Cosas Pequeñas


NÚMEROS ARÁBIGOS

Por Juan Antonio Nemi Dib




Es demasiado pronto para medir -y explicar- en toda su dimensión los movimientos sociales de protesta surgidos en el norte de África y en el Medio Oriente, pero nadie duda de las implicaciones que tendrán para el futuro de toda la humanidad. Parecen sociedades y acontecimientos lejanos a nuestra realidad cotidiana, pero no lo son; por el contrario, los efectos de estas protestas se dejan sentir ya con toda su fuerza en la economía planetaria (algunos afirman que apenas es el principio) y es fácil prever que afectarán los equilibrios geopolíticos actuales y, eventualmente podrían derivar en conflictos de mayor envergadura, incluso confrontaciones bélicas.

1.- Mohamed Bouazizi era egresado de la carrera de informática pero a pesar de sus esfuerzos no conseguía trabajo. Huérfano desde muy pequeño, era el mayor de 7 hermanos y responsable del sustento de toda la familia, incluida su madre. Cierto día, las autoridades de la ciudad tunecina de Sidi Bouzid le impidieron instalar el carrito con el que vendía frutas y legumbres en la vía pública; se sabe que además se lo confiscaron, algo realmente trágico si se considera que se trataba de la única fuente de sustento para él y los suyos. Para colmo, una inspectora municipal lo golpeó en la cara y los policías, además de burlarse de él, le escupieron una y otra vez, como forma de desprecio.

Después de varias visitas infructuosas al ayuntamiento, Mohamed decidió “que valía más la pena morir que vivir en la miseria”. El pasado 17 de diciembre se roció de gasolina y se prendió fuego, causándose las quemaduras que acabarían matándole, aunque no inmediatamente, sino hasta principios de enero. La reacción social no se hizo esperar: la furia contenida por los excesos del presidente Ben Alí y su familia durante 23 años continuados de gobierno represor, finalmente estalló. Así, la hoy célebre “Revolución de los Jazmines” acabó derrocando al dictador, con sorprendente rapidez.

Bouazizi Jamás se imaginó que sería el detonador, por lo menos el visible, de una serie de manifestaciones que hoy tienen en jaque a una docena de naciones del mundo árabe, que quitó del gobierno egipcio a otro dictador sempiterno -Hosni Mubarak-, que ha producido una guerra civil en la que Muamar Kadhafi actúa con brutal salvajismo (bombardeando con la fuerza aérea a la población civil) intentando aferrarse a un poder ejercido durante 42 años y que inevitablemente perderá, no sin costo de sangre.

2.- La pobreza, la exclusión y la falta de oportunidades ayudan a explicar las explosiones sociales en Irak, Yemen, Egipto y Túnez, pero no así de Libia (con más de 14 mil dólares anuales de producto interno bruto per cápita) ni de Bahrein (con 39 mil 400 dólares de ingreso por habitante). Hay otros elementos que no pueden excluirse del análisis: la confrontación entre las distintas corrientes religiosas, la frustración de las nuevas generaciones por la falta de espacios para su participación y, en buena medida, el hartazgo frente a estructuras sociales y de dominación que han servido durante décadas para el enriquecimiento de la élites que se sustenta en ofensivas prácticas de corrupción y saqueo.

3.- No se trata de hacerle eco a la teoría de la conspiración, pero es muy difícil explicar la rapidez y la eficacia de estos movimientos sociales, en medio de sociedades sumamente controladas, con eficaces sistemas represivos y poco o ningún respeto por la vida humana y menos aún por las leyes. No son pocos los analistas que se preguntan si hay alguien detrás de todo esto o si se trata, realmente, de movimientos espontáneos que se basan exclusivamente en la voluntad popular.

4.- Es un error suponer que los derrocamientos ocurridos hasta ahora serán por sí mismos la garantía de mejores estadios para la población de las naciones “liberadas”. Los gobiernos provisionales -en Túnez y en Egipto- están integrados con las mismas estructuras de poder de Ben Alí y de Mubarak; los ejércitos que fueron pilar de los regímenes represivos son ahora los “custodios” de las respectivas transiciones y habrá que ver cuál es su nivel de compromiso con las causas populares y cuál con el estatus quo que antaño defendieron y al que, por supuesto, servían.

