Cosas Pequeñas



ELECCIONES


Juan Antonio Nemi Dib




Aunque la autoridad responsable empezó desde el año pasado los preparativos de las próximas elecciones federales, en realidad es justo ahora, en enero, cuando el proceso adquiere toda su forma e intensidad. Conocidas como “intermedias” porque ocurren a la mitad de la administración federal, en estas elecciones se renueva en su totalidad a la Cámara de Diputados, 300 bajo la modalidad territorial de distritos, en los que ganarán quienes consigan la mayoría simple de los votos y 200 mediante 5 listas regionales, que se distribuirán proporcionalmente entre los partidos competidores, de acuerdo a un complejo sistema de reglas, para asegurar que incluso las minorías obtengan representación dentro de la Cámara.



Según el calendario legal, los partidos están decidiendo el método mediante el cual escogerán a sus respectivos candidatos y comunicándolo al instituto electoral; los precandidatos que cumplan con los requisitos legales podrán hacer precampañas, es decir, proselitismo interno, aunque en esta coyuntura la mayoría de los partidos han optado por designar candidatos en lugar de elegirlos en votaciones primarias.



Estas elecciones resultarán singulares por muchas razones. Precisamente, la regulación de las precampañas es una novedad del marco jurídico. Pero quizá la peculiaridad más evidente es que se “estrena” normatividad en materia de acceso por parte de candidatos y partidos a la radio y la televisión como instrumentos de promoción y propaganda. Es sabido que el uso indiscriminado de la publicidad en medios masivos de comunicación puede contribuir a orientar en un sentido o en otro el resultado de una votación.



El hecho de que partidos y candidatos pudieran disponer libremente de publicidad comprada y la carencia de reglas y limitaciones respecto de la cantidad y los contenidos de los anuncios partidistas implicaban consecuencias no muy saludables para el ejercicio democrático, por ejemplo, una clara desventaja de quienes no tenían dinero suficiente para el pago de los estratosféricos costos de anuncios y “convenios” publicitarios o bien la posibilidad de que personas y/o grupos de interés financiaran indirectamente las inserciones publicitarias de partidos y candidatos, con cargo a sus propias cuentas o con recursos no necesariamente transparentes y lícitos.



Pero, en el fondo de todo esto, había cinco asuntos críticos: la conversión de las grandes corporaciones de radio y televisión en los verdaderos árbitros de las elecciones, muy por encima de las instituciones públicas responsables, la salvaje comercialización de los comicios, la conversión de los candidatos en meras mercancías y objetos de mercadotecnia, las brutales cantidades de dinero “invertidas” en publicidad y la potencial manipulación de la información en función de intereses que no necesariamente se corresponden con las necesidades del país.



Durante las discusiones parlamentarias que dieron pie a esta nueva legislación, pudo observarse la inconformidad de quienes se vieron perjudicados por estas medidas: los grandes empresarios de radio y televisión. A pesar de la “tunda” que recibieron, directamente proporcional a la reducción del negocio, senadores y diputados de todos los partidos que impulsaron la medida –o casi de todos, mejor dicho— se mantuvieron firmes y, aunque pudiera pasar desapercibida o minusvalorada por los medios, se trata de una gran reforma, de auténtico sentido democrático. En estas elecciones de julio se pone a prueba y, esperemos, que sea para bien.



Para que una norma tenga carácter de derecho positivo y se aplique en la realidad, es necesario que quienes la infringen sufran consecuencias y que, las autoridades responsables de aplicarla dispongan de los medios para verificar con precisión que dicha norma sea cumplida; por ello, el Código Electoral también estrena nuevos mecanismos de monitoreo y verificación para constatar, con mayor eficacia que antaño, que partidos y candidatos se ajusten con rigor al cumplimiento de estas disposiciones.



Lo cierto es que, limitados para usar recursos de promoción extralegal, partidos y candidatos se verán obligados a utilizar más estrategias de proselitismo basadas en el convencimiento personal y el encuentro entre personas, es decir, mucho mayor compromiso y deberes para con los potenciales electores de los que derivan de un mero anuncio en televisión; ojalá que utilicen sus limitados tiempos en la difusión de propuestas concretas y opciones viables de solución para los enormes problemas de México.



