados Unidos, el lunes pasado escribía yo que “por novedosa que sea la propuesta del nuevo Gobierno Demócrata, no se observa en ella la clave que todos seguimos esperando: el ataque frontal al consumo de enervantes que, inevitablemente, continúa siendo la fuente principal y causa sustantiva del problema. Como lo habría jurado Adam Smith, que mientras haya consumidores, habrá fabricantes y vendedores”.

Apenas dos días después, el miércoles, Hillary Rodham Clinton declaraba a la prensa –a bordo del avión en que la traía al Distrito Federal— “que la ‘insaciable’ demanda de drogas ilegales [en EUA] alimenta el narcotráfico y que la muerte de civiles, policías y soldados está muy ligada al tráfico de armas desde Estados Unidos a México”. Y ya el viernes, La Secretaria de Estado llevaba sus declaraciones al extremo, asegurando que los esfuerzos del Gobierno de EUA para evitar el consumo de drogas entre sus ciudadanos no han tenido éxito, por lo que consideró injusto culpar a México de la ola de violencia consecuencia del crimen organizado; dijo que el recrudecimiento de los asesinatos en la zona fronteriza "crea una situación por la cual la gente considera responsables al Gobierno y al pueblo mexicanos. Eso no es justo".

Para algunos no serán más que palabras amables y, literalmente diplomáticas, sin implicaciones concretas en el futuro de nuestra vecindad con la aún potencia norteamericana. Para otros, este discurso de la señora Clinton representa la expresión de contradicciones y falta de cohesión al interior de una administración –la de Barack Obama— integrada con personalidades fuertes que no sólo divergen en sus criterios sino que además no se limitan para expresarlos públicamente.

Y es que apenas dos días antes, el Director Nacional de Inteligencia de los EUA, Dennis C. Blair afirmaba categórico ante el Comité Selecto de Inteligencia del Congreso que la narcoviolencia es responsable de que algunas regiones de México vivan en condición de ingobernabilidad e impide que el Gobierno Federal actúe con efectividad, causando con esa afirmación la ira de más de uno dentro del Gobierno Mexicano, al punto de que el propio Felipe Calderón se sintió obligado a responderle (“Que me digan en dónde no gobierno”, acotó), arropado por muchos otros declarantes que acabaron forzando al señor Blair a retractarse.

Tratando de mejorar su posición luego del impacto que causaron sus primeras afirmaciones sobre el narcotráfico en nuestro país, fue el mismo Blair quien contradijo un informe del Estado Mayor Conjunto de los Ejércitos de EUA presentado en enero, en el que se afirma que el de México, al igual que el de Pakistán, está en riesgo de convertirse en un “Estado fallido”; Blair dijo que no, que desde luego "México no está en peligro de convertirse en un Estado fallido" y se solidarizó: "La campaña de México [contra las drogas] es también nuestra campaña".

Pero el dardo estaba lanzado y su veneno inoculado, dirán observadores acuciosos. Y no fue el único: además de la inclusión de “El Chapo” Guzmán en la relación de los hombres más ricos del mundo de la revista FORBES, la mismísima secretaria de seguridad interior de los EUA, Janet Napolitano, declaraba al Congreso de EUA –prácticamente al mismo tiempo que Clinton charlaba con los periodistas de su avión— que “la violencia en México es un ‘asunto significativo de seguridad nacional’ para Estados Unidos” y que por ello su país “no está en una postura de ‘esperar y ver’ sino de tomar acciones inmediatas para ayudar a México a confrontar la amenaza, así como proteger a los estadounidenses. El Departamento de Seguridad Interna está reforzando los recursos dedicados a esta misión", dijo la funcionaria ante el Comité de Seguridad Nacional.

De cualquier modo, la retractación de Dennis C. Blair y los matices de la señora Napolitano, (quien se comprometió a profundizar las acciones para impedir el trasiego ilegal de armas a nuestro país y a coordinarse mucho más con las autoridades mexicanas), hacen pensar que la línea comprensiva y autocrítica –representada en primera instancia por el área diplomática— del Gobierno de EUA acabaría por imponerse como eje de la política bilateral, opción amistosa que tiene como apologista al mismísimo ex candidato republicano John Mc Cain, que no escatimó palabras en defensa de su antiguo aliado electoral: “Debemos hacer todo lo que se pueda para ayuda al presidente Felipe Calderón. Es un asunto serio".

Este discurso de buenos vecinos podría no pasar de eso, de ser un discurso. También podría tratarse de una estrategia destinada a crear un clima grato, terso y optimista para la primera visita de Estado que hará Barack Obama a México –16 y 17 de abril próximos—; pero depende de México que no sea más que un “rollo” o por el contrario se convierta en una oportunidad histórica para recomponer los vínculos binacionales a la luz de un nuevo enfoque de responsabilidades compartidas, que trascienda las culpas y las acusaciones mutuas para dar paso a soluciones reales a los difíciles problemas comunes (no sólo el narcotráfico: la migración, el comercio, etc.).

Que Estados Unidos acepte al consumo de drogas como fuente originaria de la narcoviolencia tampoco es poca cosa; igualmente digno de encomio el que reconozcan su fracaso en las políticas que llevan a cabo para evitar que sus ciudadanos utilicen psicotrópicos ilegales. Se requiere una gran humildad y un deseo sincero de cambiar el estado de cosas para modificar tan drásticamente de posición como país como lo están haciendo, luego de años de transferir los costos del narcotráfico a quienes sufrimos las consecuencias incluso más que ellos: que EUA persiga en su territorio a sus propios grandes capos que hasta hoy operan impunes, que nulifique a funcionarios y policías corruptos de allá, que invierta mucho más dinero en la prevención y el combate de esas atroces formas de delincuencia, que contribuya a impedir el tránsito de suministros para el narcotráfico, principalmente armas, equipos electrónicos y precursores químicos y que obstaculice con todo el lavado de dinero y el tráfico de divisas ilícitas; es lo que se necesita de ellos y no sólo que nos responsabilicen a nosotros y nos den unas pequeñas migajas económicas, equivalentes a limosnas.

Vista en su conjunto la nueva política de los Estados Unidos y, particularmente, su agenda internacional, es posible que estemos ante una nueva era que supere la visión del destino manifiesto, del policía del mundo y el imperio que todo lo sabe, todo lo puede y todo lo impone, por la buena o la mala. De vecinos obligados y socios por conveniencia, podríamos convertirnos en verdaderos amigos, incluso podríamos empezar a quererlos. Enhorabuena.
antonionemi@gmail.com