5.- Hay una posibilidad cierta de que los movimientos sociales desemboquen, sobre todo si realmente se producen comicios democráticos y abiertos, en el triunfo de partidos y organizaciones religiosos de corte más o menos radical. Ése no será un factor de estabilización y menos aún, de agrado para Occidente. Tanto las élites internas como los intereses exteriores buscarán evitar, en la medida de lo posible, que el islamismo radical tenga acceso al nuevo poder público. Es predecible que dicha exclusión producirá aún más tensiones.

6.- El Presidente del Estado Israelí, Simón Pérez afirmó en España que su país asiste “encantado a las demandas de los países árabes porque son el mejor garante de la paz”. La de este brillante político hebreo es una posición que admite muchas lecturas: ¿quién asegura que los nuevos regímenes árabes serán pro-israelíes?, ¿acaso los dirigentes israelíes saben de lo que están hablando porque tienen la mano metida?, ¿será verdad que la posición anti-israelí de los países ahora convulsos pertenece sólo a los gobiernos derrocados y no a sus pueblos?

7.- Es evidente que Estados Unidos -y por ende Israel- perdieron en Ben Alí y en Hosni Mubarak a dos valiosos aliados históricos e incondicionales. Cuesta trabajo aceptar la idea, sumamente perversa, de que Obama y Netanyahu hubieran propiciado sus respectivos derrocamientos, a menos que pudieran asegurar lo que vendría después. No así en Libia que, por supuesto, se convierte en un jugoso botín gasolinero (“invadible por causas humanitarias”, like Irak, of course).

8.- Alguien gana con toda esta crisis. Evidentemente y, para empezar, las compañías petroleras y los especuladores financieros. De los demás, se irá sabiendo en la medida en que aprendamos a sumar estos nuevos números arábigos.

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Cosas Pequeñas


PELO DE RANA

Por Juan Antonio Nemi Dib



Apenas unos milímetros, unos cuantos, fueron la diferencia y la razón fundamental por la que usted está leyendo estas líneas. Como suele ser en estos casos, todo pasó en unos cuantos segundos, tres o cuatro, cinco a lo más. En el momento no me di cuenta de la dimensión del incidente y lo único que percibí fueron el grito y la cara de horror de mi esposa, que fue testigo privilegiado del suceso. Lo cierto es que esta columnita estuvo a punto de no aparecer más, por lo menos escrita por mi.

Haciendo un recuento -obligado en estos casos- me doy cuenta de que no es la primera vez que me ocurre. Sumados accidentes automovilísticos, algún episodio médico que pudo complicarse y hasta un novelesco episodio violento que providencialmente tampoco pasó a mayores, ya son varias las oportunidades en las que “la he visto -más o menos- cerca”.

Después de esas fuertes experiencias son inevitables los quebraderos de cabeza, las “reflexiones existenciales”. Y lo primero que se hace evidente es que uno tiene poco o nada claro lo relativo a su final biológico. Supongo que rehuimos la idea de la muerte propia como un mecanismo natural de protección emocional, aunque tratando de verlo serenamente, sería lógico que asumiéramos el fallecimiento personal como el último paso de la vida, como el objetivo final e inevitable de la existencia terrena. Al fin y al cabo y como dice la sabiduría popular, la muerte es lo único que tenemos garantizado al nacer. Pero no es un tema que agrade, y menos que nos motive.

Lo dice el libro “El Acto de Morir” del doctor Federico Ortiz Quesada: “Vivir ofrece una certeza: la muerte. Sin embargo la sociedad moderna evita la reflexión en torno a este tema. ¿Qué le acontece al hombre cuando muere?, ¿Cuáles son los pensamientos, miedos, dudas del moribundo? La muerte, tema central de la vida del hombre, fue desde siempre preocupación para quien se sabe finito, quiere explicar este fenómeno y, al intentarlo, construye un pensamiento mágico, mítico, religioso, científico.”

Citando a Sigmund Freud, Elisena Ménez explica así la actitud generalmente elusiva de los humanos frente a la muerte: “...nadie cree en su propia muerte; los humanos no estamos acostumbrados a tomar conciencia de nuestra finitud. No pensamos en morir (conjugando el verbo en primera persona); al no hacerlo, negamos nuestra muerte y, en su caso, nos alegramos de no ser nosotros el muerto, pues, de alguna forma, en nuestro inconsciente somos inmortales.

No tenemos el hábito de visualizar nuestra muerte tal vez por miedo a enfrentar el proceso del acto de morir: padeciendo, en carne propia, dolor, sufrimiento o incertidumbre ya sea ante la preocupación de morir de manera indigna o ante el entendimiento de la inexistencia, que bien puede quedarse en incomprensión al no lograr saber qué hay después de la muerte.”