Muchos de los programas relacionados con obras y servicios estatales y municipales se negocian ya, directamente, en la Cámara de Diputados, con mínima o ninguna intervención del Ejecutivo Federal. De hecho, buena cantidad de recursos presupuestales para acciones específicas (puentes, carreteras, fondos agropecuarios locales, por ejemplo) son pactados entre las autoridades locales y los grupos parlamentarios del Palacio Legislativo de San Lázaro. Así, el federalismo recupera vigencia y, aunque sea con pasos incipientes, se gana un poco al centralismo feroz que se sufre y se replica en provincia.



Por ello, hoy más que nunca es necesario para los gobernadores –no sólo por las enormes implicaciones políticas de ganar o perder en sus terrenos— asegurarse el mayor número de diputados federales en la próxima legislatura. En el caso de Veracruz, la inmediata elección federal tiene, además, una clara implicación en las elecciones locales del próximo año, para el cambio de gobernador, ayuntamientos y congreso del Estado; todo lo que pase en las elecciones de 2009 repercutirá, para bien o para mal, en las de 2010 y establecerá tendencias respecto de posibles ganadores o perdedores, a las que el electorado no es inmune.



En términos muy prácticos, el presidente Felipe Calderón necesita mayoría legislativa para consolidar su proyecto político y disponer de mayores márgenes de acción en la segunda mitad de su sexenio, sin depender de costosas y no siempre eficaces negociaciones con partidos diferentes al suyo; guste o no, la próxima elección también será un referéndum sobre su Gobierno. Aunque las encuestas señalan que es muy poco probable que obtenga 250 diputaciones –actualmente tiene 207—, él y su partido harán un enorme esfuerzo y aplicarán todos los medios a su alcance para ganar el próximo 5 de julio o, al menos, evitar un resultado que se interprete como calificación reprobatoria para sus 3 primeros años de gestión.



Ante los grandes intereses en pugna y, a pesar de lo que dispone la ley, el discurso de que gobiernos y gobernantes no intervendrán en las próximas elecciones ni harán lo posible por atraer votos a sus respectivos partidos usando ilegalmente los instrumentos del poder público, probablemente podría quedar en eso, en discurso. Lo estamos viendo ya, como un pequeño adelanto, con la discusión y el intercambio de imputaciones por el uso politizado de los programas de subsidio a la pobreza. Varios partidos “chicos” corren el riesgo de perder sus registros (y prerrogativas económicas), lucharán a muerte por evitarlo.



En cualquier caso, las obscuras previsiones respecto de la crisis y los crudos informes sobre la evolución de la violencia –entre otros muchos retos de enormes proporciones—, hacen deseable que las próximas elecciones de julio permitan elegir como diputados federales a mexicanos con grandeza, honestidad, preparación, claridad de miras y sincera lealtad por la Patria, que integren un congreso creativo, eficiente, capaz de legislar y representar con alteza de miras los intereses de México, por encima de intereses personales o partidistas. Ojalá.


antonionemi@gmail.com













Cosas Pequeñas


BUSH


Juan Antonio Nemi Dib




George W. Bush, egresado de Yale y de Harvard, piloto de aviones caza, empresario del petróleo y el gas, promotor de béisbol profesional, primer gobernador en la historia de Texas en ser reelegido inmediatamente, cuadragésimo tercer presidente de los Estados Unidos de América que obtuvo, también, un segundo mandato ciudadano para gobernar a la nación más poderosa de la Tierra. Georgy para los cuates. Probablemente el hombre público más cuestionado en la historia moderna de Occidente y sin duda, una máquina generadora de enconos, rencores y críticas, a veces hasta de sus aliados.



Protagonista de cientos de inserciones en Internet, chistes, videos y caricaturas, puede verse posando para la foto cuando trataba de leer a un grupo de escolares… con el libro de cabeza, pretendiendo observar a lontananza con los binoculares… al revés, silenciado con un patético “¡cierra la boca!” garabateado por su afligida secretaria de estado en una servilleta de papel, frente a las impertinencias de su jefe en una reunión con sus socios, señalado de valerse de las influencias de su padre para eludir el servicio militar en Vietnam (volando aviones para la Guardia Nacional de Texas). Comandante supremo del ejército más poderoso del mundo, inefable y no precisamente afortunado protagonista de la historia contemporánea.