Sin pretender con arrogancia que puedo filosofar sobre algo tan complejo como el miedo a la muerte (que nos lleva a voltear la cara, a pretender que no existe y que no habrá de afectarnos), sospecho que el primer ingrediente de esta actitud reside en el desconocimiento, en la incertidumbre, tanto del proceso terminal como de lo que le sigue. Frente a ese vacío, la creencia religiosa -la fe- es un bálsamo potente, una expectativa tranquilizadora pero sobre todo, una razón de ser para la vida misma que, de otro modo no pasaría de un hecho biológico, un accidente universal.

Después de todo no está mal que de vez en vez -sin necesidad de que sea estimulado por un peligro real- uno haga alto en el camino y produzca un balance, un ajuste de tuercas, una corrección del rumbo y quizá, hasta un replanteamiento de las prioridades de vida. Porque sabemos que el fin llegará, pero no sabemos cómo, ni cuando (pecaminoso privilegio reservado a los suicidas de vocación).

Así que, aunque arrancó de cuajo -literalmente- la puerta del coche, aunque no hizo el menor intento de detenerse y huyó sin recato, sin ver siquiera si me había aplastado o no, además del metal hecho charamusca y el cristal pulverizado, aunque seguro triplicaba la velocidad permitida para un autobús de pasaje en la zona urbana, aunque es uno más de los cientos de cafres homicidas que pululan en las calles del Puerto de Veracruz (poniendo en vilo la existencia de sus pasajeros cada minuto) machucando transeúntes con la omisión de las autoridades y la complicidad/connivencia de sus patrones, aunque no me mató apenas por un pelo de rana, acabo agradeciéndole a ese señor chofer y deseándole todo género de bendiciones: porque el verdadero responsable del incidente fui yo al descender del vehículo imprudentemente y sin ninguna precaución y porque me dejó algo bueno, muy bueno: me permitió recuperar un poco de conciencia entre la vorágine absurda e innecesaria que suele atraparle a uno.

La Botica.- Estuve en casa de don Pepe Iturriaga. En su maravillosa biblioteca que ahora es patrimonio de la Universidad Veracruzana. Nos prepararon un refresco a base de uvas y alguna otra fruta, pero lo más importante fue su conversación amena, su lucidez, su deseo de compartir. Ahora que ha muerto lo tendré presente en esa prolongada charla en la que respondió sin omitir una sola las numerosas preguntas. Fueron 96 años de prolija actividad intelectual, investigación histórica y sociológica, exitosa carrera diplomática y muchos, muchos amigos, como está visto. Para mi, lo más significativo es que hubiera escogido a Veracruz para vivir los últimos años de su existencia.

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Cosas Pequeñas


NIÑOS ADICTOS

Por Juan Antonio Nemi Dib




1] Las autoridades de Zongolica describen al que consideran el problema más serio que le ha tocado hasta ahora a su ayuntamiento: en 40 días de gestión localizaron a cinco menores -4 de ellos de 8 años de edad- que son consumidores regulares de drogas. Zongolica es el municipio más poblado de la sierra del mismo nombre, en la zona montañosa central de Veracruz. Tiene más de 37 mil habitantes de los que casi el 75% usan el náhuatl como lengua principal. Se trata, evidentemente, de un municipio serrano esencialmente indígena, en el que siguen prevaleciendo los modelos culturales heredados por su gente desde antes de la época prehispánica (no sólo el lenguaje: también la comida, la vestimenta, las tradiciones artísticas, la propia cosmogonía que le da identidad y cohesión a la comunidad).

El nivel de dispersión demográfica del municipio es enorme: hay cuatro localidades con más de 500 habitantes cada una (Temaxcalapa, Tepetlampa, Independencia y El Porvenir) pero en realidad se compone de muchas decenas de pequeños asentamientos -apenas caseríos sembrados en las laderas montañosas-; la gente sigue viviendo básicamente de actividades primarias (agricultura, ganadería no intensiva, un poco de explotaciones forestales y algo de piscicultura).

¿Cómo y por qué llega la droga a Zongolica? Es relativamente fácil identificar a un niño de ocho años con conductas atípicas que evidencian el consumo de estupefacientes, pero no así a un adolescente y menos a un joven con los medios para ocultar o al menos disimular sus adicciones. ¿Cuántos adolescentes y preadolescentes consumen drogas en Zongolica sin que se sepa?, ¿y de cuántos se sabe y no se dice?, ¿qué motiva a un niño indígena de Zongolica a consumir drogas de manera consuetudinaria?