La historia es conocida: el martes 7 de noviembre del año 2000, el representante del Partido Demócrata, Al Gore obtuvo 543,816 sufragios más que Bush, su contrincante. Sin embargo, el complejo mecanismo de votos indirectos en que se basa el sistema electoral estadounidense permitió que el candidato republicano se alzara como triunfador de la contienda, en un resultado que sorprendió a propios y extraños.



Pero no sólo eso: la elección presidencial se decidió –realmente— en Florida, estado Gobernado por Jeb Bush, hermano de George. Luego de los comicios, el mundo entero volvió los ojos a la península, y no precisamente a sus destinos turísticos, sino al procedimiento conocido como “Mariposa Electoral”, al que se atribuye el haber generado un imprevisto y enorme número de votos para el candidato de la tercera opción, Pat Buchannan así como el supuesto “rasurado” de los padrones de unos 50 mil votantes afroamericanos, más o menos la mitad de la población negra con derecho al voto. En el eje de la controversia se colocó la secretaria de estado del gobierno local, Katherine Harris, a quien mas de uno responsabilizó de un presunto fraude electoral en beneficio del Partido Republicano. El asunto terminó en la Suprema Corte de Justicia que, tras 36 días de incertidumbre, dio por válidos los procedimientos que produjeron a Bush 25 votos electorales y, por ende, lo convirtieron en Presidente de Estados Unidos.



Apenas 8 meses después, el 11 de septiembre de 2001 George W. Bush alcanzó su máxima cota de respaldo popular luego del ataque contra la ciudad de Nueva York que derrumbó las torres gemelas y estrelló otro avión comercial contra la sede del ejército en Washington. Fue entonces cuando convirtió a la “Homeland Security” en la divisa de su lucha contra el terrorismo internacional y la razón de ser de una agresiva política exterior que llevó a su país a varios frentes de batalla.



A pesar de sus principios conservadores y de su reiterado compromiso para contener el gasto público, reducir los impuestos y nivelar el déficit, durante los 8 años de la gestión de Bush, la deuda pública de los Estados Unidos se incrementó 39%. En 2001, la economía estadounidense enfrentaba un desempleo abierto del 4.7%; Bush concluye su gestión con un desempleo cercano al 7%: durante 2008 EUA ha visto la mayor destrucción de empleos productivos desde la Segunda Guerra Mundial. En sus dos administraciones, George Bush Júnior duplicó el gasto militar de su país, pasó de 333 mil millones de dólares en 2001 a 696 mil en 2008. La suma de los presupuestos militares que ejerció fue de más de cuatro millones de millones de dólares.



“Yo creo en el mercado, pero no cuando me enfrento a la perspectiva de un colapso”. Con estas palabras Bush justificó el más ambicioso e intervencionista programa de rescate financiero conocido en la historia de la humanidad, que pasará factura multimillonaria no sólo al pueblo de los Estados Unidos sino a la humanidad entera, probablemente durante generaciones, como consecuencia de la descomunal crisis causada por una política de absoluto libertinaje para la especulación financiera, una sumisión total de las autoridades a los intereses de las corporaciones, una escandalosa corrupción y una voracidad sin límites: “inversionistas de otros países con frecuencia compraron valores con poco analisis de su verdadero valor", justificó el Presidente, aunque no se refirió al señor Madoff que, aprovechando la falta de regulaciones, defraudó –hasta ahora— más de 50 mil millones de dólares. Al final, pareciera que su convicción para salvar al sistema financiero fue la usual en estos casos: privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. ¿De qué manera resarcen los EUA de Bush al mundo por esta crisis que es, en esencia, estadounidense? Parece que, en este caso, el Presidente no tiene una respuesta.



Adalid de la democracia, determinado defensor de los derechos humanos, Bush fundó y operó –con el silencio de la comunidad internacional— el ominoso gueto de Guantánamo, en el que decenas de prisioneros sin acusación concreta, sin juicios ni defensores, muchos de ellos sustraídos y secuestrados ilegalmente en lejanísimas tierras, permanecen presos en salvaje intemperie y son sometidos a brutales torturas durante años, completamente aislados de sus familias y del mundo, literalmente encadenados a sus jaulas, probablemente copiadas de Auschwitz. Un verdadero honor para los defensores de la libertad y la dignidad humana.



Unos 150 mil soldados estadounidenses ocupan Irak, vigilando entre otras cosas las infraestructuras petroleras que permanecen en operación y que, evidentemente alguien usufructúa. Unos 4 mil de esos soldados han muerto. No menos de 110 mil civiles irakíes (incluyendo ancianos, mujeres y niños) han sido asesinados, en calidad de “daño colateral”. El país sufre una salvaje confrontación étnica y religiosa, una auténtica guerra civil que, indiscutiblemente, no existía antes de la ocupación. Lo único que ha cambiado en el escenario, además de la creciente cifra de muertos, es la explicación de Bush: "El mayor arrepentimiento de toda mi presidencia tiene que ser el error de Inteligencia en Irak. Mucha gente se jugó su reputación al decir que las armas de destrucción masiva eran una razón para derrocar a Sadam Hussein", explicó el Presidente. Las armas, evidentemente, no existieron nunca… los muertos sí, y la gente sigue muriendo en Irak. Pero a fin de cuentas, él se muestra como hombre de convicciones: “La retirada hubiera comprometido mis principios".



Acostumbrados a medirlo todo durante todo el tiempo, los norteamericanos afirman que George W. Bush termina su gestión presidencial con apenas 30 puntos de respaldo popular en una escala de 100 lo que, de ser cierto, estaría rompiendo el record histórico, a la baja. Hay quien se atreve a decir que Bush, por mucho, ha sido uno de los peores, si no el peorcito en desempeñar ese trabajo. Pero no hay plazo que no se cumpla: esto se acaba mañana.



Durante casi cien años los Estados Unidos han sostenido un liderazgo indiscutible; por muchas razones son una gran nación, en muchos sentidos envidiable; lo que pasa en EUA, para bien o para mal, repercute a todos. Merecen mejor destino, el mundo también. Enhorabuena.



antonionemi@gmail.com






Cosas Pequeñas



ANUNCIOS


Juan Antonio Nemi Dib




"Habiendo huido el esclavo Shem de su patrono Hapu, el tejedor, éste invita a todos los buenos ciudadanos de Tebas a encontrarle. Es un hitita, de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños. Se ofrece media pieza de oro a quien dé información a cerca de su paradero; a quien lo devuelva a la tienda de Hapu, el tejedor, donde se tejan las más bellas telas al gusto de cada uno, se le entregará una pieza entera de oro".



Algunas referencias, incluso en la Web, reconocen a este texto escrito sobre un papiro encontrado en Tebas y conservado en el Museo Británico como el primer anuncio; tiene unos tres mil años de antigüedad. Es probable que no sea realmente el primero que se haya producido pero sí, el más viejo que se conserva. Teóricamente, la publicidad asociada a la actividad económica nace al mismo tiempo que el comercio, por ello es muy probable que fenicios y griegos hayan generalizado la costumbre de promover las bondades de sus mercancías para incrementar las ventas.



Hoy, la publicidad es una poderosa industria que da empleo a miles de personas en todo el mundo y un motor incuestionable de intercambio que produce riqueza; el mundo contemporáneo es sencillamente impensable sin la oferta publicitaria y son muy pocos los bienes y servicios que logran mantenerse en la preferencia de los consumidores sin el respaldo de los anuncios.



La generalización de las comunicaciones y la incorporación de la radio y la televisión como mecanismo de ocio colectivo, derivaron también en una masificación de la publicidad al punto que, salvo si se trata de un ermitaño, un habitante promedio del mundo necesariamente tendrá contacto visual y auditivo con decenas de marcas comerciales cada día. En ciertos lugares –Times Square, por ejemplo— los impactos publicitarios pueden ser cientos. Hay que agregar a esta tumultuaria oferta de anuncios, la publicidad que no se orienta al consumo de productos concretos sino a la política (“somos tus buenos gobernantes y hacemos las cosas bien”) o a la inducción de ciertas prácticas (“come frutas y verduras”).