2] Alfonso Lujambio Irazábal, Secretario de Educación Pública del Gobierno Federal minimiza el asunto de las adicciones entre niños que cursan la educación básica en el país y asegura que el problema no es tan grave, ya que en “una encuesta realizada en 2009, concluyeron que el dos por ciento de los niños de primaria probablemente habían probado alguna droga, y esta cantidad no ha aumentado.”

“Por ello, dijo, no es una cifra que les alarme, sin embargo, es una cifra que los ocupa y preocupa por lo que se está actuando en consecuencia. Alfonso Lujambio subrayó que ‘en el caso de las adicciones entre niños de educación básica, siempre será clave que los padres de familia estén especialmente atentos a que eventualmente sus hijos consuman alguna droga’”.

“No es algo generalizado en el país, no tenemos una infancia mexicana consumidora de drogas pero tenemos que estar todo el tiempo muy alerta, especialmente en casa, para atender con cuidado este problema", concluyó el Secretario de Educación.

3] Las declaraciones de Lujambio fueron para desmentir a su propio subordinado que apenas el día anterior había dicho: “En la Secretaría de Educación Pública (SEP) están encendidas las alarmas, debido a que ha aumentado el consumo de drogas entre estudiantes de primaria y secundaria, admitió el subsecretario de Educación Básica, Fernando González Sánchez. Dijo que alrededor de 400 mil estudiantes de diez a 15 años han consumido alguna vez una droga, y aunque apenas representa el dos por ciento de toda la matrícula de alumnos de esas edades, “desafortunadamente se ha multiplicado; yo no quisiera alarmar a los papás de manera exagerada, pero tampoco quisiera perder la objetividad de que este fenómeno ha crecido”. El funcionario de la SEP indicó que “en algunas escuelas el aumento en el consumo pasó de 14 a 18 por ciento, pero a nivel nacional el promedio es de 1.8 por ciento.” Pero minimizó el problema porque “no son cifras escandalosas si lo comparamos con Estados Unidos y América Latina”. Recordó que los datos más recientes que tiene la subsecretaría a su cargo señalan que el contacto con alguna sustancia tóxica entre escolares de primaria y secundaria ha tenido un incremento promedio de .5 puntos porcentuales al año, lo cual parece poco, pero es un foco rojo para la SEP. “Si seguimos creciendo en ese nivel, pronto estaremos en condiciones que sí encenderían más alarmas y es importante avisarles a los papás que hay que acercarnos a los hijos, que hoy las drogas no son un tema moral.”

4] La Oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito dice: “Algunos niños están desatendidos o son objeto de abusos infligidos por padres toxicómanos y otros han perdido a sus padres, víctimas del uso indebido de drogas. Familiares o instituciones gubernamentales suelen encargarse de estos huérfanos. Se crea además un nexo entre los niños y las drogas a medida que la generación más joven se entrega a los cigarrillos, el alcohol o la marihuana para sentirse integrado o sobrellevar el estrés. Aunque no sea norma, algunos niños comienzan a los 8 ó 9 años. Luego vendrán, tal vez, drogas más duras. Las presiones del propio grupo social y otros factores influyen en la decisión de esos chicos. Los niños que viven y trabajan en la calle son especialmente vulnerables al uso indebido de sustancias. El consumo de inhalantes como pegamento, anfetaminas y otros tipos de drogas quita el hambre y reprime la ansiedad, y les hace sentir que pueden sobrellevar mejor sus problemas cotidianos.”

5] Organizaciones internacionales llaman la atención de un fenómeno que trasciende el tema del consumo infantil de drogas: el uso de los niños como vendedores/distribuidores (“camellos”) de estupefacientes debido a que son jurídicamente inimputables, fáciles de controlar y relativamente “baratos” como mano de obra cautiva y lábil.

6] La ventaja es que, según el Subsecretario Fernando González Sánchez, no se trata de un asunto escandaloso.

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CONTRIBUCIONES

Por Juan Antonio Nemi Dib



En mi anterior entrega quise hacer una referencia del impacto que producen las actividades humanas en los ciclos biológicos del planeta; a lo mejor fallé en el intento porque quizá se me pasó la mano con la chunga. Me referí de manera prolija a la generación de excretas humanas y a las magnitudes de estos residuos que, inevitablemente, se incorporan a los ciclos naturales y acaban depositándose en algún lugar en tanto se desintegran. Bromas y prejuicios aparte, lo del excremento humano es un asunto muy serio.