La progresiva migración del proceso informativo y recreativo hacia la Internet, ha generado que ésta se inunde también de publicidad, incluyendo la que el usuario no solicita y le llega en forma de correo masivo. Y además de los anuncios impresos en periódicos, revistas y carteles, están también los anuncios espectaculares fijos y móviles (muy de moda en los costados y partes traseras de autobuses y techos de taxis), la publicidad que llega con el cartero, las leyendas pintadas a mano en muros estratégicos (muy usadas para la promoción de bailes y en campañas electorales), los pendones, los manteles desechables de los restaurantes y las fachadas de edificios altos que ahora se cubren con enormes calcomanías translúcidas. Quizá la más engorrosa de todas sea la publicidad que hacen a través de llamadas telefónicas, llamadas a las que, por cierto, ni las medidas legales recientemente aplicadas en México, han logrado contener.



Pero por encima de la multiplicación de las formas de anunciarse, algunas de las cuales son francamente creativas y no exentas de calidad, el fondo de todo subyace en la veracidad y confiabilidad de los contenidos publicitarios. El tema no está en cuánto ni cómo se anuncie, sino en las mentiras, exageraciones e inexactitudes que suelen acompañar a los mensajes publicitarios e, incluso, ser la esencia misma de los mensajes.



Engañar a los consumidores ofreciéndoles beneficios intangibles o inalcanzables en la práctica para la mayoría de las personas, parece una divisa de la publicidad contemporánea, que en la misma medida en que se tecnifica y utiliza más y mejores herramientas de convencimiento, pierde compromiso ético y veracidad en sus mensajes. No toda la publicidad es falsa o engañosa, es cierto, pero una gran parte de los anuncios que nos bombardean minuto a minuto están orientados a convencer a la audiencia, independientemente de que para ello se valgan de informaciones imprecisas o incluso, falsas.



Este es, quizá, el aspecto más delicado de los anuncios, el que constituye una franca manipulación de las audiencias comerciales y que, llevado a casos extremos, modifica no sólo los hábitos de consumo sino incluso los valores y las percepciones estéticas de la gente. Muchos de los casos de bulimia y anorexia, por citar algunos ejemplos, que han provocado trastornos graves y hasta la muerte en jovencitas, tienen su origen en la expectativa –sembrada a través de la publicidad— de lograr cuerpos esqueléticos como los de las modelos que el mundo publicitario ha impuesto como nuevo paradigma de la belleza femenina.



Inglaterra enfrenta un debate por el concepto “detox”, que según el diccionario de Oxford consiste en la eliminación de sustancias o cualidades tóxicas acumuladas en el organismo humano. Estudios recientes realizados a diversos productos (cremas, líquidos, exfoliantes, etc.) demuestran que realmente no ofrecen un beneficio real a quienes los utilizan y que las prácticas de desintoxicación, si se llevan al extremo, pueden causar daños severos e incluso la muerte. Sin embargo y, a pesar de que carecen de fundamento científico, los regímenes desintoxicantes y los productos que recomiendan, son lo común después de los excesos decembrinos.



Algunos analistas de psicología del consumo, han descrito que el referente obligado de un macho en toda la forma era usar ropa vaquera, con botas picudas incluidas y, por supuesto, fumar cierta marca de cigarros, antes de “Secreto en la Montaña” (Brokeback Mountain), desde luego. Y hablando de machos, no es menos el anuncio de la famosa Cheyenne, cuya publicidad se convirtió en un hito de la cultura popular mexicana.



En los canales de ventas por televisión se ofrecen productos realmente prodigiosos que no se venden en tiendas pero llegan hasta el domicilio, se pueden pagar en cómodas mensualidades y vienen acompañados de regalos adicionales. Por ejemplo yo conozco, y creo que funciona, una bandeja que permite colocar los pies dentro de ella para que un intercambiador de iones libere al organismo de toxinas y enfermedades. No dudo que el adminículo tenga utilidad y hasta me propongo meter los pies para que me libere aunque sea un poco de mis detritus internos; lo que me mortifica es que, con las exageraciones del anuncio, con tantas enfermedades que la bandejita promete curar, ponen en peligro a la ciencia médica y, seguramente, agravarán la crisis lanzando al desempleo a miles de profesionales de la salud.



Y ya no profundizo sobre los afeites mágicos que, sólo por aplicarse, convierten a la menos agraciada mujer en modelo de Clinique, Elizabeth Arden, Lancome, Orlane, Rocher, Revlon, Chanel, Dior, et al. Tampoco en los desodorantes que garantizan libertad de pestilencia axilar por 24 horas o el acoso de las mujeres sobre quien los use.