En ecología se llama “capacidad de carga” al nivel de población que puede soportar determinado hábitat sin sufrir un impacto negativo que produzca muchas consecuencias negativas. Es obvio que mientras más personas poblemos la Tierra, más recursos consumiremos (agua, oxígeno, alimentos, espacio vital, energía) y más deshechos y contaminantes generaremos. Hay quien afirma que la capacidad del planeta para soportar todo esto tiene un límite, que si lo rebasamos pondremos en peligro a la vida misma y que estamos justo en la frontera de ese caos posible.

Pero la lectura de mi artículo provocó las más disímbolas reacciones de los generosos y tolerantes lectores, algunas de las cuales considero prudente reproducir aquí, aunque por supuesto me reservo la identidad de sus autores:

“En Túxpam todo el drenaje descarga en el Río, lo creas o no”.

“Lo peor de todo son las heces que algunos llevamos dentro de la cabeza; esa contaminación sí que es destructiva; sin ellas, el mundo sería diferente”.

“En España hay mucho más que la sola frase de hacer del vientre que, déjame decirte, en México se usaba y se extendía hasta el “hacer del cuerpo”. “‘Cagarse en algo’” significa finalmente un último acto justiciero que reivindica humanidad, algo como sería la aparición de la novela en un mundo donde lo único que existía era la [...] religión. Cagar es el momento final de la lucha contra el ser contingente [...], la lucha contra el demonio del que hablaba Sweig, el sentimiento trágico de Unamuno.”

“Por muy valiente que te hagas o por muy macho que seas, al llegar aquí te cagas o de perdida te meas.”

Erróneamente atribuí a Andy Wharhol la idea de enlatar caca. Me hicieron la precisión pertinente y ya lo verifiqué: quien llevó a cabo semejante empresa fue Piero Manzoni, para protestar por la banalización del mercado artístico. ¡Gracias por la aclaración!

“No hay solución. Si se retuvieran las flatulencias [y las heces] moriríamos reventados y el daño ambiental sería aún peor”.

“Es evidente que la inspiración para tu artículo te llegó en el cuarto de los deshechos. Espero que tu próxima colaboración la redactes en el jardín familiar”. Nota a mi querido amigo: dos razones me impidieron satisfacerte: había que darle continuidad al tema, incluso citándote y, salvo dos macetas, lamentablemente no tenemos jardín.

“El mundo está inmerso en toda clase de secreciones”.

“... me imagino cubierta de caca. ¡Qué horror!”

“Recién había cenado cuando me chuté tu artículo” [Sobre las heces, por supuesto].

“Obliga a pensar en adonde va a parar tanta mierda: ¿queda en tierra firme y se integra a la superficie como abono orgánico?, ¿o simplemente se va al mar en donde cumple alguna función en la cadena alimenticia y aporta al substrato del fondo?”

“En materia política [la caca] también tiene sus lecturas implícitas, pero ése es otro rollo.”

“En mi pueblo hay un biólogo alemán que a base de excretas, humanas o bestiales, puede construir una planta de energía, pero a las voluntades que nos gobiernan no sólo no se les ocurre hacer de las heces una ganancia si no que juntan lo podrido con lo que nos da vida, las echan al agua.¡Auxilio!”

“Ya hay manera de transformar las defecaciones en biogás, en energía”.

“Mierdoso: dícese del que a la primera sensación de temor... se caga”.

“...Y, aunque no soy más experta en el tema que lo correspondiente a mi persona, sé que en otras latitudes se vende por latas y con eso producen energía... Si no me equivoco, energía eléctrica...”.

“Seguramente quedo por debajo del promedio mundial diario, pero en algo contribuyo de vez en vez”.

“...Una necesidad tan básica y los humanos hacemos un drama por ella”.

“Si a alguien le molesta... !que siga cagando a escondidas!”

“Caga el buey, caga la vaca y hasta la mujer mas guapa hace sus bolas de caca”.

“Estoy educando a mis nietos a que observen su caca, pues ella les indicará cómo está trabajando su aparato digestivo, es también una manera de aceptación de lo que comemos y somos, sin disfraz.”

“A tu lista le faltó el sustantivo más tierno: popó”.

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