Ante una publicidad carente de ética que se vale de sueños incumplidos y se apuntala en inseguridades y carencias emocionales, lo único que queda son consumidores maduros, informados y capaces de entender que aún los productos milagrosos tienen un límite; al final, no importa que los anuncios –comerciales o políticos— mientan mucho o poco, lo que importa es que sepamos hasta dónde debemos creerles.



antonionemi@gmail.com











Cosas Pequeñas

40 AÑOS


Juan Antonio Nemi Dib


En alguna columna anterior he dado cuenta de mi gusto por los regalos, los que se dan y los que se reciben. Si se hace adecuadamente, obsequiar contribuye a la mejora de las relaciones humanas. Un regalo hecho con cariño produce acercamiento y sirve para desfacer entuertos. Los regalos tienen un gran simbolismo que entraña satisfacción y entendimiento en prácticamente todas las culturas; regalar es un código universal que todos entienden y la gran mayoría aprecia. No me refiero a los regalos que se hacen por compromiso y formulismo, los que se dan porque no queda más remedio. Hablo de las personas que logran transmitir junto a sus obsequios, mensajes de cariño y de respeto que acompañan a los presentes, vayan envueltos o no.



La clave de un buen regalo está en conocer las cosas que una persona necesita o aprecia especialmente; atinarle con una buena elección del obsequio significa que quien lo hace conoce a la persona que habrá de recibirlo y se esmera por darle algo de utilidad o de importancia; lógicamente, la buena elección al momento de regalar conlleva un mensaje adicional que vuelve más meritorios a los regalos. Y también es cierto que las cosas regaladas adquieren un valor adicional: el hecho de que fueron obsequiadas por fulano o mengana, lo que puede convertirlas en insustituibles.



Es errónea la creencia de que, para ser apreciado, un regalo ha de ser exclusivo o lujosísimo. La clave de saber regalar (clave que con frecuencia nos pasa desapercibida) radica precisamente en lograr que, a través del obsequio, se transmita una clara sensación de afecto, de que la otra persona es importante para quien regala y que se ha hecho la selección del obsequio buscando darle la mayor satisfacción posible. Es verdad, por otro lado, que un exceso en estas prácticas puede pasar de la prodigalidad al derroche y que la demasía de regalos los demerita y les resta significado. Quien lo tiene todo no puede dar el mismo valor a un obsequio que alguien que enfrenta carencias y, por ende, necesita de muchas cosas. También es cierto que la práctica de regalar objetos puede contribuir al consumismo rampante –y sus dramáticas secuelas ambientales y de todo orden— favoreciendo la absurda acumulación de objetos poco útiles y estorbosos. Por ello, sostengo que el de regalar es todo un arte, que debe ejecutarse con sensibilidad, mesura, un poco de ingenio y, por supuesto, la mayor dosis posible de conocimiento de la persona a la que se hará el regalo.



Yo soy afortunado y con frecuencia recibo obsequios maravillosos. Con motivo de las fiestas de la Navidad, me dieron camisas, un precioso sombrero (que me dispongo a usar permanentemente), un despertador digital que no hace click click en las noches y que muestra fotografías y un ejemplar de la revista LIFE en Español, publicado el dos de diciembre de 1968, hace 40 años. La revista, bien conservada, apareció cuando recién había cumplido yo los seis años de edad y mis papás me mantenían, nunca supe por qué, cursando un doble turno en el tercer año de kínder Montesori, con las maestras Tiki y Josefina Méndez. Impresa en Chicago y aparentemente destinada a todo el público hispanohablante, tanto los anuncios como los materiales informativos de LIFE en Español parecían tener cierta preeminencia mexicana, aunque está claro que la mayor parte de los artículos eran traducciones de la revista publicada en inglés, para la audiencia norteamericana.



El precio, señalado en pesos mexicanos, era de 3.50, algo así como 28 centavos de dólar. Actualizadas esas cifras para los tiempos actuales, la revista habría costado poco menos de cuatro pesos, un costo impensable incluso para un pequeño periódico de provincia, mucho menos para una publicación importada, con algunas de sus páginas impresas a color. En realidad, si se vendiera hoy probablemente estaría costando diez o doce veces más.



La foto de portada muestra al “Tibio” Muñoz prácticamente solo en uno de los carriles centrales de la alberca, en el momento mismo de su glorioso triunfo: “El mexicano Felipe Muñoz, ganador de una medalla de oro”. Ya las páginas interiores dan cuenta de los resultados alcanzados en las distintas disciplinas, con un lenguaje que resultaría extraño para un lector actual, como lo muestran estos pies de foto: “En las pesas, el americano Dube bufa”, “El ruso Zhabotinsky sonríe al triunfar”, “El nadador yanqui Spitz siente la derrota” y “El jubiloso Mike Wenden”.Quizá por aparecer en plena guerra fría, la revista menudea en expresiones propagandísticas:“El desfile norteamericano por el pedestal de los ganadores se convirtió en rutina” o “A los 16 años, Debbie Meyer es la nadadora más grande del orbe”.



El editorial narra la historia de Onassis desembarcando en calidad de inmigrante, en 1923, en Buenos Aires, donde se contrató, a los 17 años de edad, como soldador de la compañía telefónica, poco antes de empezar el negocio de importación de tabaco que le volvería multimillonario; es el antecedente de un extenso reportaje –de 13 páginas— sobre la boda que conmocionó a los Estados Unidos: “El inesperado enlace de la viuda de John F. Kennedy con el magnate grecoargentino Aristóteles Onassis fue un sismo social con epicentro en una isla de mar Jónico propiedad del novio.” “[A Onassis]…le encanta decir que los taburetes del bar de su yate están revestidos de cuero procedente de testículos de ballenas.”



Era una revista para público pudiente (y sacadólares): “Si mañana, usted tuviera que pilotar un Jet, usaría un Rolex”, “Anímese, gaste un poco más. Estamos en Navidad, ¿no? Chivas Regal”, “¿Es usted un rico pobre? No basta alcanzar el éxito, lo importante es disfrutarlo: baño sauna de calor seco a alta temperatura”. World Investments de Bermuda ofrecía generosos réditos del 6% libres de impuesto en cuentas confidenciales de ahorros y cheques, igual que el Lombard Banking de Londres, mientras que el British American Bank de Bahamas ofrecía el 6 ½ y en Ginebra aseguraban rendimientos del ¡44%! KLM, la línea aérea holandesa garantizaba 20 regalos (comidas, cenas, maletas y bolsas de viaje, entradas a museos y conciertos, chocolates, puros y sándwiches, paseos por los canales) a quienes viajaran en sus aviones.



La publicidad de ALITALIA era espectacular y capaz de impresionar al más plantado: “Una potente flota de jets: 20 Caravelles, 40 elegantes DC-9/30, 22 tetramotores DC-8, sirviendo a 5 continentes y enlazando las 86 ciudades más importantes del mundo. Un servicio de carga en extraordinaria expansión: 5 jets de carga, 70 mil toneladas de flete transportadas, una ultramoderna estación de carga en Roma. Esto es lo que somos hoy en día. Pero ya estamos viviendo en la década de 1970. Nuestros 4 B-747 transportarán hasta 500 pasajeros, nuestros 6 jets supersónicos B-2707 volarán a 2,900 kilómetros por hora; nuestro sistema electrónico centralizado de reservaciones es único en su clase: 2 segundos para confirmar reservaciones para pasajeros de Alitalia en todo el mundo. No estamos viviendo en el futuro… estamos simplemente a la vanguardia.”



Seis de sus 80 páginas dan cuenta de la elección en la que Richard Nixon triunfó sobre Hubert Humphrey y George Wallace. Destaca la violencia callejera que se generalizó en los Estados Unidos durante aquella época. Hay un artículo sobre la amistad del Papa Juan XXIII y el escultor comunista Manzú, a quien encomendó la realización de su busto, una severa crítica al estilo de los futbolistas ingleses: “Los hijos del Albión ya no saben perder”, un excepcional análisis sobre la música de los Beattles, incluyendo algunas traducciones y un anuncio de ITT presumiendo 200 mil nuevos teléfonos en Río de Janeiro.



40 años son una vida y esta revista, una estupenda forma de recrearla. Disfruto mis regalos. Gracias.


antonionemi@gmail.com